It is night, it’s not night
I’m happy, I’m not happy
I’m sad, I’m not sad
It’s early, it’s late
Je marche, Je marche pas…
Prostitute Poem. Gong
A diez días de la jornada electoral 2018, que renovará la presidencia de la República, su Poder Legislativo, y varios cargos locales, ofrezco esta cuarta entrega de los escenarios de prospectiva electoral que iniciaron en esta columna en noviembre de 2017. Los anteriores ejercicios se realizaron, el primero (noviembre 2017) antes de las precampañas; el segundo (febrero 2018) al cierre de las precampañas; y el tercero (marzo 2018) al arranque formal de las campañas.
En suma de recapitulación, las prospectivas anteriores habían previsto los siguientes escenarios:
- Final cerrado, con una tendencia hacia AMLO en primer lugar y Anaya en segundo, y diferencia de entre 5 y 7 por ciento entre ambos.
- Bombardeo mediático contra Anaya por los casos de presunción de lavado de dinero. En los análisis anteriores no se había prospectado, como sí ocurrió, una acción sesgada por parte de las instituciones federales y los medios de comunicación.
- El desplome del PRI a un rezagado tercer lugar. Esto es una clave para la movilización del voto volátil priista, que podría convertirse en voto útil anti AMLO, o consolidarle el triunfo.
- El cúmulo de votantes nulos, indecisos, y ocultos, que -en los análisis anteriores- se prospectaban hacia el 30-35 por ciento. Aquí, desagregamos esa cantidad en dos componentes: Oraculus calcula en 21% el voto indeciso y oculto; por otro lado, el voto nulo podría sumar un 10-13%. Mientras que el primero puede ser una caja sorpresa en favor de Anaya, el segundo definitivamente favorecerá -en el conteo frío de los votos- a la tendencia de AMLO. Como quiera que fuese, tan ingenuo es pensar que los votos indecisos y ocultos no mellarán a AMLO, como ingenuo sería pensar que todos los votos indecisos y ocultos favorecerían -de facto- a Anaya.
- Judicialización de la elección en los distritos más cerrados, que son bastantes. Aquí es indispensable dar seguimiento al actuar del TEPJF, que -por lo menos- en el caso de la inserción del Bronco a la boleta, cunde la percepción de que los magistrados nos quedaron a deber y que su actuación fue sesgada y desaseada.
- Operación diferenciada de jefes políticos locales de los distintos partidos, por cada entidad, en función de los “amarres” hechos con los candidatos punteros. Este factor, si bien aumenta la incertidumbre sobre el resultado final para la presidencia, nos permite augurar que habrá una buena -y sana- dosis de voto diferenciado, lo que impactará en los contrapesos legislativos y de composición regional del poder partidista.
Ahora bien, ya en la recta final previa a la jornada electoral, este es el escenario que –me parece- tiene mayores probabilidades de ocurrir. Si bien la plataforma Oraculus (hasta ahora la que mejor metodología tiene para eliminar el “ruido” estadístico en las mediciones de intención de voto) ha situado a AMLO en primer lugar, con una diferencia de unos 20 puntos porcentuales sobre Anaya, no me parece que el resultado final se vaya a ajustar a estas cifras. Explico por qué:
- Las encuestas ya han demostrado su incapacidad predictiva. Muestran tendencias en momentos y grupos específicos, pero no adelantan de facto la realidad. La prueba de 2012 es ilustrativa: las encuestas daban a EPN una victoria holgada por +/- 20 puntos porcentuales, mientras la urna reveló que –en realidad- la diferencia era de unos 6 puntos, mismos que pudieron haberse movido hacia EPN por el uso propagandístico de las mismas encuestas, y el fenómeno del voto volátil que se mueve hacia “votar por el que dicen que va a ganar”.
- Visto así, es posible afirmar que hay buena probabilidad de ocurrencia de un escenario similar a 2012 o, incluso, a 2006 cuando las encuestas también pronosticaban un margen más amplio y el resultado real fue de mínima diferencia.
