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viernes, diciembre 5, 2025

La Convención de Aguascalientes (segunda parte) / El Canto del Zenzontle

Manuel Cortina Reynoso
Manuel Cortina Reynoso
Colaborador Nessun Dorma | Abogado y político hidrocálido, Subsecretario de Gobierno del Estado de Aguascalientes y miembro del Colegio Nacional de Abogados Municipalistas.

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Manuel Cortina Reynoso

Carranza nunca aceptó

lo quitaran del poder

y a sus afectos mandó

la Convención desconocer.

(Corrido de la Convención de Aguascalientes, dominio popular)

 

Ante la conmemoración de los cien años de la Soberana Convención Revolucionaria de 1914, en Aguascalientes, permítame el apreciable lector seguir recordando algunos detalles del que quizá sea evento, de los sucedidos en Aguascalientes, el más importante de la historia nacional.

Después de que el representante de los carrancistas en la Convención enviara una carta informando la solicitud que debe hacerse al Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, de renunciar a los cargos que tiene, llega Francisco Villa a Aguascalientes, entrando en el teatro Morelos y jurando respetar los resultados de la Convención, mediante la respectiva firma de la bandera. “Todos los que hemos firmado esta bandera -exclama en tribuna Álvaro Obregón- someteremos a quien se declare rebelde”. Villa y Obregón se abrazan y el público en el teatro estalla en júbilo. El 15 de Abril siguiente, uno derrotaría al otro en Celaya, Guanajuato, no sin antes perder un brazo por un cañonazo.

Carranza, jefe político y militar de Obregón, recibe entonces la solicitud de liberar a los presos políticos, y lo que hace es enviarlos hacia Nuevo Laredo, para exiliarlos. En respuesta, Carranza le pregunta a la Convención de Aguascalientes que cuáles son las facultades que entiende haber asumido, al declararse Soberana. Los convencionistas nunca responden, en cambio, preguntan si entre los reos enviados a Nuevo Laredo se encuentra José Vasconcelos.

Al sur de la Ciudad de México, Emiliano Zapata acepta enviar representantes a la Convención, y ésta le pide a Carranza se apersone en la misma. Cuando llegaron sus representantes a Aguascalientes, iban ya acompañados de Vasconcelos, y el recibimiento fue tan cordial, que Zapata se muestra agradecido de que por primera vez haya sido tomado en cuenta para las decisiones más importantes de la Revolución.

Hasta este momento la Soberana Convención Revolucionaria era un acto admirable, con los más nobles fines de terminar la lucha armada y generar las reformas sociales que el País necesitaba para acabar con la barbarie a la que las traiciones y las armas lo habían llevado.

Sin embargo, eran tan diferentes los propósitos de cada ejército, y era tan distinta la revolución en cada rincón del País, que empezaron los problemas: Que si los Zapatistas habían apoyado a Madero, que si se estaba firmando sobre la bandera mexicana que era obra de Iturbide, que si la entrada a la Ciudad de México de Obregón sucedió sin disparar un solo tiro fue porque se puso de acuerdo con los usurpadores, mientras que los Zapatistas no pudieron entrar por respetar sus ideales, que si los delegados de la Convención que procedían del norte se alojaban en hoteles de lujo y se movían en coche mientras que los delegados Zapatistas los tenían hacinados en hostales de tercera y tenían que trasladarse a pie, que quién entre Villistas y Carrancistas había cometido mayores barbaries en contra de sacerdotes y religiosas, y mil diferencias más que surgían constantemente en las discusiones.

Y entonces vino la puntilla: el 29 de octubre se da lectura pública a una carta de Carranza suscrita el 23 del mismo mes, mediante la cual rechaza las ambiciones personales de Francisco Villa y probablemente de Emiliano Zapata, a quienes acusa de que, sin importarles que se nombre o elija a un Presidente de la República, buscan mantener el control militar en sus respectivas zonas de influencia, lo que les conservaría a ellos un instrumento de dominio. “Hay una ambición más grande entre ustedes que la de ser Presidente de la República, y es la de tener una omnipresencia militar tal que les permita dominar todos los poderes de la Unión”. Agrega que por lo que a él toca, nunca se le han expresado las razones por las cuales deba considerar su separación de la Jefatura del Ejército Constitucionalista y la separación del Gobierno de la República, pero considera que es porque ante su actuar mesuradamente, los conservadores le temen y los revolucionarios desconfían de sus capacidades. La sesión de ese día se suspende después de la lectura de la Carta.

No será la única vez en que una misiva del General Carranza desoriente a una asamblea, en la discusión de varios artículos de la Constitución de 1917, en Querétaro, ante la lectura de algunas líneas suyas, votaciones completas cambian de sentido.

A partir de ese momento la Convención perdió su fuerza pacificadora, y se convirtió en la palestra en la cual las corrientes revolucionarias recriminaron unas a otras sus errores y traiciones.

Al día siguiente de la lectura de la carta referida, Carranza, en conferencia telegráfica, solicita para su retiro del poder la separación de Villa del cargo de General de la División del Norte. Por su parte, Villa le contesta que no solamente su retiro, sino que, por acuerdo de la Convención, ambos sean fusilados para la salvación de la Patria. Ese día, la Convención acuerda la separación de ambos de sus cargos, y se argumenta que “Carranza siembra la división dondequiera que está”.

El primero de noviembre es electo el General Eulalio Gutiérrez, gobernador de San Luis Potosí presente en la Convención, como presidente provisional de la República Mexicana, declarándolo así el propio Pánfilo Natera, presidente de la mesa directiva, haciendo doblar las campanas de los templos de Aguascalientes, a las cuales les siguen los silbatos de los trenes, siguiendo una manifestación por las calles de la Ciudad, terminando en Palacio de Gobierno, que es proclamado como Palacio Nacional.

El 7 de noviembre, en Córdoba, Veracruz, Carranza pronuncia un discurso en el que manifiesta: “Es mi deber no dejar el poder en manos de un cualquiera”. Esto se interpreta por sus delegados como la negativa a reconocer la Convención, por lo que al día siguiente Álvaro Obregón olvida su juramento de algunos días antes y proclama que no abandonarán el poder, que no se pondrá del lado de la traición a Carranza sucedida en Aguascalientes.

Tres días después conversan telegráficamente el Presidente Convencionista Eulalio Gutiérrez y el Jefe Constitucionalista Venustiano Carranza, el primero le exige la renuncia, mientras el segundo lo acusa de traición y de apoyar a Francisco Villa, y le informa que no reconoce su elección ni su cargo, por lo que no entregará las armas.

Terminando la conversación, a las seis con quince minutos de la tarde, Venustiano Carranza es declarado por la Convención como rebelde y se dictan las órdenes para que el ejército convencionista lo bata, ordenando lo anterior al General Zapata, a la División del Norte, y a otros militares que reconocen la Convención.

El País, que apenas alcanzaba un mes de diálogo, regresa a la guerra civil. En el siguiente canto, concluirá el Zenzontle con este breve análisis del evento que pudo ser y no fue el fin de la lucha armada y de las atrocidades en el México que despertaba al siglo XX.

Twitter: @manuelcortina

correo@manuelcortina.com

www.manuelcortina.com

 

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