La Feria (Nacional) de San Marcos no sólo es “la cantina más grande de México”, sino que acumula un sin fin de fenómenos para Aguascalientes. Si bien el poder consumir alcohol en vía pública es uno de sus elementos sustanciales, sin el cual simplemente dejaría de serlo, lo fundamental es que para los acalitenses se convierte en el punto de encuentro de la diversidad de valores, clases y grupos; por lo que también las confrontaciones son comunes, unas más fuertes que otras, unas violentas y otras menos, conflictos que se potencializan ante la masa aglomerada.
El día de la inauguración de la Feria de San Marcos 2015,una colmena de personas contaba de forma regresiva para dar por iniciada la temporada abrileña, después del ¡cero! de la multitud, varias personas destaparon y agitaron sus bebidas para bañar a los demás, con cerveza y no champagne, como algunos desearían; pero fue un suceso que surgió por la algarabía colectiva, pero de un momento a otro los envases y latas se convirtieron en proyectiles, festivos al principio, mas, como en todo tumulto, hay quienes les pareció una afrenta la acción y respondieron en venganza a la nada del anonimato, mientras que para otros todo fue un lindo “desmadre” y para una chica en particular únicamente se trataba de un escenario perfecto para bailar ska a solas y soltar patadas al aire en el ruedo vacío.
Se suele decir que durante la Feria de San Marcos se incrementan las riñas a causa del alcohol, pero recordemos que éste es un acelerador de emociones, por lo tanto un potencializador más no el punto de origen, es decir: el riesgo de conflicto está latente simplemente en un espacio donde la pluralidad cohabita en búsqueda de una zona de la cual apropiarse y sentirse parte.
Hace años, además de las áreas comunes de los principales andadores, la zona de conciertos de entrada libre, exposiciones y juegos mecánicos, existían pocos espacios segmentados por la propia población: los tapancos, en su inicio el lugar de confluencia de los adultos de clase popular y después de los “chicos banda”; las calles Rayón y Nieto eran de los jóvenes, en su mayoría universitarios y “creativos”, por no lograr insertarse en el esquema del artista formal de galería, museo u orquesta, un sitio de encuentro pujante de juventud que se hacía de voz y hábitat, los éxodos de los cuales fueron desterrados de manera reciente; y qué decir de los antiguos stands de cervecerías, los sitios de venta que agrupaban a los obreros y trabajadores de oficios para relajarse. Estos espacios desaparecieron, se mudaron o se prohibieron, y se obligó a la diversidad a convivir a toda costa; sin embargo, los establecimientos destinados para quienes pueden gastar más que para tomar una cerveza o botella en la calle siguen de pie: antros, restaurantes, casino y plaza de toros; aunque existan eventos artísticos de acceso público y “sanos” -disculpe lo estigmático-, es imposible negar que lo que ha hecho atractiva a la Feria de San Marcos y por lo único que puede competir con otras como las de Zacatecas y el Cervantino de Guanajuato es justamente el poder tomar alcohol en la calle, el poder transformar las vialidades en un centro nocturno, en un espacio de entretenimiento barato; así que el negar la oportunidad de espacios para ello es simplemente arriesgar el gran suceso de Aguascalientes.
Ahora, las laterales del lado sur del puente desnivel de avenida López Mateos, los andadores de El Encierro y J. Pani es el punto de reunión y cuello de botella de accesos y salidas que deberían ser analizados para evitar riesgos, además de que se ha obligado a los individuos a estar codo a codo con el grupo que pudiese considerarse opositor, agresor, violento o violentable. Si bien la Feria de San Marcos es una gran oportunidad para confluir, hacer evidente la pluralidad, interactuar con los de fuera y extraños para ampliar horizontes y promover la inclusión y respeto a lo diferente y/o nuevo; lo cierto es que también el conflicto es latente pues Aguascalientes no está acostumbrada a esta movilidad urbana entre grupos, clases y valores; y en el momento en que la feria cobra vida se genera el gran acontecimiento, donde quienes bajan de la suburban, del taxi o quienes llegan a pie pasan por los mismos pasillos para después dividirse, volver a unificarse y tal vez odiarse en sus encuentros.
En varias ocasiones he comentado la importancia de diversificar espacios, servicios y opciones para lograr consolidar una ciudad incluyente y progresista, lo cual también es necesario en la Feria de San Marcos, en especial como atractivo turístico; y no se trata de aislar a los unos de los otros, sino de diseminar los sitios comunes, permitir a la población que haga calle y genere sus áreas de encuentro, y reconocerlas en lugar de desterrarla; pues aunque las instituciones lo nieguen y busquen el control con exacerbados protocolos y rituales para amedrentar, siempre se buscarán esos lugares de los cuales apropiarse, sentirse bienvenido y no ser “mal visto” por el vecino cercano.
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