Esta, la última película de Batman filmada hasta el momento, es la peor de todas las dirigidas por Nolan: el caballero de la noche se ha mantenido como un fugitivo durante más de 8 años, después de salvar el prestigio de Harvey Dent a costa del propio y así conservar la reputación en lo alto de los ciudadanos que creían en la autoridad moral del fiscal. Con una ley especial, el comisionado Gordon (lo más cercano al estado de derecho en Batman) ha casi erradicado la criminalidad de las mafias, la Ley Dent que, presuponemos, significó facultades extraordinarias para la policía, facultades que obviamente implicaban violación de derechos humanos, de ahí que sospechamos fácilmente que de esos 1000 reos en la prisión Blackgate algunos sean inocentes e incluso algunos ni siquiera hayan atravesado por un proceso justo.
Y la película me parece mala porque son demasiados datos y situaciones para ser procesados en las cerca de dos horas y media que dura la cinta, muchas aristas que desentrañar, ahora sí que ese hiper-rápido cine hollywoodense hace de las suyas para que Batman en esos pocos minutos (164) se transforme de un lisiado y huraño ermitaño, de nueva cuenta en un superhéroe con toda la fuerza para curarse de una herida en la columna (que es absurdo pueda sanar con unos cuantos masajes quiroprácticos), ser el segundo que escapa de una cárcel de la que es imposible salir, lo abandone Alfred, ciudad Gótica sea secuestrada por un comando de comunistas que quieren obtener justicia por propia mano, y en general para que nos enteremos de tantos y tantos detalles que llegarán al clímax con la consagración del héroe a una muerte segura en pos de salvar a millones de personas de Gotham, pero de la cual tal vez, y sólo tal vez, pudo escapar para desaparecer definitivamente y así cerrar la serie de Nolan.
Y pese a todo, aunque la mayoría de las críticas coinciden en que no es la mejor de Batman, sigue siendo una cinta apegada al héroe, lejana de las fantochadas de Adam West y Schumacher, creo que lo más rescatable es la consolidación de la actuación de Bale, hace un Batman hecho y derecho, mientras que Burton salta como director de un excelso Keaton (en Batman y Batman Returns) a, como productor un pésimo Val Kilmer, e incluso luego aparece un excesivamente horrendo Clooney, Bale de la mano de Nolan se consolida en ese Batman tan estruendosamente humano (con todo y su vejez y caída) que se acercaba muchísimo a los cómics ochenteros.
Batman tuvo en su estreno su propia y verdadera noche de sangre cuando un joven disparó en un cine de Colorado matando a 12 personas e hiriendo a otras 59, en el fondo el héroe justiciero, el hombre murciélago, el súper-héroe, lleva en su propio ser la antítesis de lo que combate ¿Por qué él podría portar armas letales y el joven asesino de Colorado no? No hay una respuesta convincente adecuada.
La cinta es un ejercicio muy a la norteamericana sobre cómo se forma un estado de derecho, cuando Bane logra aislar ciudad Gótica la sumerge en un caos, los ricos son juzgados por una Corte presidida por el espantapájaros y rige una ley marcial, a falta de otros enemigos retoman el viejo apotegma en contra de los burgueses, la Gatúbela se lo advierte en el baile a Wayne, usted y sus amigos millonarios deben estar preparados. Y a pesar del caos, de nueva cuenta los policías buenos de la mano de Batman y Gordon reinstalan el orden de la ley, el estado de derecho basado en la violencia legitimada que reclama para sí el gobierno.
Que Alfred elija Florencia para pensar en encontrar a un nuevo Bruce que haya rehecho su vida no es en vano, Firenze es la ciudad de las artes por excelencia, ya sea su majestuoso Ponte Vecchio, la Galería de los Uffizi, el duomo de Brunelleschi con sus impresionantes frescos, la Santa Croce (y su cúmulo de tumbas maravillosas desde Miguel Ángel hasta Maquiavelo) o cualquiera de las obras financiadas por los Medici, pero sobretodo el David y la verdaderamente impactante sensación de contemplarlo, significan la vuelta a esa vida culta del Batman que muchos añoramos. Nunca regresar a la Gótica caótica, permanecer en las bellas artes y la tranquilidad de la toscana, como si el superhéroe sólo fuera necesario para marcar una nueva época en que ahora sí el estado de derecho sea la piedra angular de esa nueva sociedad que seguramente, hará de Batman su mártir de la justicia.




