La situación en Pemex es cada vez más compleja. La empresa paraestatal que nació bajo el cobijo del presidente Lázaro Cárdenas por allá de 1938 y que por décadas ha sido un pilar de las finanzas del país, hoy se encuentra en caída libre a raíz del desplome en su producción de petróleo, el sobreendeudamiento de sus finanzas y su escasa productividad general.
Por un lado y contrario a lo que sostiene el presidente López Obrador, Pemex no ha logrado detener la caída en la producción petrolera, que viene en ascenso desde el año 2000. Datos de la propia empresa revelan que la producción de crudo ligero y superligero se encuentran en sus peores niveles desde 1999.
De los más de 2 millones 861 barriles diarios que se producían en aquel año, pasamos a 1 millón 663 barriles de petróleo diarios, reportados entre mayo y junio de este año. Se trata prácticamente de más de 58.12% de merma en 20 años.
Al tener una densidad superior a los 38 grados API, el crudo superligero es la principal fuente de exportación nacional, pues es mucho más refinable y a un menor costo. Es precisamente en éste en donde se ha registrado la peor caída, de hasta setenta y cinco por ciento.
Por otro lado, la productividad de la empresa camina por la calle de la amargura. Las pérdidas en los primeros nueve meses de este año acumulan 8 mil 982 millones de dólares, es decir, más del 600% de lo que se registró en el mismo periodo de 2018.
Si bien las ganancias de la paraestatal dependen en gran medida del mercado internacional, para nadie es secreto que el plan de negocios no convence, ni a las calificadoras financieras, ni a los compradores, ni al propio FMI, que hoy ve a la empresa como un foco rojo de las finanzas nacionales, al grado que su director ejecutivo exhortó a las autoridades del país a hacer una revisión a consciencia del mismo.
Y es que las promesas del Ingeniero Agrónomo que hoy dirige Pemex, de “hacer mucho, con poco y en tiempo récord”, no se pueden creer cuando las acompaña con frases como: “No manejo bien el tema financiero”, con la que aderezó su reciente comparecencia en la Cámara de Diputados.
El otro factor de riesgo es el sobreendeudamiento de la petrolera nacional, que ha pasado de 155 mil millones de dólares, al término del sexenio de Enrique Peña Nieto, a 179 mil millones de dólares en lo que va del primer año del presidente López Obrador.
El tamaño de la deuda de Pemex es de tal magnitud, que en días recientes la calificadora Moody’s advirtió en un comunicado que la paraestatal se encontraba a punto de perder su grado de inversión, con lo cual pasaría a ser el nuevo “ángel caído” de América, junto con la empresa peruana LNG y las norteamericanas Buckeye Partners y EQT Corporation.
Si bien la debacle de Pemex viene de décadas atrás y se explica en gran medida por la falta de reinversión y el atraso en su apertura al capital privado, que se logró con la reforma energética de 2013, la caída se ha acentuado en lo que va de la presente administración porque parece no haber la capacidad necesaria al interior (al igual que en otros sectores de la administración pública federal).
No sorprende que ante el reciente ataque cibernético con el que fue hackeado y secuestrado el sistema informático interno de Pemex, a cambio de 4.9 millones de dólares, la titular de Sener intentara minimizar el acto con una frase que describe a la perfección a quienes hoy tienen en sus manos los recursos energéticos del país:
“El equipo de informática está arreglando lo del supuesto virus o no se qué, que tiene una de las computadoras”.
Vale la pena recordar que según las fuentes internas de Pemex, citadas por el periodista Carlos Loret de Mola, el ransomware afectó al 60% de los equipos de cómputo, en los diferentes pisos de la Torre ubicada en Marina Nacional.
Y mientras tanto ahí sigue Pemex, en caída libre.




