Yolanda Padilla Rangel, Departamento de Historia, UAA
Los efectos desastrosos del huracán revolucionario
¿Por qué los caudillos revolucionarios escogieron esta ciudad? Porque la consideraron zona neutral y pacífica, debido a que aún no estaba en dominio de facción alguna. Sin embargo, con la llegada de las tropas villistas a Aguascalientes, la zona no fue ya neutral, sino que vivió bajo la influencia de Villa durante el tiempo que duró el gobierno convencionista.
Según el cónsul, las tropas villistas acampadas en Aguascalientes carecían de orden, bebían demasiado, derrochaban el dinero como si no tuviera fin y los jefes villistas pretendían controlarlas a base de fusilamientos. El cónsul informó que los habitantes de Aguascalientes ya estaban cansados de tanta agitación y arbitrariedad en la ciudad. Los comerciantes locales se quejaron de tanto abuso y cuando todo pasó, no dejaron de lamentarse de la situación en que habían quedado después de la convención. Los ricos locales también se quejaron de haber sufrido confiscación de muebles, pianos, bienes domésticos, animales y automóviles que habían sido sacados de sus casas y de la ciudad por tren.
Cuando terminó la Convención, según los reportes consulares, quedaron circulando en Aguascalientes catorce tipos de billetes, de diferentes facciones políticas. Alberto Fuentes, que había fungido otra vez brevemente como gobernador del estado pero que ya había sido sustituido por Villa debido a sus nexos con los carrancistas, fue acusado de haber extraído 500 mil pesos de los fondos públicos, por lo que fue arrestado y enjuiciado. Los bancos estaban cerrados. Había escasez de combustible, por lo que la planta de la fundición no funcionaba normalmente y las minas no operaban.
Durante la Convención también llamaron la atención del cónsul las demostraciones anticlericales por parte de las facciones revolucionarias. Unos sacerdotes y religiosas españolas que trabajaban en Aguascalientes (las Siervas de María Ministras de los Enfermos, de origen español), según dijo, habían tenido que salir de la ciudad en forma apresurada. Alberto Fuentes y su secretario de gobierno habían confiscado el templo de San Antonio y habían pretendido convertirlo en palacio legislativo por lo que habían mandado quemar las imágenes religiosas y los confesionarios que había en su interior. En noviembre de 1914, el gobernador Elizondo -que sustituyó a Fuentes- disminuyó el anticlericalismo y hasta permitió a los sacerdotes ofrecer sus servicios religiosos, los templos se habían abierto nuevamente, y muchos sacerdotes y religiosas nacionales habían regresado a la ciudad, cosa que no había podido hacer el clero de origen extranjero.
Según reportó el cónsul, en enero de 1915, el gobernador Elizondo fue capturado por los villistas. Entonces Villa se hizo cargo personalmente de la situación política en el estado y exhortó a elegir un nuevo gobierno en la plaza de armas. De esta manera fue como se “eligió” al gobernador Benito Díaz en marzo, y Villa se fue de la ciudad de Aguascalientes, derrotado por Obregón en las batallas del Bajío, en mayo de 1915. Cuando Villa se fue, según reportó el cónsul, las condiciones económicas empeoraron en la ciudad y en el estado. Pero lo más grave de todo, según reportó el cónsul, fue la gran escasez de alimentos.
Apareció el hambre. Según atestiguó el cónsul, la situación se volvió grave y el gobierno comenzó a confiscar maíz y frijol de donde hubiera y a distribuirlo entre los campesinos más pobres. Era difícil prever -escribió el cónsul- la manera en que la población de Aguascalientes podría sobrevivir a la situación, cuando sólo el veinte por ciento de las tierras irrigadas del estado estaban siendo cultivadas y las cosechas se recogerían hasta septiembre. El dinero que había dejado Villa circulando estaba devaluándose y ya nadie lo quería. De los jefes revolucionarios ya no se podía esperar nada. La situación era desastrosa y, como consecuencia, las enfermedades epidémicas comenzaron a aparecer: surgieron con fuerza la viruela y el tifo, en condiciones de poca infraestructura material y médica para atenderlas. Los alimentos continuaban subiendo de precio. La basura, dejada a la intemperie, y el calor hacían intransitable la ciudad.
