Espasmos en los músculos que mueven las alas orquestan un vuelo errático que irrumpe con el silencio de la habitación. El incesante golpeteo contra las paredes, seguido de un repentino cambio tras otro, afilan la mirada buscando evitar la trayectoria de colisión.
La irresistible atracción hacia la incandescencia de una bombilla revela a contraluz sus alas desgarradas. Delicadas e inofensivas, pagan el terrible precio de las leyendas y las creencias infundadas. El hipnótico patrón dibujado atrapa la mirada en una tregua firmada mientras se posa en una esquina del estante que guarda la comida.
Fue la última noche de ese vuelo alborotado, consumida sobre el piso, con un largo cabello castaño enredado, de un color tan igual al de ese hipnótico patrón dibujado del que sólo el alba sabe cómo terminó enmarañado entre sus patas, quedó quieta, firme, esplendorosa.
Estará en una caja guardada para observar de vez en vez cada uno de sus detalles. Una caja que se abrirá siempre con la duda de que las leyendas sean ciertas y de que en errático vuelo la mariposa negra se haya liberado.




