La imagen muestra la esquina de las avenidas Independencia y María del Rosario Alcalá, justo al sur del edificio sede del Partido Acción Nacional (PAN). Si es la persona que pienso que es -habría que agregar su segundo apellido: Gutiérrez-, se trata de quien fuera una de las primeras candidatas a gobernadora que hubo en México, si no es que la primera.
Pero no ganó; no porque fuera mujer, sino porque contendió por el PAN. ¿Cómo iba a ganar, si era la época en que el denominado “partido de las mayorías” ganaba hasta las perdidas? En efecto, Alcalá compitió por la silla principal del Palacio de Gobierno con el profesor Enrique Olivares Santana, en 1962. De hecho, en alguna ocasión escuché que fue éste quien “impulsó” la candidatura de Alcalá, para no ir tan solito en la boleta electoral, y salvaguardar la forma de una elección supuestamente democrática; competida. María del Rosario Alcalá obtuvo 4,353 votos, por 47,903 del profe Olivares.
En fin, que no es esto lo que me interesa destacar, sino el hecho de que esta flamante avenida, puesta en servicio a fines de 2017, recibió el nombre de Porfirio Díaz. ¿Por qué le cambiaron el nombre? ¿Será que no podemos superar el sesgo que caracterizó la visión priísta de la historia, que condenó al divisionario oaxaqueño? Porfirio Díaz fue el muy conveniente villano que permitió a los “gobiernos emanados de la revolución” justificar su legitimidad, y al parecer este trauma no ha sido superado, pese a que el otrora invencible ya no es la principal fuerza política de México; qué pena. Rosario Alcalá Gutiérrez merece el reconocimiento de todos, por haberse embarcado en una carrera imposible de ganar, pero no de esta forma; no en contra de la memoria sistemáticamente ignorada. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]).
