Lately words are missing from now on,
vanished in the haze of love gone wrong.
There’s no future, there’s no past,
in the present, nothing lasts.
Lately someone’s missing from now on
Lately – Lera Lynn
Al inicio del año 2018 podemos marcar algunas pautas que definirán el rumbo, no sólo del año, sino del país. Estas pautas están condicionadas por tres categorías que guardan relación simbiótica entre sí: lo electoral, lo económico, y lo que tiene que ver con la violencia, sea la ejercida por el Estado, o la que es llevada a cabo por la delincuencia. En este sentido, podemos prever un año complicado.
En lo electoral, como ya se ha ensayado en este y otros espacios, el escenario coloca a Morena-PES-PT todavía en la punta de las preferencias. A la saga van PAN-PRD-MC, y ligeramente debajo el PRI-PVEM-Panal. Los movimientos que se den en este escenario a partir de este mes podrán modificar también las categorías de economía y de violencia; pongo dos ejemplos: los mercados no se comportan de la misma manera si aventaja AMLO, que si aventaja Meade; de igual modo, la violencia no tiene la misma conducta si los grupos panistas opositores a Felipe Calderón se posicionan mejor que los grupos priistas que han dado continuidad a la línea de EPN en el combate a la delincuencia.
En consonancia, la debacle económica nos ha pegado y seguirá su golpeteo durante los meses previos a la elección. La liberalización de los precios de combustibles (gas LP y gasolinas, por ejemplo) tunden de lleno a la economía doméstica de todos los hogares; sumado a que la vulnerable paridad entre el peso y el dólar nos afectarán a todos. A esto le añadimos el panorama internacional, en el que Donald Trump juega con Rusia, China y Corea del Norte a un penoso Large Dick Contest en el que nos arrastra a todos en el vaivén económico. Igualmente, está probada la relación que guardan la precariedad económica y la violencia. Si hemos padecido la escalada en la violencia producida por la delincuencia organizada, con la penuria económica veremos el alza de la violencia producto de la delincuencia común, del robo, extorsión, y despojo violento realizado por pandas de personas vulneradas por la economía al nivel más doméstico del barrio o la colonia, ante la ineficacia de las policías y sus fallidas estrategias de proximidad, prevención y reacción.
La violencia como síntoma de la descomposición social ha sido uno de los estigmas de este sexenio. Si la violencia con Felipe Calderón nos puso en el ojo internacional con respecto a la nulidad de los derechos humanos, de la preservación del tejido social, y de la carencia de sentido común en el combate al crimen, con EPN hemos alcanzado cotas de franca guerra civil no ideologizada. Lo peor es que no se ve luz al final del túnel. El aparejamiento de política y violencia tiene un germen al que no se le ha atendido: la corrupción y la infiltración del crimen en la política y la seguridad pública. En Guerrero, por ejemplo, la clase política ha padecido asesinatos de aspirantes a la próxima elección, por su filiación a uno o a ningún grupo delincuencial. Así mismo, la lista de alcaldes y demás autoridades (de todas las entidades y de todos los partidos) asesinadas este sexenio es escandalosa. Si el síndrome de Guerrero se extiende durante este año, la elección la definirá en buena medida el ejercicio de la violencia. Paralelamente, la Ley de Seguridad Interior no brinda ninguna certeza de que esto pueda ir a mejor, al contrario, sus vacíos y ambigüedades nos ponen en suerte entre la feroz violencia criminal y la desaforada acción de las fuerzas armadas del Estado. Lastimosamente, el periodismo es uno de los principales reductos violentados, el espacio donde debiera discutirse lo público se anega en sangre: 2017 fue un año funesto para el ejercicio de la prensa libre, y el Estado -incapaz de defenderse a sí mismo- poco o nada ha podido hacer para defender a este gremio. Toda esta categoría redunda en detrimento del espectro económico, que se constriñe a mayor violencia; que se reduce conforme aumentan los índices delictivos: el consumo se contrae y el dinero fluye de a poco.
Así, podemos pronosticar que el país se mueve mediante esta espiral de fuerza centrípeta formada por los vectores económico, electoral, y de violencia; mismos que irán a generar una entropía con tendencia al caos; a menos, claro, que las élites (políticas, económicas, y criminales) lleguen -cada cual en sus propios frentes- a acuerdos en pro de la subsistencia de un sistema que ya no da mucho para nadie; o que -de plano- la ciudadanía ejerza su poder factual; o que se renueve el pacto de poder entre gobernantes y gobernados; o que los pronósticos de año nuevo en verdad funcionen. Como sea, una clave puede ser resistirse a la desesperanza. Feliz año 2018.
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