Uno esperaría, que ante la inseguridad le defendiera el policía del ladrón, de la contaminación del ambiente el órgano público adecuado, de la ignorancia el conocimiento y de la influenza las vacunas. Pero no, resulta que a veces hay que cuidarse de quien tú esperarías la defensa. También resulta que siempre andamos buscando quién nos defienda de fuegos que dejamos prender en lugar de haberlos prevenido y así. Hoy nos tenemos que cuidar de los jueces supremos del poder judicial de este país, porque resulta que en lugar de proteger a los ciudadanos, se ponen a consideración de “democracia” los derechos humanos y la impartición de justicia. De modo tal que parecería, que según amanezcan de humor los señores jueces, es como dictaminan los asuntos que tienen afectaciones a nivel individual.
Por un lado, es necesario aclarar que las pobrezas humanas están en todas partes. Como dijo el ex árbitro profesional Bonifacio Núñez, “le salió lo humano” cuando hace referencia a un árbitro que se “calentó” en un juego y tomó decisiones con el estómago y no con la razón. Sin excusar a los jueces, debe quedarnos claro que su función es decidir en base a los elementos jurídicos presentados, pero siempre es también necesario hablar de nuestras leyes cuando éstas jurídicamente están muy bien estructuradas, pero funcionalmente tienen fines subjetivos. Ahora resulta que un niño no puede comprar cigarros, alcohol y mucho menos conducir un auto, pero sí puede —es su derecho— recibir información sexual (incluida la de su preferencia) y además recibir anticonceptivos. Bueno pues ésas son las leyes que hay que ver.
Pero las grandes incógnitas son: ¿Seguirá esta lucha eterna entre los radicales y los justos? ¿Seguirán estas presiones ideológicas y políticas para que los gobiernos se abran a un modo de ser que le están dando al traste a una sociedad convaleciente y urgida de de esperanza? ¿Qué es mejor, educar o castigar? ¿Qué es más importante hablar de “libertades” o de voluntad y responsabilidad? ¿A dónde nos quieren llevar quienes quieren imponer un modelo de anarquía social basado en el libertinaje? ¿Qué ganan quienes mandan 10 millones de armas ilegales a México desde Estados Unidos, digo a propósito de la visita del presidente norteamericano y sus buenas intenciones para regular ese tema? ¿Hacia dónde?
A mí me extraña y me preocupa que en la suprema corte se sigan discutiendo temas que siempre han sido claros. Me preocupa que incluso en los congresos locales haya de pronto una aparente y “espontánea” intención de subir diversas iniciativas que de pronto surgieron como de la nada y en una serie de materias que atentan contra la paz social. Nunca he creído en las coincidencias. Pero siguiendo con las preocupaciones, mientras en la suprema corte se siguen discutiendo la constitucionalidad o no de leyes que protegen la vida en los estados —por cierto controversias subidas por municipios— acá estamos insistiendo en que hay muchas preguntas sin responder, y todas ellas —las anteriores que he escrito— parecen tener un común denominador: el dinero. La delincuencia, el aborto, la pobreza, la anarquía, la sexualidad adolescente y las ETS, parecen ser un asunto de negocios todos a favor de quien los promueve.
Es necesario aclarar las preguntas previas, pero además, es importante la reflexión: si en las empresas —total hablamos con términos económicos— en las familias, en los gobiernos, es más barato prevenir y es más conveniente, no sería bueno pensar por un momento en dejarnos de negocios disfrazados de ideologías y hablar sobre lo más conveniente para una sociedad, precisamente en base a los resultados obtenidos en otras sociedades del mundo. Este mundo en lugar de redondo parece cada vez más cuadrado, y unos siguen insistiendo en imponer su ideología retorcida, mientras que otros pensamos en una sociedad más justa, y menos deshumanizada. Sigo insistiendo, si la agricultura nos ha enseñado que lo que siembras cosechas, ¿por qué insistir en sembrar muerte y el desorden? ¿Qué no es evidente la cosecha?




