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sábado, diciembre 13, 2025

Newtons / Minutas de la sal

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Desde niña me gustan los higos, un gusto que raya en pasión. El higo siempre ha sido una fruta familiar, ordinaria, en el buen sentido. Se debe a que gran parte de mi infancia la pasé bajo una higuera en casa de mi abuela. La verdad, ahora no es fácil conseguir higos, y nunca he probado alguno similar a los que daba aquella higuera. Siempre son pequeños; aquellos eran grandes y enmieladísimos. No se debe a mi nostalgia, así eran esos higos y supongo que muchos de los que se daban en las higueras de la ciudad, porque en muchas casas había árboles frutales.

Por mi amor a los higos, amaba las galletas de higo de Nabisco, que se vendían en las tiendas, allá en los años setenta. La presentación era una caja amarilla. Se llamaban Cremigos, sin h. Es curioso, ahora Gamesa usa ese nombre para unas aburridas galletas de barquillo. En algún momento, los Cremigos dejaron de venderse. Desaparecieron de las estanterías mexicanas. Años después descubrí que en los Estados Unidos seguían vigentes. Y ahora sé que hasta tienen su día nacional (16 de enero). Son conocidas como Newtons.

Tardé años en volver a probar esas galletitas de la infancia. Un día me topé con las Newtons de Nabisco, importadas, en un supermercado. Era un paquetito que nada tenía que ver con aquella caja amarilla, que veía más grande con mis ojos infantiles. No importó; el paquetito surtió efecto: fue un momento sublime morder a aquella vieja amiga de nueva cuenta. Me gusta esa sensación de poder devorar toda la infancia en un simple bocado. De vez en cuando, compraba un paquetito, las galletas resultaban muy caras por la conversión. Malamente dejaron de aparecer, pues era más común ver Newtons de fresa o de manzana. Sí, descubrí que existían variaciones aberrantes. Bueno, no es cierto, sabían bien, pero para mí las Newtons son y deben ser de higo.

Hay sabores que creemos desaparecidos, pero que todavía existen en otra parte del mundo. Otros sí han desaparecido. Son sabores fantasma que podemos invocar de vez en cuando, porque uno puede recordar un sabor, y paladearlo de nueva cuenta. Prefiero que se queden así, bien espectros. Es terrible cuando nos topamos con un sabor no muerto, digamos, un sabor zombi. Ocurre cuando ciertos productos cambiaron de marca, de dueños o cuyas recetas fueron abaratadas. Y ahí van los sabores zombis, tentándonos, ofreciendo su falsedad, su putrefacción. Me ha pasado al probar dulces de mi infancia: un Chupirul, una Paleloca, o unos brinquitos disfrazados de Dragoncitos. Su identidad no es verdadera, son un remedo, una cosa descompuesta. Ya no hay nada ahí de lo que eran, sólo una horrible carcasa en el mercado. Algo así les pasó a las famosas Freskas (¿alguien recuerda las de menta?). Cuando la gran compañía Nestlé compró todo lo que pudo del mercado nacional, arruinaron las Freskas. Recuerdo cuando probé por primera vez las bolitas con la nueva leyenda Nestlé: el caramelo, dentro, estaba fundido, apelmazado, víctima de un centrifugado de marcas. A la larga, Nestlé logró calibrar las esferitas. Mas en el inter, otra marca logró ofrecer un zombi más revivido, si acaso eso existe.

No, mis tiempos no fueron mejores. Me gustan estos tiempos igual. Por todos los sabores que mueren, nacen el doble. Cierto, muchas recetas deben ser adaptadas a los nuevos productos. Por ejemplo, ciertos flanes ya no se pueden hacer con las leches ultramegapasteurizadas. Uno debe adaptarse, renovarse. Eso, buscar siempre lo vital. Justo me encontré una receta de Newtons de higo. A lo mejor un día de estos me animo a hacerla. Quizá su sabor será parecido a las de Nabisco, o terminarán en un apocalipsis zombi.

Claro, con la edad, el cementerio de sabores crece. Es algo triste, es el dominio donde la nostalgia se regodea. Pero afuera de su muro la vida sigue: todos los aromas van y vienen, ocupados en sus quehaceres cotidianos.

Cada vez que voy al súper espío la estantería de las galletas importadas, por si hay un paquetito de Newtons. Es algo parecido a lo que hago aquí: espío a mi infancia para ver qué nuevas me envía desde ese pasado cada vez más distante, pero que siempre tendrá sabores a galleta, higo y dulces extintos.

 

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