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lunes, diciembre 22, 2025

Los nuevos prosistas / Opciones y Decisiones

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Hay que instruir a la juventud riendo,

Reprender sus defectos con dulzura y no atemorizarla

Con el nombre de la virtud.[1]

Molière

En el contexto de regreso a clases, habida cuenta de mi experiencia en el aula y la inexcusable evaluación de conocimientos de los alumnos, además de la escucha cotidiana del habla popular e incluso de la pretendidamente ilustrada de nuestra simpática burguesía, hombres y mujeres, jóvenes y viejos de clase acomodada –apellidada fresa-, o de las clases medias de tiempo atrás en franco descenso, cercanas ya a clases populares– y apellidadas injustamente de nacos-, pujan con esfuerzo heroico a distinguirse de los cholos, el lumpen de nuestras ciudades urbanas desiguales. Constato un franco déficit de atención que se traduce en un modo de hablar presentista, inmediato, directo; de conjugaciones simples de infinitivo (yo montar a Pinto… al estilo de Toro y el Llanero Solitario) y temporales de pasado, presente y futuro simple (yo fui, estoy, iré…) que escapan furtivamente de los tiempos compuestos (he viajado, había pensado, habré querido…) que naturalmente apuntan a construir una consecución temporal, poco imaginativa, mecánica y repetitiva. Lo que resulta en un lenguaje eminentemente llano y descriptivo.

Rara vez escuchamos expresiones que impliquen consecuciones causales, condicionales, potenciales, imperativas o desiderativas, que impliquen el uso del modo subjuntivo (ejemplo, si tú hubieras estado conmigo, te habrías enterado de lo que realmente estaba pasando…; tú deberías haber tenido los argumentos convincentes, para haber habido de convencer a tus adversarios…) Esta tendencia a sobre-simplificar la percepción y modo comunicativo de la realidad, atrofia progresivamente la capacidad de abstraer intelectual e inteligentemente la realidad, lo que deriva en un modo simplista, más bien naïf/ingenuo de entender y comunicar las cosas de la vida. Y es obstáculo para el desarrollo del pensamiento científico.

El genial dramaturgo francés Molière acertó en caracterizar a la clase burguesa de su tiempo, sobre todo de los nuevos ricos, de esta actitud que pretendiendo ser vanguardista y letrada, resulta ingenua e ignorante. Evoquemos un fragmento de su fina ironía: – [Jourdain, un burgués enriquecido, desea instruirse como los aristócratas, para lo cual contrata a diversos maestros.]

(…)

Jourdain: No quiero ni prosa ni versos.

Profesor de Filosofía: Ha de ser una de las dos cosas.

Jourdain: ¿Por qué?

Profesor de Filosofía: Por la razón, señor, de que para expresarse no hay más que prosa y verso.

Jourdain: ¿Solo existen la prosa y el verso?

Profesor de Filosofía: Sí, señor. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que no es verso es prosa.

Jourdain: Y cuando se habla, ¿cómo se habla?

Profesor De Filosofía: En prosa.

Jourdain: Entonces, cuando digo: «Nicolasa, tráeme las zapatillas y el gorro de dormir», ¿hablo en prosa?

Profesor de Filosofía: Sí, señor.

Jourdain: ¡A fe mía! Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo. Os estoy agradecidísimo por habérmelo enseñado.

(Obra de Moliére, El burgués gentilhombre. Acto II, escena IV. 1670).

(Cfr. http://goo.gl/B4fSde)

El burgués que descubre con asombro que toda su vida había estado hablando en prosa, como género literario, se siente con derecho a distinción social por ese solo hecho y lo celebra como una gran conquista de su ascenso a la clase letrada y, por ende, superior a los demás del resto de la sociedad. Esta ironía del gran dramaturgo del siglo XVII es aleccionadora de lo que acontece en nuestra sociedad contemporánea;  cuando en aras de privilegiar y exaltar el acceso y recurso a las tecnologías de la era de la Información y del Conocimiento, valoramos en más, mucho más, el manejo hábil, indiscriminado de las imágenes digitales, los conceptos aislados, el efecto inmediatista de captar cantidades inconmensurables de ideas sueltas; por encima de la capacidad intelectual de agruparlas, organizarlas, concatenarlas, contrastarlas, discriminarlas, problematizarlas, en fin raciocinarlas para entenderlas mejor. En fin, hacerlas objeto de conocimiento científico, comprobable y crítico, con validez y verosimilitud inteligente.

