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viernes, diciembre 5, 2025

La Convención de Aguascalientes en opinión de Arnaldo Córdova

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La última vez que Arnaldo Córdova estuvo en Aguascalientes fue hace 25 años. La visita fue para intervenir en una mesa redonda en la que estuvo acompañado por Roberto Casillas y el gobernador de Aguascalientes, el ingeniero Miguel Ángel Barberena Vega. El libro que registra la memoria de esa época indica que la actividad se llevó a cabo en el Museo de Aguascalientes como parte de un programa académico en el que, además de Córdova intervinieron personajes como Gastón García Cantú, Luis González y González, Federico Reyes Heroles, Álvaro Matute, Eugenia Meyer y Felipe Ávila. Fui testigo de la mayoría de estas jornadas y puedo decir que desde aquel entonces tengo una curiosidad aún insatisfecha por lo que pasó en 1914 en Aguascalientes y el papel que tuvo la Soberana Convención en la Historia de la Revolución Mexicana. Desde entonces me quedé con la idea de que las lecciones de la Convención estimulan mucho el conocimiento del presente mexicano e inevitablemente de nuestra vida política local.

En esa mesa, Arnaldo se llevó la noche por lo atinado de sus comentarios y la capacidad para dramatizar los testimonios de algunos testigos presenciales de lo ocurrido en la asamblea que tuvo lugar en el Teatro Morelos de Aguascalientes, y en otros lugares del país. Córdova tuvo un primer debate con el licenciado Roberto Casillas cuando éste habla de la Revolución Mexicana desde la perspectiva del Estado. El primero habló desde la óptica de un experto del tema al que le precedía la fábrica de dos libros paradigmáticos para muchos de los estudiosos de la vida social y política de México: La Formación del Poder político en México, y La ideología de la RevoluciónMexicana. Arnaldose llevó la noche porque polemizó sobre el papel de la Convención, sobre el de los convencionistas y de la propia Revolución Mexicana, pero sobre todo despertó al público presente cuando habló de lo que significaba aspirar a la silla presidencial.

Al releer el texto de la conferencia que dio en el Museo de Aguascalientes registró varias ideas que deseo compartir con los lectores de La Jornada Aguascalientes. Muy al principio de su exposición nos recordó que la Historia es maestra de la vida (magistra vitae) y consecuentemente maestra de la política, vino al caso el comentario porque consideraba que recordar un acontecimiento como el de La Convención de Aguascalientes era un ejercicio necesario en un momento en el que la enseñanza de este saber está en crisis por valoraciones equivocadas que se han hecho de la modernidad. A juicio de Córdova la historia significa algo más que un cementerio de fechas y documentos. Para el maestro universitario recientemente fallecido, la historia es mucho más que eso: la historia cuando se le estudia y se le recuerda bien (…) nos entrega el alma colectiva del pueblo, su pensamiento hecho acción, sus deseos (…) las expectativas de su presente y su futuro y su identidad en el devenir en el mundo. En suma, para este profesor universitario la historia es una ciencia que activa la memoria y también el entendimiento, en esa lógica es un conocimiento que hurga en el paso y reconoce el valor del presente.

Córdova dijo en esa ocasión que era muy importante que los aguascalentenses conmemoraran el aniversario de la Soberana Convención cuando en el resto del país todo el mundo se ha olvidado de ella. En los albores del centenario que tenemos en puerta, me sorprende la afirmación, porque Córdova nos recuerda que La Convención nunca se llamó oficialmente de Aguascalientes aunque todo mundo la llama así, sobre todo los enemigos del momento quienes la calificaban de ese modo porque así dicho le quitaban representatividad nacional. A la fecha este centenario sólo se celebra en Aguascalientes y acaso en alguna institución académica de la Ciudad de México. Lo que vendrá en los próximos meses aún está por verse. Hasta ahora, a nada de la fecha clave, lo único seguro y claro es la obra pública que se hace en la plaza principal de la ciudad capital.

En otro momento de la conferencia Córdova afirmó categóricamente que en cuanto a representatividad política la Convención fue un auténtico poder nacional sólo cuando estuvo en Aguascalientes. Efectivamente, fue el único momento en el que estuvieron representadas todas las fuerzas revolucionarias del país. Esa interpretación se confirma al ver las palabras textuales del que fue muchos años profesor de la UNAM.

En ella (en la Convención) estuvieron los villistas y los carrancistas y casi todas las fuerzas pequeñas que habían operado al margen o independientemente de las grandes formaciones revolucionarias. También estuvieron los zapatistas (26 delegados encabezados por el periodista Paulino Martínez), y si bien éstos no quisieron adherirse a la organización de manera oficial, hubo momentos en que reclamaron que se les dejara votar sobre algunos puntos en debate, como si hubieran sido adherentes oficiales. Después de Aguascalientes, se retiraron los carrancistas (con excepción de Lucio Blanco) y luego otras fuerzas pequeñas, como la del presidente provisional elegido en aquella ciudad, Eulalio Gutiérrez, y la del General Blanco, hasta que sólo quedaron los villistas y los zapatistas…

En coherencia con lo anterior Arnaldo Córdova opinó que esta asamblea revolucionaria había dejado una lección imperecedera y categórica: Para este importante pensador la Soberana Convención fue la asamblea política más auténtica, por su representatividad, y más democrática de cuantas ha tenido el país desde los tiempos de la Guerra de la Independencia. Hubo entonces en esta reunión política coincidencia de todos los signos ideológicos del momento, es decir liberales decimonónicos, socialistas, anarquistas y demócratas de nuevo cuño. Según Arnaldo era tal la diversidad de puntos de vista que ni siquiera el Congreso Constituyente de 1916-1917 presentó la pasmosa riqueza de ideas y de planteamientos que ofreció la Convención. Todo esto sin considerar que en el Teatro Morelos hubo lugar para oratorias ejemplares con un fondo de ideas variadas y enfrentadas, libres y apasionadas.

