¡Llega a ser quien eres, aprendiendo!
Píndaro (s. V a.C.)
Hace siglo y medio, Ignacio Ramírez, inspirado en los postulados liberales de la ilustración, nos heredó un cúmulo de ideas luminosas e imperecederas. Destaco aquí un fundamento conceptual relacionado con la instrucción pública y la divulgación de la cultura, en el cual El Nigromante indica que el objetivo de la educación será conducir a los mexicanos a “conocerse a sí mismos y tener nociones exactas sobre todo lo que los rodea, no como sabios, sino como hombres bien educados, responsables de sus acciones y miembros de una sociedad deliberante y soberana”. En el mismo escrito, dejó en claro que la educación “debe ser común para hombres y mujeres”.
La misión trascendente de la escuela es la formación para la libertad de conciencia, la cual constituye la base de todas las libertades. Es también el punto de partida de la democracia. Ésta, la democracia, se edifica desde el aula escolar, donde se forjan las convicciones de la solidaridad humana, la civilidad y el compromiso social. Como señaló el maestro de América y fundador de la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos, “la cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral”.
Asimismo, la educación desarrolla las aptitudes y las habilidades para el trabajo y la eficacia productiva y contribuye, con el esfuerzo diario, al avance económico y al progreso social. La libertad, la democracia y el desarrollo dimensionan la magnitud de la responsabilidad del magisterio. La calidad educativa y el desarrollo científico y tecnológico son factores estratégicos para la modernización democrática de México. Por lo tanto, la generación y propagación del conocimiento y las ideas son acciones prioritarias para que el país alcance los niveles de desarrollo, competitividad e innovación que exige la inserción en un entorno global cada vez más interconectado e interdependiente.
Históricamente el PRI ha formulado en sus documentos básicos hacer de la educación el principal instrumento del progreso económico y el desarrollo social. Se ha proyectado la educación para el trabajo y la productividad; educación para la justicia, la equidad y los derechos humanos; educación para la salud; educación para la democracia. Es decir, se ha planteado el cambio social a través de la educación.
De ahí la necesidad de retomar la política educativa mexicana como relación dialéctica entre la sociedad, la educación y el desarrollo. En ese sentido, los cambios iniciales derivados de la Reforma Educativa tornan a las premisas fundamentales y colocan al centro del modelo educativo al estudiante y al maestro; se toma la ruta de la mejora continua con participación social; se opta por corregir el rumbo, poniendo a la vista de todos el gasto educativo, para evitar desvío de propósitos y recursos. Se conservan los avances y se corrigen los errores. Desde luego, falta mucho por hacer.
El eje rector de nuestros esfuerzos es la escuela pública, como lo indica el artículo tercero constitucional. En conjunto, las demandas de la sociedad, las exigencias de la economía y los valores de nuestro tiempo nos imponen transitar decididamente hacia la educación universal; para todas las personas, en todo tiempo y lugar. En ese sentido, hay que multiplicar los esfuerzos de capacitación permanente para el trabajo; utilizar intensivamente los instrumentos de la tecnología y las comunicaciones; cerrar las brechas; rediseñar las universidades y la educación superior; canalizar mayores recursos públicos y privados a las tareas educativas; aplicar procedimientos de calidad, evaluación, transparencia y participación; vincular, estrecha y eficientemente, los sectores educativo, productivo y social.
La educación es responsabilidad de todos, ya que debe ser el germen de mejores individuos, comprometidos con ellos mismos, con su familia y el desarrollo de su comunidad. Por ello, las instituciones, los diversos sectores sociales, los medios de comunicación, tenemos que apoyar a los docentes y a los estudiantes en la construcción de un sistema educativo fundamentado en la mejora permanente de la sociedad.
Debemos ser generosos y colaborativos al destinar esfuerzos y recursos al desarrollo educativo y cultural. Hay que ampliar nuestra mirada para despojar a la educación de la etiqueta de producto y ver al conocimiento como un bien para el desarrollo comunitario. A la educación le corresponde ser un frente común para no poner en riesgo el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Su valor siempre debe ser un mejor porvenir social incluyente, opuesto a la satisfacción de la ambición y el egoísmo de quienes piensan que la economía es depredación.
Por todo ello, la labor docente está llamada a cultivar el amor al conocimiento y no al dinero. Como sociedad, hay que sembrar con afán la semilla de la educación. Sembrar y compartir el conocimiento, con la niñez, la juventud y los adultos, ya que las semillas germinan cuando nos empeñamos en procurar las mejores condiciones, pero jamás cuando no se toma la precaución de sembrar. En ese sentido, ampliar el acceso y mejorar la calidad en la educación es la más clara política de justicia distributiva.
Esta breve reflexión quiere simbolizar el respeto y el aprecio que guardo a las maestras y los maestros de Aguascalientes. Considero que su labor es fundamental para nuestro futuro. Ahora en mayor medida. Por ello, su trabajo no debe ser recuerdo de un solo día, sino compromiso activo y colaboración permanente con su gran responsabilidad.
En la era de la globalización y de la tendencia a universalizar paradigmas culturales a través de las comunicaciones masivas y las nuevas tecnologías, una política cultural activa constituye para nuestro proyecto social una condición indispensable para hacer prevalecer nuestra identidad nacional pluriétnica y por lo tanto pluricultural. Sin la labor docente, es imposible el desarrollo. Felicidades por el Día del Maestro.




