Por: Juan Luis Montoya Acevez
Inmovilizar para aprehender no es lo mismo que agredir, y aunque esto lo saben los policías tras su formación técnica en la academia, durante su labor se genera adrenalina y se manifiesta el juego y atractivo del poder, del ser “la autoridad”; lo cual puede ofuscar el juicio de más de uno que ha encontrado en la administración de la violencia una oportunidad de creerse dar valor a sí mismo. Aún más si se trata de hombres, quienes han aprendido, y la sociedad les ha enseñado, que el demostrar fuerza, por cualquier tipo de forma, es lo que los hace ser eso, varones.
Estos son algunos factores por los cuales se presentan con frecuencia abusos policiales en la cultura mexicana. En muchas ocasiones, jóvenes y adultos con tan sólo educación básica se enfrentan a un mercado laboral hostil con pocas oportunidades de empleo o marginados, por lo que el acceder a un cuerpo policiaco resulta bastante atractivo: son remunerados económicamente durante su formación en las llamadas academias de policía y al trabajar cuentan con un sueldo estable con prestaciones, y aunque puede ser bajo, en ocasiones también está la idea sobre la corrupción como una diosa generosa. De acuerdo a los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI en febrero 2014, sólo 58.19% de la población de 14 años y más es económicamente activa (menor al 58.74% de 2013), y la tasa de desocupación nacional es de 4.65%; mientras que según el “Índice para una vida mejor” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las personas en México con un empleo remunerado representan una cifra menor que el promedio de la Organización (65%), trabajan más (2 mil 226 horas al año) que el promedio (1 mil 765 horas), y alrededor del 29% tienen un horario muy extenso en contraste con el 9% que es el promedio según la OCDE. Por otra parte, México cuenta con bajos índices en una escala de 10 en comparación con países como Estados Unidos, Finlandia, Japón, Suecia y Suiza, por ejemplo 0.7 en ingresos, 1.2 en Educación, 2.6 en balance de vida-trabajo, así como un 0.4 en seguridad, aunque sorprendentemente se presenta en México un puntaje de 8.9 en satisfacción, 5 en salud y 6 en empleo, ¿será que hemos creído la frase: mientras dios dé vida y trabajo (aunque precario) todo está bien? Ante este escenario existen opciones y son las actividades remuneradas económicamente pero de fácil acceso, como la policía e irónicamente la delincuencia, que además ofrecen el plus del ejercicio del poder; así como un hombre o una mujer se transfiguran en semidioses al tener un hijo bajo su mando (formación), la policía ofrece un espacio de poder inmediato, respaldado por un arma de fuego, tácticas de defensa y ataque, y otros dispositivos de castigo; acción que, se supone, sólo está destinada al momento en que se demuestra que alguien es culpable, y en ciertos grados.
Durante estas semanas, Aguascalientes se convirtió de nuevo en noticia nacional por sucesos calificados como abusos policiacos, a razón de la difusión viral de un video donde se observan a policías dando una golpiza a la joven Karen Guadalupe Alonso Jáuregui entre las instalaciones de la Cava Domecq y la zona de antros de la Feria Nacional de San Marcos; además de la queja que abrió la Comisión Estatal de Derechos Humanos por el uso de “chicharras”, dispositivos con los que policías estatales dieron toques a un joven por negarse a dejar de grabar en video la detención de otros, también durante la FNSM. De acuerdo a las últimas noticias los policías fueron cesados y la otra demanda está en proceso. Pero, detrás del abuso de la fuerza y la violencia, ¿qué hay?, incompetencia. En el video sobre Karen Guadalupe se observa que los policías la toman del cabello para arrojarla, ésta se estrella de espaldas contra un muro y cae al suelo, además de que es pateada en varias ocasiones, lo que haya hecho la mujer ¿justifica la paliza?, no; ¿trató de arañar a un policía?, sí… pocos son masoquistas en busca de un “Master”. ¿En dónde radica la ineptitud? Los policías deben inmovilizar para detener al infractor para llegar con el juez; pero en el video mencionado no se muestra interés en ello, sino que se trata de un tipo de venganza inmediata (porque la chica trató de evitar que los policías se llevaran a uno de los compañeros de la misma), una forma de mostrar a los espectadores quién manda, quién es la autoridad. Cuando alguien está en peligro trata de herir al agresor para huir, para proteger su vida, y por instinto se intentar alejar (empujar) el cuerpo que nos ataca, pero al inmovilizar a alguien se debe mantener a esa persona cerca, entonces, ¿para qué arrojarla al suelo y seguirla pateando, aunque en varios momentos hubo oportunidad de esposarla? Como añadidura, entre policías se pasan consejos para golpear sin dejar huella, como me comentaron desde niño varios familiares que son policías en Aguascalientes, Durango y Coahuila: hay que saber chingar para que no te chinguen. Todo se resume a demostrar poder, fuerza, masculinidad. Debido a estas formas de ser policía, además de los mecanismos de corrupción que siempre se han cuestionado, investigado y en pocas ocasiones evidenciado; el 70% de la población mexicana considera el desempeño de los cuerpos policiales poco efectivo o nada efectivo, y le otorga a la policía los índices más bajos de confianza de acuerdo a informes del INEGI de 2014; en comparación con los militares que suelen estar en los 5 lugares con mayor credibilidad.