Dos ideas más que comentó Córdova aquella noche fresca tuvieron relación con los modelos de sociedad y de Estado imaginados, dos plataformas en las que apareció la visión de un país agrario que dejaba en claro que la esencia de la patria se encontraba en la tierra. Esta interpretación se encontraba ajena a la idea moderna asociada con los ámbitos urbanos a la que todavía no se le atribuía una imagen negativa que tuvo años después. Era un momento en el que el capitalismo urbano era visto como una entidad explotadora, y sí, el capitalismo urbano era explotador, pero a juicio de pensadores de esa época el latifundista era un delincuente al que la revolución debía hacer expiar sus crímenes. Había en resumidas cuentas la idea de que el mundo se debería organizar con la entrega de la tierra a quienes la trabajaban. Era una visión rural de la vida. En este punto coincidieron zapatistas y villistas, sobre todo de los primeros, pero no hay duda que Pancho Villa también defendió esta postura y lo dijo con sus propias palabras cuando confesó detalles del país con el que soñaba:

Cuando se establezca la nueva República no habrá más ejército en México. Los ejércitos son el más grande apoyo a la tiranía. No puede haber dictador sin su ejército. Serán establecidas en toda la república colonias militares formadas por los veteranos de la Revolución. El Estado les dará posesión de tierras agrícolas y creará grandes empresas industriales para darles trabajo (…) Mi ambición es vivir mi vida en una de esas colonias militares a quienes quiero, que han sufrido tanto y tan hondo conmigo.

Una visión rural de la vida sólo podría desembocar en la percepción de un Estado y una vida política de ropaje rural.

Hace 25 años, en el momento del 75 aniversario de la Convención, la conferencia dictada por Córdova terminó con la aclaración de que en realidad los convencionistas nunca pensaron en un modelo parlamentario semejante al europeo, es decir como un ideal democrático. La idea parlamentaria era resultado de una reacción inmediata a lo que había ocurrido en años anteriores, era simplemente una profunda crítica de la dictadura. En tal contexto hubo algunas actitudes que fueron muy claras, como el rechazo a la vicepresidencia y a las jefaturas políticas en tanto que representaban signos de poder oligárquico bajo la sombra de un dictador. Este modo de ver las cosas fue precisamente lo que llevó a los revolucionarios a tener un apasionado rechazo al poder Ejecutivo, sobre todo los zapatistas. De esta convicción surgió Antonio Díaz Soto y Gama quien luego advertiría que “el ejecutivo es como un ave de presa, que anda volando en el espacio y quiere caer a todo trance sobre su víctima que, en este caso, es el pueblo, con el fin de chuparle la sangre, de aniquilarlo, y una vez que lo agarra no lo suelta.

La parte más polémica y curiosa de la velada fue justamente cuando Arnaldo recordó el rechazo zapatista hacia el Ejecutivo. Córdova alargó la cita sobre Díaz Soto y Gama cuando éste sostenía textualmente que el presidente era la calamidad más grande, el monstruo más horroroso que se ha colado en nuestro país… La presidencia es una verdadera enfermedad: para el hombre más bueno, el hombre más simpático, el hombre más patriota, apenas sueña con la presidencia le entra una especie de epilepsia: empieza a temblar, y para no caerse se aferra fuertemente a la silla y, no la suelta”. Córdova dramatizó esta última cita, parecía que era él quien la decía y no un personaje de la Revolución, y al tiempo que terminaba la frase, tomó del brazo al gobernador Barberena y le dijo, viéndolo a los ojos con una sonrisa traviesa: ¿no es así Sr. Gobernador? Barberena acostumbrado a todas las sorpresas de la política, respondió inmediatamente negando la pregunta con una sonrisa relajada que luego sería festejada por el público que se encontraba presente. Esa anécdota, lejos de terminar en un distanciamiento entre el académico y el político, se convirtió en el principio de una larga conversación más privada que duró hasta bien entrada la noche en un restaurante de la ciudad, una discusión amigable sazonada por los aromas del agave.

Córdova ya no volverá a Aguascalientes nunca más. Murió hace algunos días y por eso lo recuerdo ahora pensando desde esta región del país, desde este lugar en el que nuevamente intentamos pensar el significado de la Revolución Mexicana y la Soberana Convención. Me queda claro que no obstante el paso de un cuarto de siglo, las ideas que vertió aquella noche aún siguen vigentes. Ahora, al parecer con menos entusiasmo que aquella vez, los aguascalentenses somos todavía los más interesados en conmemorar esta efeméride. En lo personal me gusta conmemorar la fecha simplemente porque se trata de un triunfo parcial de la razón sobre la fuerza. De Arnaldo Córdova queda sigue vigente el eco de varias tesis sustanciales: nos recordó la importancia de la Historia como maestra de la política; dejó en claro que estos ejercicios sobre el pasado sirven cuando se razonan desde el presente; que la Convención fue la asamblea política más auténtica por su representatividad desde los tiempos de la Independencia; que en el pensamiento de los revolucionarios reunidos en el Teatro Morelos dominaron las ideas del mundo rural; y que desde entonces el anti presidencialismo tomó forma. También quedó huella de su ingenio, de un hombre con sentido del humor, y de su bohemia. Arnaldo conmemoró la Convención, evidenció el alma política de nuestra historia, ensayó su espíritu crítico y nos recordó que lo ocurrido en 1914 en Aguascalientes es una herencia que debemos ponderar cada vez que necesitemos poner en valor el uso político de la memoria, la crítica, la razón, el diálogo y la pluralidad.

 

Andrés Reyes Rodríguez

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