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viernes, diciembre 5, 2025

La maternidad es un tema esencial para entender las desigualdades de género que vive la sociedad mexicana

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  • Entrevista a Brenda Navarro sobre Casas vacías
  • Nos presenta un universo estructurado por ausencias, necesidades, afectos desechados brutalmente, imposiciones sociales y culturales, para presentarnos una visión descarnada de la realidad mexicana

 

 

El tema de la violencia de género es uno de los temas centrales de la agenda pública mexicana. Un tema que se ha ido abriendo espacio en la agenda pública, gracias al trabajo de activistas, defensoras de derechos humanos, académicas, universitarias e intelectuales mexicanas, que han enarbolado la lucha por la igualdad, la apertura de espacios, pero, sobre todo, han hecho un llamado de atención enérgico para detener la violencia en contra de mujeres, niñas, ancianas, que en nuestro país cobra la vida de once mujeres diariamente. 

La literatura, el arte, no han estado exentas de abordar este tema, desde diferentes ángulos y perspectivas. En ese tenor podríamos considerar a la novela Casas Vacías, de la escritora mexicana Brenda Navarro, publicada por Sexto Piso. Sin embargo, Navarro, teje una obra que centra su visión en la maternidad, para construir una historia poderosa, desgarradora. Casas Vacías se construye a partir de dos voces narrativas femeninas: Una chica de clase media de la Ciudad de México, que se ha casado con un chico español, y una chica de las zonas marginadas de la periferia de la capital. Estas dos voces, aparentemente disímbolas, entrarán en conflicto por el tema de la maternidad. Pero en esta novela la maternidad nos enfrentará y cuestionará el deber ser que se ha impuesto a lo la4rgo de la historia a muchas mujeres: ¿Cómo ser madre? ¿Cómo debe comportarse una madre? El pilar de la familia, y, por ende, de la sociedad. Esa es una imagen que constriñe y que violenta la individualidad y la personalidad de muchas mujeres. La chica mexicana casada viajará a España con su marido, y allá se enfrentará situaciones límites: el desprecio por el extranjero, el nacionalismo y el conservadurismo de sus suegros, por un lado. Además, la familia se enfrentará al feminicidio de la hija, a manos de su propio esposo. Esto dejará a la hija de la pareja en manos de los abuelos, y como responsabilidad de los recién casados, quienes además han tenido ya a su primer hijo. Por otro lado, la historia de la otra chica nos habla de una violencia extrema, pero terriblemente cotidiana: hija de una madre violada por su propio hermano, sufre de las carencias y de las violencias que se han enseñoreado durante años en los barrios de la Ciudad de México. Pero ella, a pesar de su carácter independiente (logra montar un pequeño negocio de venta de dulces) es también una víctima de su propia educación. Se va a vivir con un hombre violento, a quien le pide, que la embarace, ya que su mayor deseo es tener un hijo. 

Es en este entramado las historias de las dos chicas se cruzarán cuando el hijo de tres años de la primera protagonista es robado en un parque de una colonia de clase media de la ciudad. A partir de ahí Casas Vacías nos presenta un universo estructurado por ausencias, necesidades, afectos desechados brutalmente, imposiciones sociales y culturales, para presentarnos una visión descarnada de la realidad mexicana. 

El tema de la maternidad es un tema esencial para entender muchas de las desigualdades de género que se viven en el seno de la sociedad mexicana. El tema de los cuidados infantiles, de los trabajos domésticos, de la presión social para embarazarse, ser madre, recae directamente sobre las mujeres. Y Casas Vacías hace una disección exhaustiva de esos ámbitos privados, en donde las mujeres sufren violencias por parte de familiares cercanos o de sus propias parejas.  

Conversamos con Brenda Navarro (Ciudad de México) quien estudió Sociología en UNAM y es especialista en Derechos Humanos por la Universidad Iberoamericana y en relaciones de género del PUEG de la UNAM, y escritora de varios cuentos publicados en diferentes antologías.  

Javier Moro Hernández (JMH): ¿Cómo empezaste a trabajar en esta novela y cuál sería la idea que le dio pie al proceso de creación?

