Dreamer, you stupid little dreamer
So now you put your head in your hands, oh no
I said, “Far out, what a day, a year, a life it is!”
You know, well you know, you had it comin’ to you
Now, there’s not a lot I can do
Dreamer – Supertramp
I
La Forma del Agua, de Guillermo del Toro, tiene -además de una riqueza estilística- un discurso político palpable en su arco dramático, pero -sobre todo- en el análisis de sus personajes. Me disculpo por adelantado si usted no ha visto la película; hablaré sobre el diseño de los personajes e intentaré no revelar puntos argumentales de la trama.
Para comenzar, en el reparto de protagónicos contra antagónicos, la postura es muy clara: la acción dramática la llevan una mujer muda, una mujer negra (ambas empleadas de limpieza, depauperadas), un caricaturista homosexual que oculta su alopecia y un ente anfibio enamoradizo. El símbolo de los protagonistas es claro: representan a la otredad, a las minorías o grupos vulnerados. No es casual que los personajes que más hablan en la película sean la mujer negra y el homosexual. Es un símbolo, una gentileza para los “sin voz”. Tampoco es casual que la narrativa del periplo amoroso entre la mujer muda y el ente anfibio no requiera del artificio de la palabra oral. La belleza y la verdad no dependen de la demagogia, sino que la trascienden.
Por otro lado, quienes se oponen a la acción dramática son -en suma- el buró institucional representado por un villanazo épico: un funcionario gubernamental, sombrío, con potestades sobre la milicia, la actividad científica del estado, la Seguridad Nacional, y la labor policiaca. Un hombre blanco, capitalista, religioso, heterosexual, proclive al acoso sexual en el trabajo, de clase media alta, que cosifica a su dulce mujer (ejemplo de ama de casa, dedicada a la cocina, la crianza, y el débito sexual matrimonial), y que simboliza -con su auto nuevo y toda la aspiración de futuro- al rancio y vetusto American Dream.
El personaje pivote es un científico que queda emparedado entre las pesadas maquinarias institucionales e ideológicas de la Guerra Fría. Aquí, el contexto de la animadversión contra los rusos adquiere dimensiones hilarantes, porque la película rescata con vitalidad temores de hace 60 años y los presenta con una vibrante vigencia.
Así, Guillermo del Toro, un director de cine mexicano que triunfa en la industria del espectáculo más capitalista y representativa del American Dream, del American way of life, toma postura política de manera inteligente, y les habla a los operadores de esa maquinaria, en la enorme caja de resonancia que es Hollywood para criticarles en su propio lenguaje. Y le sale bastante bien.
II
La noche del pasado martes, Donald Trump dio su discurso sobre el State Of The Union (SOTU). El primero de su gestión. Un discurso largo (casi una hora con veinte minutos) en el que -por más ánimo conciliador que le haya querido imprimir- ahondó las fuertes diferencias de concepto de país que se tienen en las distintas fuerzas políticas de EU. Trump, sin volver a ser el bravucón incendiario, dio muestras de lo en serio que se toma el papel de jefe de Estado, y para dónde quiere llevar su modelo de nación. En síntesis, van unas viñetas sobre lo dicho en el SOTU:
- Los acuerdos migratorios van (con restricciones), a condición de la construcción del muro con México, ya que –a su entender- por la frontera pasan las drogas y los Bad hombres.
- Mantener a Guantánamo como centro de detención política; sí, como en la guerra fría.
- Recortar impuestos y fortalecer infraestructura; es decir, el gobierno proteccionista.
- Incrementar el gasto militar, la investigación científica con fines bélicos, y el arsenal nuclear.
- Convocar a la unidad nacional en torno al American Dream, entendido este desde la vetusta doctrina Monroe de América para los americanos.
- Y sobre los dreamers, en el American Dream, los americanos también son dreamers.
- En suma, patrioterismo de postal que invisibiliza a la otredad y consolida los modelos hegemónicos. Es decir, más del mismo modelo que demerita al “Tú y yo”, y privilegia el “Tú o yo”.
III
Guillermo del Toro ha sido hábil en detectar el conflicto, en expresarlo de forma bella y asequible, y en decirlo de una forma popular y fácilmente propagable. El conflicto es el siguiente: o nos suscribimos a la forma de entender el mundo que tienen los vetustos hombres blancos, religiosos, capitalistas, heterosexuales, machistas, aspiracionales a la élite, violentos, belicosos y fanfarrones, como Trump o el villano de La forma del agua, quienes encarnan al putrefacto American dream; o nos suscribimos a la manera de entender el mundo que tienen los otros, los que históricamente no han tenido voz, los que sistemáticamente han sido personajes de reparto en la historia de occidente, los que se integran en un entorno que los excluye, los que -a pesar de todo- viven sus pequeñas épicas y sus grandes enseñanzas. El conflicto es ese, sobre la forma en la que queremos entender el mundo.
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