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viernes, diciembre 5, 2025

Wrap it up! / Opciones y decisiones

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¡Envuélvelo! ¡Concluye! ¡Ciérralo! Una expresión de la máxima importancia para dar por concluido un asunto. En el proceso de una negociación es la condición definitiva sine qua non, hay o no hay acuerdo. La conclusión de la realización de un proyecto está condicionada por este factor, empaquetarlo, envolverlo. Tan es el punto culminante de un pacto o de un contrato que a los buenos y eficaces negociadores se les califica de: “He-She is a closer” (cerrador-a). El ubicuo secretario de Estado nombrado en 1973 por el presidente Richard Nixon, habiendo pasado la grave crisis que protagonizó Israel en la famosa guerra de los Seis Días (5-10 de junio de 1967), hubo de fincar los acuerdos para el restablecimiento de la paz. Al regresar de una de sus múltiples visitas al Medio Oriente, pudo finalmente pronunciar una frase memorable -cito de memoria-: “We have come from the Middle East, and we have reached a common agreement, for the settlement of peace” (Venimos del Medio Oriente, y hemos alcanzado un acuerdo común, para el establecimiento de la paz).

Para toda empresa o aventura, el punto de partida es crucial para detonar todo el conjunto de acciones que se tienen que emprender para el logro del objetivo principal. Toda vez que el proceso ha sido construido o realizado, se impone como factor imprescindible de logro su cierre, su conclusión. Este es el punto de no retorno del wrap it up!. Empacado y listo para su envío al destinatario. Un buen regalo no se entrega crudo o desnudo, se termina, se envuelve, se empaqueta.

Respecto del proceso de realización de un proyecto, el éxito en la obtención de su logro cifrado desde su punto de partida, invoca el dicho atribuido al arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe (1886–1969), “The devil is in the details” (El diablo está en los detalles), a quien le vinculan otras fuentes con el también arquitecto de origen suizo y nacionalizado francés, Le Corbusier (1887-1965), y Walter Gropius (1883-1969), como los grandes renovadores de la arquitectura del siglo XX; significando que el éxito de un gran proyecto, depende del fino entramado de sus componentes más pequeños. Fue también frase favorita del historiador de arte alemán Aby Warburg (1866-1929), y que tiene precedente en un dicho más antiguo de Gustave Flaubert (1821-1880) que versa: “El buen Dios está en el detalle”.

Lo que transportado a la arquitectura de un movimiento social tiene como reto no las generalidades o las circunstancias transitorias a las que confronta incidentalmente, sino trabar el fino detalle de su composición e ideología interior; este importante nudo actancial salta a la vista por ejemplo en el periodo de campañas políticas para renovar la Cámara de Diputados, algunas gubernaturas y alcaldías del país. La presente campaña, desafortunadamente, evidencia tal nudo crítico actancial por su ausencia, no por su construida presencia. He dicho en líneas precedentes de esta misma columna que el punto de partida de las campañas políticas en activo optó por una línea a base de acusaciones, impugnaciones, denostaciones y descrédito de las marcas contendientes, unas contra otras.

El resultado de esta opción inicial ha quedado de manifiesto: un terco entrampamiento de todos contra todos, donde nadie avanza, a pesar de la cantidad masiva de spots difundidos al aire; asumiendo el monto dinerario que cuesta cada uno ellos, y multiplicado por las horas de transmisión totales que han estado cubriendo las ondas hertzianas del país desde todas las antenas. Desde el punto de vista ciudadano, lo que se provocó fue el hartazgo ante la escucha de mutuas e interpósitas acusaciones, enlodando a saciedad el medio comunicativo, mas con una minúscula saturación de mensajes propositivos capaces de mover a la persuasión inteligente para optar por el partido emisor.

Efectivamente el diablo está en los detalles, y las campañas políticas presentes están llegando a su término. A sólo prácticamente dos semanas de la elección estamos varados debido a lo que una mayoría de analistas, políticos, reporteros, comunicólogos y encuestadores califican de campaña anodina, zafia, aburrida, sin cortante, sin pendiente, sin punzón, roma, abstrusa, inútil. Solamente al director de Parametría, Francisco Abundis, le parece que las actuales campañas locales, no la federal en sí, están resultando divertidas y con sazones diferentes y plurales debido a la particularidad de algunos de sus candidatos protagónicos.

¿En dónde quedó la construcción de sus finos detalles? ¿En qué consistió su estrategia delicada y deliciosamente urdida? ¿Cuáles fueron sus parámetros de medida para poder ser valoradas y justipreciadas? ¿Cuál es el entramado de su diseño, que a manera de flujograma hiciera circular sus varias alternativas por vías alternas? ¿Qué mensaje recibe el electorado tocante a sus propuestas afirmativas, las hay? ¿El planteamiento de políticas específicas está realmente alineado con las estrategias políticas del partido de origen? ¿Con qué fino entramado argumentativo se sostiene la idea de subir salarios, bajar impuestos y fortalecer el ingreso familiar? ¿Aquello de “se los dije que nos iban a llevar al despeñadero”… no nos lleva lógicamente a: ‘y ya dimos un paso adelante…’? ¿Mediante el disparo de qué dispositivos jurídico-administrativos y la activación de qué dinamismos programáticos quedarán establecidas todas y cada una de las reformas estructurales establecidas? ¿Mediante qué procedimientos -paso por paso, punto por punto- se realizarán los compromisos partidistas de campaña, si los hay, a la hora del triunfo electoral? ¿Ha estado o no presente el diablo en todos estos detalles?

El chiste está en que a distancia de dos semanas de proselitismo político no salta a la vista, no está patente el wrap it up obligado de cada partido, para posicionarse con firmeza ante la elección. Estamos en presencia de un cadencioso paso de tango, tres pasos adelante y dos pasos para atrás, uno de costado abriendo el compás, y otro en lado contrario para cerrarlo. Gira, gira, gira…. Que al fin y al cabo el mundo político actual es una comparsa, de estar en todos lados y en ninguno a la vez. Y en tal escenario, me pregunto: ¿Cómo voy a optar por un candidato o por otro? ¿Por mera “afinidad” de sentires y pareceres, o mejor aún por intereses sin conflicto? ¿Elijo mediante el voto duro, como dice el ranchero, pues así es el costumbre? O como dice el cínico y oportunista: “Que no me den, nada más pónganme donde hay”. ¿Qué nos merece la nómina de candidatos de la elección que viene? ¿Qué nos merece el inexistente nudo crítico de sus propuestas específicas?

Y ¿cómo hacemos el wrap it up? Yo opino que no ciertamente seguir tachando ciegamente en los renglones torcidos de las boletas electorales. Tenemos que abrir, desde aquí y ahora, vías alternas de evaluación, valoración, selección y elección de candidatos. Las iniciativas inéditas de la sociedad dictarán las nuevas reglas de representatividad auténtica que lleven a buen término sus proyectos estratégicos. No se vale que al calor de la polvareda electoral levantada se convoque al elector a elegir emblemas y colores de interés -no público ni públicamente probado-. Dice un dicho popular, ‘no se me hace gorda Antonia, lo que anda es mal fajada’; para pretender justificar o razonar el desborde evidente de zonas corporales obesas. La presente elección tiene visos de desbordes de todo tipo, y de ninguna manera expone el fino entramado de los detalles de sus dinamismos internos, expresados mediante sus correspondientes afirmaciones positivas. Por ello también es válido votar -según la gramática electoral-, o anulando formalmente e intencionalmente el voto. Digo yo, como opción plausible.

franvier2013@gmail.com

 

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