No hay duda, México vive una crisis muy dura de actos de violencia sin precedentes y desmedida, a diario en las diversas páginas de los distintos periódicos, portales electrónicos, programas de radio, televisión y redes sociales se dan a conocer un sinnúmero de eventos dolorosos e indignantes. Comparto con usted sólo tres de los primeros diez encabezados que encuentro en mi cuenta de twitter: Niños de siete años recibe balazo en la cabeza durante ataque a militares en Tamaulipas, Encuentran en Reynosa 5 cadáveres atados de manos y vendados, Autoridades reportan al menos el hallazgo de tres cuerpos calcinados en Culiacán, Sinaloa. Los cabezales de estas notas desafortunadamente se han hecho cotidianos en nuestro país, y desde luego Aguascalientes no queda fuera de esta realidad atroz.
Desde el sexenio del panista Felipe Calderón, quien desató en un sinsentido la violencia entre distintos grupos del crimen organizado, y ante el descontrol en su gobierno, estas redes fueron apoderándose de territorios, gobiernos, caminos y hasta poblados. Lo que hoy vivimos es la continuación de una pésima estrategia de seguridad, una ruptura profunda y seria del tejido social, una realidad macabra en zonas calientes que a punta de tiro se “dialoga” México se ha vuelto una pesadilla para muchas personas, por ejemplo, las y los migrantes, las comunidades originarias, las zonas más empobrecidas y así una larga suma de quienes arriesgan su vida sólo por habitar en tal o cual territorio.
Se cumple un año de los fusilamientos en Tlatlaya, Estado de México, actos dirigidos contra 22 jóvenes, la misma Corte Interamericana de los Derechos Humanos ha denunciado que el Gobierno mexicano ha obstaculizado no proporcionándole la información necesaria y le ha impedido incluso entrevistar a personas claves del caso, algo muy parecido a lo ocurrido durante estos nueve meses de la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Rural ubicada en Ayotzinapa, Iguala. El ocultamiento de información, el manejo y contaminación de pruebas, el impedimento para entrevistar a los militares del 27 batallón, la fabricación de la tambaleante verdad histórica y la insostenible credibilidad del gobierno han echado todo a perder, muy pronto el sexenio de Enrique Peña Nieto quedó desacreditado y no vemos cómo pueda reponerse si por el contrario hechos como Apatzingán, Michoacán, y la masacre ocurrida contra al menos 16 personas entre las que había menores, intentan ocultarse, decenas de personas torturadas, recluidas, son hechos que quieren encubrirse, mientras que ni el Gobierno Federal ni el estatal ni el municipal hacen algo por el sentido de justicia, lo que se mira desde la sociedad civil es un gravísimo problema del respeto a los derechos humanos, un sistema infectado en todos sus rincones por la impunidad.
No se mira de dónde surgirá la justicia, al fin la equidad, el reconocimiento de los agravios ocurridos y la reparación de estos, los partidos políticos, sin duda, hoy menos que nunca representan el sentir de la comunidad, tanto la derecha como la izquierda partidista son un asco, sólo así se entienden las corruptelas y el desmoronamiento de eso que alguna vez fue expresión de cambio, de democracia y de representación social, cuando miramos al PRD inmiscuido en los violentos hechos de Ayotzinapa podemos ver que tampoco la izquierda es una opción, pues está igual de corrompida ante el poder violento que tanto daño ha hecho a México. Es en este panorama de crisis que los partidos políticos se han alejado tanto de la ciudadanía al sólo perseguir sus intereses mezquinos, hay quienes únicamente buscan mantener la permanencia de su registro político, porque no son nada despreciables los millones de pesos que reciben por levantar el dedo. Si bien es cierto, el Gobierno Federal está sin cabeza, sin sentidos, en buena medida también el resto de los partidos políticos son cómplices de la ingobernabilidad, pues igual desdeñan la impartición de justicia anteponiendo sus intereses a cambio de los costos políticos que consigo trae la soñada justicia.
En el ámbito local, el panorama respecto a los partidos políticos no cambia en absoluto, la izquierda y la derecha se van mezclando tanto que terminan imitándose una a otra, terminan siendo iguales. Los argumentos presentados en el caso de matrimonio entre personas del mismo sexo son bastante parecidos, y en lugar de que uno de estos partidos tome la responsabilidad de atender al llamado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a crear una ley que genera equidad, reconocimiento y combate el prejuicio, los partidos en su infinita mediocridad e irresponsabilidad se echan unos a otro la bronca, y a final de cuentas lo que están buscando es cómo maquillar la discriminación que durante años ha afectado los derechos humanos y civiles de la diversidad sexual. No bastan los más de 800 crímenes de odio cometidos en el país, no aún no sirven de nada pues eso no alcanza a pagar los dividendos o mejor dichos las tajadas políticas que los vividores de la partidocracia necesitan para tomar decisiones, ¿y cuál es su salida ante la ineptitud que los enviste? Culpar a la gente, a la iglesia católica, a las tradiciones, a la cultura, a una ciudadanía conservadora, y así se laven las manos para no hacer su trabajo, que por esta vez resulta bastante sencillo, cumplir con el ordenamiento de la SCJN y se inventan que si sociedades de convivencia, que si uniones civiles, que si mejor se amparan, que mejor se vayan a casar a Zacatecas, que matrimonios sí, pero adopciones no, y así lo que por justicia corresponde a una parte de la población se va enterrando, se le va poniendo una lápida encima, el pretexto es cualquiera, el punto fundamental es que la complicidad de la clase política ante la violación a los derechos básicos como la igualdad y la dignidad en Aguascalientes son un claro ejemplo del desastre que vivimos como país sumido en la injusticia, la corrupción, impunidad y el despilfarro de recursos por parte de los partidos políticos incapaces a todas luces de resolver nada.
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