Por: Sylvia Garfias
Nunca como ahora se ha observado tal desaseo en el Congreso del Estado. Ha transcurrido ya casi un año de que entró en funciones la actual legislatura, a la que muchos apostaban tendría una forma distinta de trabajo, en la que se tenían algunas expectativas en virtud de su composición.
Y me explico, es la legislatura con mayor número de mujeres en la historia de Aguascalientes, también es la primera legislatura en la que todos sus integrantes somos diputados por primera vez; es un Congreso “joven” por la edad de sus integrantes, y entre otros, estas fueron señales para algunos de que las cosas podrían ser distintas.
Es lamentable que no haya sido así; salvo algunos temas que han significado unión entre las mujeres por la naturaleza misma de éstos, como ha sido la creación de leyes y modificaciones a las mismas con el fin de erradicar la violencia de género, la paridad en candidaturas a diputaciones locales y los propios cabildos.
En mi opinión, la formación del gerontocrático se ha “comido” a los jóvenes, ha impuesto su ley en la bancada mayoritaria, algunos visos se dan de cierta “rebeldía” que finalmente terminan en el manotazo del “dino” y todo vuelve a la normalidad.
He escuchado hasta el cansancio el discurso de que “son mayoría”, de que la ejercerán y que sacarán las iniciativas que les son instruidas, en su mayoría, para atender fines personales, individuales, de protección a su futuro y que distan mucho de estar orientadas a políticas públicas en pro de la población.
Esa formación de antaño, de imponer la ley a costa de lo que sea, es política del pasado, del tiempo en el que al PRI no le interesaba legitimarse, porque sabía que con unos centavos tendría asegurado el siguiente proceso electoral, “y aquí no pasa nada, todo sigue igual”.
Para bien de unos, mal de otros, esa forma de hacer política que, dicho sea de paso, algunos la venden como la “nueva política”, no aplica en las condiciones actuales, y aún así, hay quienes no han entendido o no quieren entender o no les conviene entender, que hoy la mayoría es la suma de las minorías.
Que no basta decir tengo mayoría para legitimar sus acciones, que no basta obedecer al rey para legitimarse, no es suficiente infringir el reglamento a diestra y siniestra para legitimarse, es decir, pues, no somos ni estamos en la era “mesozoica” que al parecer fue cuando iniciaron su formación política.
Un buen político es el que teniendo esa cacareada mayoría más que imponer busca los consensos, los acuerdos, tomar en cuenta a todas las partes, para legitimarse, para terminar su gestión con reconocimiento de propios y extraños. Hoy se le reconoce como el inquisidor, ¿así querrá continuar?, ¿así querrá terminar su carrera política?
Yo creo firmemente que la mayoría es y será la suma de las minorías… Al tiempo.