Recuerdo que durante una fiesta un policía llegó y abrió la puerta de la cochera, le dije que seguramente vendría a ordenar que se bajara el volumen de la música y le cuestioné por qué abrió la puerta sin una orden de cateo, a esto sólo me dijo: ¿sabe de leyes?, ¿sabe quién soy? Y le respondí: tengo entendido que no puede entrar sin una orden de cateo o a menos de que se trate de seguridad nacional, de acuerdo a una reforma entre 2010 y 2012, pero sé que usted es policía y aunque existan leyes usted siempre tendrá la razón. Fue cuando trató de atacarme, unos amigos me llevaron al interior de la casa, y tras una ventana otro le dijo que apagaría la música pero que no nos hiciera nada (sic). El policía sólo dijo varias veces que era La Autoridad y que a la otra nos cargaba la chingada. Gracias a múltiples científicos y tecnólogos, ese tipo de actos pueden divulgarse, pero ¿cuántos tenemos acceso a un dispositivo móvil con una cámara con buena resolución?, y antes de que traten de romper el celular o tomarlo, ¿cuántos tienen el poder adquisitivo para costear un plan de datos que le permita subir al instante a Internet este tipo de abusos?, pocos, todavía pocos; y ¿nos atreveríamos a grabar aunque nosotros no seamos los implicados?, uno lo intentó, y la CEDH de Aguascalientes está respaldando su denuncia.
El Gobierno del Estado ha implementado la estrategia “Humanización de la Justicia, Cultura de la Legalidad y Seguridad Pública”, y la Secretaría de Seguridad Pública ha atendido las quejas ciudadana, pero no es suficiente, ni tampoco son los únicos responsables de prevenir los abusos policiales. Aunque las academias de policía profesionalizan en lo técnico la administración de la violencia, al enseñar procesos y usos de tácticas, armas y dispositivos, así como obligar el aprendizaje automático de normas y leyes; éstas últimas también son susceptibles a interpretaciones y son atravesadas por la cultura, por lo que es necesario una formación humanista más amplia, plural y a conciencia, no únicamente a través de cursos exprés y esporádicos, sino que se requieren proyectos con mayor contenido, permanentes y recurrentes, en los cuales podrían participar las instituciones de educación superior con alto perfil en las ciencias sociales, humanidades y arte. Asimismo, se debe implementar la transversalización de la perspectiva de género, pues de acuerdo a múltiples investigaciones, se ha identificado que algunos elementos que se enseñan a los varones desde edades tempranas son el tener una novia para que algún día tenga hijos, y defenderse; que a través de prácticas y discursos se traduce en atacar y marcar territorio. La seguridad es administrar la violencia que se manifiesta entre los humanos, pero el pensarse como directores de una orquesta de golpes y sangre puede llegar a embriagar tanto que nos puede hacer balbucear solamente: yo soy la autoridad, y yo, aquí mando.
Twitter: @m_acevez