- En este caso, 2018, la competencia se antoja de pronóstico reservado, con una distancia de igual o menos 5 puntos porcentuales entre primer y segundo lugar. Esto daría cabida a un “empate técnico” no dirimible en el PREP, sino hasta la finalización del conteo de actas computadas y -eventualmente- hasta el dictamen del TEPJF. Es el peor escenario, por el coste en los riesgos de gobernabilidad que implica, pero también, me parece el más probable.
- En un escenario alterno, la diferencia entre primer y segundo lugar rondaría sobre los 6-10 puntos porcentuales. Esto conlleva menor riesgo de judicializar el proceso, y menor desgaste de gobernabilidad; pero, igualmente, desmiente a las encuestas como agoreras del amplio margen en las preferencias electorales a la hora de abrir las urnas.
- ¿Qué determina esa diferencia entre uno y otro escenario? Tres factores:
-
- La operación en tierra. Morena adolece de esa carencia, al menos, al mismo nivel del PRI, PAN, o -incluso- PRD. Aunque desearíamos que esas prácticas del Mapacheo Electoral fuesen cosa de nuestro folclórico pasado, la democracia mexicana no ha podido desprenderse de ese cáncer. Los partidos harán todo lo posible -sin distingo de si es lícito o no- para cerrar la brecha de votos. Si la pelea fuese entre estructuras, Morena no tendría ventaja alguna, por el contrario.
- En la lógica de lo anterior, es probable que la operación electoral en las entidades diversifique su intención de voto en función de cómo se hayan realizado las alianzas de facto entre las fuerzas, y así ver hacia dónde caminan las estructuras en la jornada. El tema aquí es, básicamente, cómo operarán las entidades priístas (y los partidos de su coalición) que tienen la posibilidad de fortalecer su apuesta por el legislativo, pero -al mismo tiempo- pueden pactar con uno u otro de los punteros, en un contexto en el que Meade ya se estancó en el tercer lugar.
- El voto oculto, el indeciso, el nulo, y la abstención. Sobre el oculto y el indeciso, el planteamiento es sencillo: poco más del 20% de los electores que sí van a votar tienen en su poder el switch de la elección. Para dónde se decanten, es un misterio que las encuestas no han sabido (o querido) revelar, pero constituyen un número que saltará a la vista, y desnudará -otra vez- a las encuestas y a su pernicioso uso propagandístico. Sobre la abstención, los optimistas la rondan sobre el 35%, los pesimistas hacia el 45%, así que una media realista será sobre el 40%, con la nota de que entre más abstención haya, y ésta se encuentre entre los indecisos, más se consolida la amplitud de la diferencia entre los punteros; a mayor participación, sobre todo de los indecisos, más se cierra esa diferencia. Y sobre el voto nulo, el escenario más probable tiene a Meade y al voto anulado a una distancia de entre 5 y 7 por ciento entre uno y otro, de tal suerte que la gente que anule su voto ejecutivo será más de la mitad del voto efectivo priista.
A grandes rasgos, este es el escenario electoral en prospectiva, con el recordatorio de que en política no es posible predecir el futuro, sino sólo captar las tendencias históricas e interpretar las coyunturas presentes, para plantear proyecciones probables. Pues, lo contenido aquí es la proyección que me parece más probable. Con esta edición de Memoria de espejos rotos, me despido momentáneamente del asunto electoral, para retomarlo hasta el 5 de julio. Pero nos leemos el próximo jueves, con otro tema que no sean las elecciones del mal menor, a las que vamos directo.
Si son de su interés los anteriores escenarios electorales de esta columna, le comparto los enlaces para su consulta.
I- Noviembre 2017: https://goo.gl/88h8uK
II- Febrero 2018: https://goo.gl/N1qseY
III- Marzo 2018: https://goo.gl/nKTLbe
[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9