1. “En Noruega hay un fiordo -o brazo de mar largo y estrecho entre altas montañas- llamado de Berlevaag”.
Hace muchos años, vi la película El festín de Babette por vez primera. A mis casi 47 años, mi pasado ha perdido forma. La mayoría de mis recuerdos son apenas un dejo, apenas la intuición de un sabor que he conocido. En el caso de la mentada película, he tenido la oportunidad de verla de nueva cuenta, pero con una variante: antes leí el texto en el que está inspirada. En efecto, está basada en El festín de Babette, relato de la escritora danesa Isak Dinesen. Lo leí de una sentada, sin titubear, como se leen los relatos limpios y que consideramos sencillos. Me atrevo a comparar su supuesta simpleza con la de un cubo de concentrado, que un director supo utilizar para hacer un caldo base para elaborar un platillo memorable.
Antes de ver la película nuevamente, traté de ubicar los elementos que me llamaron la atención en el relato: frases, paisajes, rostros, colores. Mas nunca para aplicar esa actividad ociosa de enumerar lo que omite o agrega la película. Ya lo he dicho, una película es otra creación, no la copia, no la reverberación del original.
Después de ver la película, hice lo mismo: recordé ciertos cuadros, sonidos y texturas. Al sumar lo aprehendido de la película y el relato, me di cuenta de que había devorado no un festín sino dos. Creo que si ustedes hicieran lo mismo, seguramente coincidiríamos en algo, pero puedo asegurar que tendríamos variaciones.
2. “Aun así -dijo un Hermano de barba blanca-, la lengua es un pequeño adminículo que se jacta de grandes cosas. A la lengua no la puede domesticar ningún hombre; es un demonio indisciplinado y lleno de veneno mortal”.
En el relato, he imaginado sabores y recordado otros, y veo la casita amarilla que no aparece en la película. Curiosamente, los sonidos en mi memoria pertenecen a la película, y creo son parte de su maravilla. Pienso que no solemos identificar cuáles de nuestros sentidos se activan con la lectura: cuál es nuestro sentido predominante o cuál nuestro Talón de Aquiles sensorial. Me parece que el conocerlo nos hablaría de cómo aprehendemos el mundo. En mi caso, el sentido del gusto es mi fuerte; supongo que por eso escribo estas minutas. Mi debilidad es el oído, lo que no sólo me merma ciertas cosas del mundo sino que también me impide reproducirlas cuando narro.
Lo dicho, mis verbos son sabrosos, aromáticos, pero mudos. Habrá gente cuyos verbos sean lo contrario: melódicos, pero insípidos. Muchos sonidos me molestan, me provocan dolores de cabeza o verdadera inquietud emocional. Son sonidos con determinado timbre, determinadas voces, y sé que sólo escucho una línea en la música. A lo mejor he cerrado mis oídos por protección, o mi boca no necesita escuchar nada, pero mi nariz siempre está avispada: cuando uno come cosas nuevas y cocina para otros, es vital reconocer la procedencia y el estado de los alimentos.
Me gusta imaginar que somos cuerpo y alma, y que cada parte tiene sentidos propios. De conocer las preferencias de mi yo espiritual, tendría un mejor conocimiento de mí misma. Y no me refiero a ese llamado sexto sentido, sino a los cinco sentidos ordinarios, pero usados por el alma. Creo que cuando coinciden con los terrenos provocan experiencias doblemente intensas, como tener dos festines. He leído el relato, he visto la película; aunque también he leído los subtítulos de la película, y en el relato he visto ese pueblo costero y la casita amarilla citada. Vi palacios y copas, vi las aletas de la tortuga, sentí los besos.
3. “–Sí; así es, querido hermano -dijo Martine-. En este mundo todo es posible”.
A veces decimos que, si todos vieran tal o cual película o si todos leyeran tal o cual relato, el mundo sería diferente. Creo que aplica con este doble festín de Babette. Tanto la película como el relato son piezas asequibles, ya sea en DVD, en libro o en la red. Intenten el ejercicio, vayan por el doble festín. Es necesario, siempre y cuando el lector-espectador tenga conciencia de que la belleza se encuentra en las cosas más simples, y que el destino no es uno sino la sucesión de imágenes, olores, sabores, sonidos y texturas que las más de las veces pasamos por alto conscientemente, pero que seguro nuestro inconsciente, sí, el alma, guarda para que los recordemos en el momento más oportuno.




