- La violencia tiene efectos económicos multiplicadores además de los sociales
- La atención a la violencia de género representa el 1.6 del PIB del país
La violencia hacia las mujeres no tiene como consecuencia efectos multiplicadores económicos y sociales, que en caso de que fuera desterrada, se vería de inmediato un avance en el desarrollo de los estados y del país mismo, al representar un obstáculo para el desarrollo económico.
Según la Guía para Promover Acciones para Eliminar la Estigmatización de las Víctimas de Feminicidios y Delitos Sexuales en los Medios de Comunicación, publicada por el Instituto Aguascalentense de las Mujeres (IAM), de acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) los costos de la violencia contra las mujeres oscilan entre el 1.6 y el 2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de los países de la región latinoamericana.
Para determinar los costos socioeconómicos de la violencia hace la distinción entre costos directos, costos no monetarios y efectos multiplicadores económicos y sociales.
El impacto socioeconómico de la violencia contra la mujer abarca gastos, que podrían utilizarse para otros fines si se erradicara, tales como los generados por el sistema judicial penal, refugios, atención médica y servicios sociales como: orientación, educación y prevención, capacitación de personal policial, judicial y médico, pérdidas de productividad, ausentismo y aumento de la mortalidad y morbilidad.
Señala que la violencia doméstica y la violencia social constituyen grandes obstáculos para el desarrollo económico, pues se ha comprobado que las mujeres que son víctimas de violencia son menos productivas en el trabajo. Su menor productividad representa una pérdida directa para la producción nacional y tienen importantes efectos multiplicadores: las mujeres menos productivas generalmente ganan menos, y esta disminución de los ingresos, a su vez, implica una disminución del consumo y, por consiguiente, de la demanda global.
Para el caso de México, según estimaciones del entonces Centro de Estudios para el Avance de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), hoy Centro de Estudios para el Logro de la Igualdad de Género (CELIG), de la Cámara de Diputados las cantidades anuales que el país estaría gastando en prevenir y atender a las mujeres víctimas de violencia (salud y justicia principalmente) así como los costos directos en improductividad laboral (inasistencia, pérdida de concentración y otras consecuencias) sin contar, por supuesto, los costos emocionales de las mujeres y otros miembros de su familia, además de la violación de su derecho a una vida libre de violencia, equivalen al 1.6 por ciento del PIB.
En 2016, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que el costo global de la violencia contra las mujeres fue de 1.5 miles de millones de dólares. Es decir, aproximadamente al 2 por ciento del PIB, lo que equivaldría a la economía completa de un país como Canadá (ONUMUJERES, 2016).
En este sentido, de acuerdo con la Campaña General para Erradicar la Violencia en contra de las Mujeres de Naciones Unidas (ONUMUJERES, 2016), las mujeres víctimas de violencia son más propensas a sufrir de problemas de salud físico, mental y reproductivo, lesiones físicas incluyen huesos rotos y problemas de salud crónicos. Las consecuencias en la salud reproductiva pueden incluir desórdenes ginecológicos, enfermedades de transmisión sexual (ETS), infecciones de transmisión sexual (ITS), embarazos no deseados, y problemas en el embarazo y parto.
La violencia en ámbito doméstico y las violaciones ocupan el 5 por ciento del presupuesto nacional de salud atribuidas a las mujeres entre 15 y 44 años en los países en vías de desarrollo, en los países desarrollados es el 19 por ciento.
Una mujer que ha sufrido abusos puede tener una disminución en su salud mental y su funcionamiento social, pues la depresión es una de las consecuencias más comunes de la violencia sexual y física contra las mujeres. Además, las mujeres que sufren violencia son más proclives a abusar del alcohol y las drogas, presentan intentos de suicidio más frecuentes que la población en general y a padecer de estrés postraumático y de padecimientos del sistema nervioso. Atestiguar crónicamente la violencia en el ámbito doméstico puede conducir a un patrón de vida violento al establecer relaciones personales.
Por lo tanto, la violencia contra las mujeres puede evitar que participen completamente de la vida económica, social y política, además las niñas que padecen violencia están más propensas a abandonar sus estudios lo que conlleva a un costo a mediano y largo plazo para la sociedad.




