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viernes, diciembre 5, 2025

El mundo civilizado / No tiene la menor importancia

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En la esquina que forman las calles San Julián y Cerro de la Bufa ocurren accidentes viales con una frecuencia poco deseable, no es difícil saber por qué. Quienes circulan por Cerro de la Bufa no deben hacer alto, y no lo hacen. Quienes circulan por San Julián deben hacer alto, pero tampoco lo hacen. Cerro de la Bufa es una calle para sus moradores, para alguno que otro paciente de los consultorios que en ella se ubican y para los padres que recogen a sus niños de las escuelas cercanas. San Julián, en cambio, sirve como entrada y salida para gente de tres fraccionamientos, incluso cruza Segundo Anillo y se precia de hacerlo auxiliada por un semáforo, además tiene preferencia en su cruce con la calle Sierra Morena, que tiene camellón. No es de extrañar que los usuarios de San Julián supongan que quienes transitan por el resto de las calles con las que se cruzan deban rendir pleitesía, agachar la cabeza y dejarlos pasar, haya o no señal de alto.

Hace unos días, el incidente acostumbrado sufrió algunas variantes. En lugar del tradicional encontronazo entre autos, y la consecuente visita de agentes de seguros, curiosos y groserías entre accidentados, el evento adquirió tintes de talk show —afortunadamente sin señorita Laura de por medio—.  Un caballero transitaba por San Julián y como todo buen sanjulianino, hizo caso omiso de la señal de alto. El correspondiente ciudadano cerrodelabufiense, quien viajaba en compañía de su hijo, cometió el atrevimiento de reconvenir al caballero omisor por medio de un sonoro claxonazo. Y pues que se detienen los dos, y que se bajan, y que el solitario conductor lleva un tubo en la mano —vaya, eso de recordarle que las señales de tránsito están ahí para algo, de verdad lo indignó—. El padre de familia, enojadísimo, acusó al espontáneo camorrista de cobardía; no sólo se había pasado el alto y había estado a punto de chocar fuertemente, además se proponía zanjar diferencias al más puro estilo Capone. Por suerte no hubo heridos, todo quedó en recordatorios maternos, un arrancón francamente torpe y un niño que suplicaba a su padre volver al auto.

Hace cerca de 20 años, se puso en marcha un programa que sorprendió a todos. En el centro de la ciudad aparecieron letreros debajo de las señales de alto; decían: “ceda el paso a un vehículo”. No pasó mucho tiempo para que ciudadanos y visitantes nos percatáramos de la funcionalidad de los letreritos (y la conducta que nos invitaban a practicar). Si bien, esta iniciativa no se inventó en Aguascalientes, su éxito fue tal que hubo quienes hablaban de esta ciudad como la ciudad del “ceda”. El “uno y uno” (como terminó por llamarse la conducta) no sólo resolvió algunos problemas de tránsito sin gastos excesivos, también contribuyó a que, por lo menos en un ámbito, en un momento del día, los conductores comprendiéramos que la cortesía, además de hacernos sentir bien, es una solución.

Recientemente, un par de años quizá, se echó a andar otro programa exitoso en las calles de nuestra ciudad. En lugar de insufribles amontonamientos de autos y la sensación de “no importa quién llegue primero sino quién haga más ruido”, cientos de padres de familia comenzaron a hacer fila para recoger a sus hijos de las escuelas. Instituciones públicas y privadas por igual, han adoptado este sistema, los padres llegan y se forman en sus autos; incluso lo hacen de tal manera que entorpecen lo menos posible el tránsito; los profesores se encargan de que el niño cuya madre está en turno salga lo más pronto posible. Se acabaron, para la mayoría, las tensiones, quizá tomará tiempo, pero nadie pita, nadie se enoja, todos avanzan.

En el camino que lleva del aeropuerto O’Hare a la ciudad de Chicago hay un enorme letrero que reza “Welcome to the civilized world” (Bienvenidos al mundo civilizado). Chicago tiene grandes problemas, pero los tuvo peores hace años. La mafia italiana hizo de la ciudad su coto de poder, y la convirtió en la capital de la brutalidad criminal. Los aguascalentenses ya demostramos que no son los puentes millonarios, sino las iniciativas que apelan a nuestra cortesía, lo que nos permitirá sobrellevar esta triste época de la historia de nuestro país. Estoy seguro de que en algunos años, el bruto que pretendía hacer valer sus argumentos a tubazos, cederá el paso al padre de familia que se arriesgó a ser golpeado frente a su hijo. Quizá entonces, cuando alguien nos visite, diga que viene al mundo civilizado.

joel.grijalva@gmail.com

pland.com.mx/joelgrijalva

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