No creo que sean lamentables las frases que muestran la burla que hizo el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE) Lorenzo Córdova, en una llamada telefónica entre él y Edmundo Jacobo Molina, secretario ejecutivo del mismo instituto, tampoco pienso que sea un momento desafortunado y mucho menos que sea una conversación que por ser privada no muestre el pensamiento de un funcionario de nivel federal. La llamada muestra sin tapujos una serie de dichos del consejero presidente que abiertamente faltan al respeto y reconocimiento a los que horas antes habían sido sus interlocutores.
Reírse de Mauricio Mata Soria, jefe supremo de la tribu chichimeca en Guanajuato, en una reunión a la que también asistió Hipólito Arriaga Pote, gobernador nacional de los pueblos y comunidades indígenas, al mismo tiempo que irónicamente nombra el drama vivido por los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos forzosamente; además de mostrar la falta de sensibilidad que como funcionario debiera tener, nos deja mirar a través de sus ojos, la forma que tiene el país que gobierna, ver su realidad respecto a los pueblos originarios y el proceso de exterminio al que han resistido por más de 500 años. Mofarse de la forma en que hablan, referirse a su diálogo como el gran jefe toro sentado, es algo muy sencillo aparentemente, es algo hasta como él mismo lo señaló, desafortunado. Y ese es quizá el problema principal de este país, la forma en que todos los atropellos se minimizan, la impunidad absoluta de quienes cometen los agravios.
Un país tan profundamente racista como México tiene constantemente dos luchas en el centro, desde luego que son luchas completamente desiguales, enfrentamientos injustos. Por un lado un país diverso, cultural y étnico y del otro un país que sigue añorando su preferencia por los conquistadores, que sigue defendiendo la masacre taurina como supuesto arte, que más allá de pensar el proceso y las causas de la colonización anhela la posibilidad de haber sido una tierra conquistada por Francia más que por España.
Recuerdo hace algunos meses que en el desarrollo del Mundial de futbol que se llevó a cabo en Brasil hubo una controversia desatada por la conducta de la afición mexicana al gritar en el estadio a jugadores del equipo rival puto, entonces se dieron mil explicaciones, excusas, pero todas ellas apuntaban a la justificación de la cultura y el lenguaje homofóbico, el permiso estaba dado porque para muchas personas era sólo una palabra, una expresión que no insultaba ni agredía a nadie, más bien era una exageración de la nueva ola política presente en Brasil contra el racismo, pero eso era otra cosa para México, acá gritarle a alguien más puto era sencillamente algo “natural”.
Es muy probable que quienes entonces disculparon las expresiones homofóbicas como parte de la cultura popular, hoy hagan lo mismo con el presidente del INE y que esa gente sea la misma que le parece que la cultura y el lenguaje racista, sexista, clasista son algo sin trascendencia, jocoso.
Como dije, y ese es el grave problema que atraviesa la sociedad mexicana. La indiferencia, la naturalización del racismo, la misoginia, la homo, lesbo y transfobia y la violencia. Sólo así podemos entender que la indignación nunca sea suficiente para cambiar este país, que los eventos más atroces siempre se queden en un trago amargo de la sociedad, por eso Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán, y antes, la guardería ABC, y el campo algodonero y los miles de personas desaparecidas y la masacre de san Fernando, y las fosas en Guerrero, y las granadas de Michoacán aquel 15 de septiembre contra la población civil, y las 887 personas de la diversidad sexual asesinadas entre 1995 y 2013, y los más de 10 mil feminicidios cometidos en 10 años.
Todo queda justificado, todo responde a la normalización de violencia e impunidad que hay en el país. ¿No lo cree? Pues mire, lo ocurrido en Chihuahua con las y los adolescentes que, jugando, secuestraron a un menor de seis años, a quien “levantaron”, ataron de manos y pies, torturaron y asesinaron para enterrarlo en algo parecido a una fosa que decidieron tapar con restos de un animal muerto para distraer el olor. Cada quien vive su realidad, su cotidiano, pero es innegable que los actos cometidos contra una persona o un grupo de personas se fundamente en una idea, un pensamiento aprendido que ha normalizado un prejuicio, un preconcepto, eso es la discriminación que siempre termina en actos de violencia. Por más atroz que sean los hechos antes narrados la sociedad, una buena parte de ella, va a justificar lo ocurrido y luego a olvidarlo y a esperar la noticia nueva que narre otro estremecedor capítulo que algunas personas califiquen nuevamente como una exageración.
Así la impunidad en este país, institucionalizada, puede usted creer que el Conapred, organismo encargado de prevenir y erradicar la discriminación, hace un comunicado donde argumenta que ante las declaraciones vertidas por Lorenzo Córdova no puede hacer nada, pues aunque es un funcionario esa grabación fue obtenida de manera ilegal y por lo tanto no puede proceder. ¿Ese es el sentido de justicia, de prevención, de erradicación, de la discriminación? Esa es la forma en que el estado mexicano y sus instituciones protegen una vieja práctica política, la impunidad.
Lamentablemente, lo más seguro es que no haya sanciones para este funcionario racista, quien, además, se queja de ser víctima del espionaje telefónico, los medios o buena parte de ellos en eso se van a distraer, y los días pasarán hasta que se olvide este capítulo, un agravio más. Creo que la razón que puede explicar la situación que estamos viviendo en el país, como nunca esta violencia desenfrenada, dolorosa, enferma, es en buena medida porque como nunca la sociedad ha sido tan indiferente al ejercicio y promoción de la violencia.
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@Chuytinoco