En agosto de 1915 se experimentó un pequeño alivio, pues llegaron cargamentos de maíz, frijol y azúcar provenientes de los estados de Michoacán y Jalisco. También comenzó a haber arroz, café, fruta y vegetales, casi todos los días y a precios bajos. El dinero era menos escaso, pues el Banco Nacional había ya reabierto sus puertas y muchos negocios habían comenzado a funcionar. Algunos tranvías eléctricos habían también comenzado a circular. Pero la precaria situación no permitía aún que se publicara algún periódico local todavía lo cual, entre paréntesis, hace valiosos los reportes consulares como documentos históricos a partir de los cuales recuperar los hechos históricos del momento.
La escasez de alimentos parecía crónica y afectaba a la gente más pobre, según reportaba el cónsul. La situación empeoró meses después. En abril de 1916 volvió a escasear el alimento básico de la mayoría de la población: el maíz. Una docena de personas fue ejecutada por haber intentado robar maíz, harina y frijol. Los comerciantes temían un amotinamiento por parte de la población para saquear las tiendas. La eventual llegada de un tren con maíz aminoraba temporalmente el hambre, pero era un remedio provisional. Por otra parte, el cónsul observaba que las tropas constitucionalistas también estaban descontentas. Aún así, cuando tropas villistas comenzaron a asediar Calvillo, el general Martín Triana, entonces gobernador del estado, partió para allá a combatirlas, pues los constitucionalistas temían que grupos villistas dispersos en el sur de Durango, occidente de Zacatecas, Aguascalientes y norte de Jalisco se unieran y atacaran. Además, temían otra insurrección generalizada a causa del hambre y el descontento hacia las autoridades. Un mes después, en mayo, hubo varios casos de muerte en Aguascalientes por hambre.
Para el 8 de julio de 1916 ya se habían reportado 38 muertes por inanición oficialmente registradas. El gobierno tomó algunas medidas de forma que para esa fecha ya comenzaban a llegar carros del tren llenos de maíz, provenientes de Jalisco, así como café, azúcar, arroz y harina, lo cual aliviaba en parte la situación. Sin embargo, la desesperación entre la población era tanta que se comenzaron a dar casos de asesinatos por causa de alimentos. Por ejemplo, el 29 de ese mismo mes de julio, dos hombres fueron asesinados en el rancho de San Jerónimo, sólo para que sus asaltantes pudieran quitarles los tres sacos de maíz que llevaban. La situación empeoraba y no había gran esperanza de que mejorase. La única esperanza, y eso a largo plazo, llegó con las lluvias, que permitieron que algunos agricultores que habían conseguido semillas, comenzaran a sembrar. Sin embargo, el cónsul reportó otra vez que sólo un 20 por ciento de la tierra cultivable de Aguascalientes había sido realmente cultivada, porcentaje muy bajo para las necesidades del estado, pero elevado en comparación con el estado de Zacatecas, donde también había hambre, viruela y tifo.
Para septiembre de 1916 ya habían muerto en Aguascalientes algunas personas de tifo y las autoridades no se mostraban muy activas combatiendo la enfermedad. Bueno, hay que mencionar que ni el entonces gobernador Ozuna escapó, a fines de año, de esa enfermedad, aunque al poco tiempo se curó y hasta pudo disfrutar de unas vacaciones en los Estados Unidos, según informó el cónsul. Este gobernador fue reemplazado en mayo de 1917 por Aurelio L. González y, para entonces, la situación política y económica ya había comenzado a mejorar un poco, dando paso a trabajos de reconstrucción.
Cabe recapitular entonces que, el huracanado paso de la revolución por Aguascalientes provocó efectos desastrosos para la población local, efectos que se tradujeron en inestabilidad política y económica, pero también en hambre y enfermedades como el tifo y la viruela, que dejaron un saldo de muerte quizá mayor al de la guerra. Y sin embargo los habitantes de Aguascalientes lograron hacer frente a la situación, y hubo personas que sobrevivieron como Dios les dio a entender, como por ejemplo la mujer del barrio de El Encino que sobrevivió gracias a las frutas producidas en las huertas de su barrio, así como a sus incursiones en los alrededores de la ciudad, para comer raíces.