Creo pertinente incluir un comentario, a propósito de la cita: Anónimo dijo… – Un servidor también es profesor de filosofía y puede asegurar que nadie, absolutamente nadie, habla en prosa. Nos comunicamos con interjecciones, sobreentendidos, implicaturas, frases sin terminar, etc. La escritura es un dispositivo distinto del habla, y de ahí que haya que enseñar a los alumnos a cambiar del uno al otro. Sino… ¿de qué? 10 de octubre de 2008, 5:48. – Huelga decir que este autor tiene razón y que en uso de su saber crítico puede distinguir la licencia literaria que ejerce Molière; ésta de índole estrictamente literaria, aquella de naturaleza académica Lingüística. Lo que no resta mérito al ingenio del dramaturgo y el juego de su fino espíritu intuitivo de la condición humana.

Pues bien, las implicaciones psico-pedagógicas de las nuevas generaciones quedan bien reseñadas por el investigador, Olivier Houdé, psicólogo autor del libro “Aprender a resistir” y Director del laboratorio de sicología del desarrollo y educación infantil del CNRS-La Sorbona, de París. Su hipótesis de trabajo surge precisamente observando los hábitos de la joven generación que designa como “La generación Z”. Entendiendo por ésta al grupo de población nacido después del año 1995, pleno despliegue del Internet y los juegos cibernéticos, forma un contingente que suma 2,000 millones de jóvenes a nivel mundial; la cual  “ha crecido con los videojuegos y los teléfonos móviles, ha ganado aptitudes cerebrales en lo que se refiere a la velocidad y los automatismos, en detrimento de otras como el razonamiento y el autocontrol” (Fuente: AFP, París y Tokio. Artículo publicado por La Jornada, Ciencias. Jueves 15/02/2015. 6ª).

El precio que pagamos, al conducirnos así, es que vamos perdiendo progresivamente la capacidad raciocinante, discursiva que posee nuestra inteligencia racional, y la vamos reduciendo a ideas o conceptos separados unos de otros, discretos –es decir, sin conexión conceptual-, que se suceden en cadenas simples conjuntivas o disyuntivas (y…y…), (o… o…) sucesivas. A este fenómeno comunicativo la Lógica le llama “ilación” o simple yuxtaposición de ideas (él vino y dijo que…y le entregó… y hasta le prometió… y luego se fue, y ya…), sin relación vinculante por su contenido (no le aclaró si fuera blanco o negro…, le hizo entrega de…porque se lo había prometido, y dio por terminado su mensaje para regresar por donde vino…, fue de este modo que terminó su conversación). En suma, vamos perdiendo nuestra capacidad de razonar, de pensar en secuencias lógicas y de poder deducir o inferir consecuencias previsibles de nuestras acciones, ya sean presentes o futuras. El efecto indeseable de esta pérdida cognitiva consiste en construirnos una imagen inmediatista, ingenua del contexto bio-social y físico del mundo que nos rodea; en demérito de una imagen crítica, razonable, objetiva de las condiciones circundantes de nuestro mundo actual. Además, personalmente vamos atrofiando nuestro potencial imaginativo, inductivo, deductivo que posibilita y condiciona nuestra capacidad de decisión. Eh aquí el objeto semiótico prioritario de nuestro Sistema Educativo mexicano, lo otro –tomar las calles, el arrojo de la multitud que invade las vialidades y así pretende invadir la historia- es un miserable juego de poder del llamado magisterio, para preservar privilegios y prebendas al peor estilo feudal, que nada tiene que ver con el aprendizaje y desarrollo científico en la contemporaneidad.

Como todo otro maestro, después de varias centenas o acaso millares en algunos de exámenes escritos revisados, puedo afirmar que el gran faltante de las jóvenes generaciones de estudiantes es la incapacidad de escribir un párrafo con corrección gramatical y sintáctica, con lógica en su enunciación discursiva, coherencia en sus conceptos y contenidos, rigor en sus acepciones críticas, fuerza probatoria en la construcción de su argumentación conceptual; claridad raciocinante y distinción de ideas, para decirlo con el ideal cartesiano, simple pero poderoso de ideas claras y distintas. Este sí es el reto educativo del siglo XXI. [email protected]

 

[1] Obras Selectas. Molière. EDIMAT Libros, S.A. Traducción. Biografía, Francisco Caudet Yarza. 2001.

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