Homero, esta mañana, es novedosos
y no hay nada más viejo que el diario de hoy.
Charles Peguy, Pensamientos.
Las notas mueren pasadas algunas horas. Algunas un par, máximo veinticuatro. Al día siguiente la información se olvida, renueva, refuta o amplía. El periodismo navega en el vasto mar de lo efímero. La letra caduca pronto. Las páginas de papel periódico que no van a la basura algún día quizá envuelvan porcelana o limpien algún vidrio.
¿Acaso podemos generalizar la mortalidad prematura del texto periodístico? No en todos los casos. Intelectuales, líderes de opinión, cronistas, todos participan del flujo incesante de la información mediática. No crean notas. No sólo brindan información. Partiendo de ella como su materia prima, reflexionan y permiten un acceso profundo al hecho bruto. Es claro: hay letra impresa de circulación diaria que supera en alguna medida la prueba del añejo. El paso de un día no causa su deceso. Con el transcurrir de los minutos y los días cobran nueva vida y son capaces incluso de alumbrar algún rincón del suceso más nimio hasta el más trascendente. Son el registro de nuestra historia. Incluso -por qué no-, la crean, la modifican, la trastocan. Dichos textos no merecen el mismo sitio dentro de la fosa común de la nota periodística. Aun así, reposan escondidos en un estrecho apartado de la plana, al linde del vacío de la columna, o en alguna revista que no tuvimos tiempo de leer. Rescatarlos, preservarlos, difundirlos, compendiarlos es uno de los mayores retos del periodismo actual.
Se conoce el argumento. Harold Bloom lo popularizó en su ya clásico El canon occidental (1995). No tenemos tiempo de leerlo todo. Debemos ser selectivos. Pero, para serlo, necesitamos alguna guía. Bloom, reputado académico y crítico literario, nos la brindó en su Canon respecto a la historia de la literatura occidental. ¿Y respecto a los ríos de tinta y papel que circulan a diario en cientos de miles de ciudades del mundo? ¿Y respecto a los ilimitados sitios web que pueblan ese otro mundo virtual? Courrier International, de Francia, así como Internazionale, de Italia, fundados en 1993, han acometido este reto periodístico. Ambos semanarios, con sus diferencias, ofrecen a sus lectores un compilado de aquellos textos que permiten un acceso reflexivo a la información relevante, y brindan una perspectiva plural y prismática de los hechos y temas que dictan los derroteros por los que fluye nuestra historia. Tanto buscan avivar el recuerdo como anticipar el futuro. Esto sólo es posible a través de un análisis profundo de lo que se dice y piensa en las capitales del pensamiento así como en sus márgenes más distantes. Mayorías y minorías; hechos de trascendencia global y acontecimientos regionales de significado universal.
Otra forma de acometer la tarea consiste en revivir el periodismo de investigación. Así, la labor periodística tendría un impacto práctico en el mundo. Spotlight, ganadora del Oscar a la mejor película en 2016, trae a la pantalla grande la historia de un grupo de investigación periodística que destapó la red de corrupción en la Iglesia Católica para esconder los miles de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en la Arquidiócesis de Boston. Esta investigación, que generó cientos de notas durante algunos años, ganó el premio Pulitzer al servicio público en 2003. Y es que el periodismo también puede llevar a cabo tareas de servicio público. Si lo hace, lo efímero de la nota ya no sería un problema. No es letra que perdure, son cambios logrados a través del periodismo los que perduran.
En cualquier caso, el periodismo debe afrontar nuevos retos. En algunos años, no lo dudo, veremos su necesaria transformación.
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