Brenda Navarro (BN): Empecé a trabajar esta novela porque me interesaba cuestionarme de qué se trataban todos los dolores que nos provocaba el shock que vivíamos en el país con el tema de las desapariciones, feminicidios y la violencia en general. Era un momento en el que sabíamos que no íbamos a tener respuestas pero que era necesario empezar a plantearnos las preguntas. Todo este libro está plagado de preguntas y de hilos conductores que dan pequeñas pistas de cuáles eran las respuestas que me interesa que se contesten: la violencia sistemática hacia las mujeres y el nulo interés en reparar los daños. Esto es algo que me preocupaba y me preocupa mucho ahora: ¿cómo nos vamos a reparar, quién lo va a hacer, de qué manera? Hace unos días acabo de ver la nota que da cuenta de la sentencia a un feminicida y el “reparo” económica no sólo es risible, sino que da cuenta muy clara del valor que le ponen a la vida de una mujer. No digo que la reparación deba de ser económica, pero es evidente la forma en la que el Estado y sus representantes miran la vida de las mujeres. No sólo sostenemos al capital con los cuerpos, sino que incluso nuestra muerte la devalúan. 

JMH: Casas Vacías es un libro que nos habla del dolor en distintos niveles, desde distintas perspectivas. ¿Cómo abordar el dolor sin perderte en él o sin hacer un análisis que se quede en la superficie? 

BN: Me acerco al dolor porque es algo inherente a la humanidad y es lo que nos tira y lo que nos motiva. Creo que eso reflejan las dos voces de la novela: a una, el dolor la tira en una espiral de la que no puede o no sabe salirse. A la otra la motiva a seguir avanzando, no sabe a dónde, pero avanza, no se queda quieta. Y creo que eso es lo interesante, ¿cómo lidiamos con el dolor? ¿cómo se vive eso en México y de qué forma el Estado lo mantienen como una política? No somos un país adolorido sólo por una cosa cultural, al contrario, desde la conformación del Estado-nación que ahora es México, se ha erigido por encima del dolor de muchos que silenciaron y mataron. Ahora es más horroroso porque podemos tener ese dolor a un clic, lo tenemos por todas partes, es pornográfico. Pero sigue siendo la misma lógica, cuando en el himno nacional te dicen “que un soldado en cada hijo te dio” no nos están diciendo que venimos a este mundo a vivir la paz, sino a vivir en la confrontación, en la guerra, en el servicio a alguien más, en la uniformidad, de ser “tropa” para sostener una estructura que se nutre de poder. ¿cómo no vamos a hablar de dolor si ese es el sino con el que nacemos? 

Yo siempre hablo de lo mucho que me gusta Nick Hornby, porque escribe historias muy humanas desde otro lugar, uno muy distinto, puede hablar de melancolía, de soledad, del desasosiego de vivir en una sociedad tan individualista como la suya, pero no mediante el dolor. Eso lo admiro y lo deseo mucho, pero una es la escritora que es. 

JMH: El dolor de la primera protagonista aquí funciona como una mirada hacia todo lo que no se pregunta de la maternidad, que es un tema complejo del que en muchas ocasiones no se habla. ¿Cómo trabajaste esta voz narrativa? 

BN: Yo no creo que la sociedad evada hablar de las maternidades, al contrario, está por todos lados. Todo es sobre las maternidades. En México, además, es una cosa muy tremenda con el estereotipo de las madres mexicanas y que desemboca, por ejemplo, en las burlas detestables que hay sobre “las mamás luchonas”, etc. Si eres madre, porque eres, si no lo eres, porque no lo eres. Vivimos además, en un Estado que sigue criminalizando a las mujeres que abortan, hay mujeres en las cárceles por este hecho. Luego, también están los embarazos adolescentes que son un problema social tremendísimo que se minimiza. Entonces, es obvio que todo el tiempo estamos hablando de esto, nosotras, como madres o como no-madres, le damos un peso muy importante, las quejas y las historias y los testimonios ahí están; lo que pasa es que de pronto se ha venido un boom dentro de los medios de comunicación y la literatura para hablar de maternidades que asusta un poco. Yo soy muy desconfiada y pienso que si de pronto un tema que les incumbe a las mujeres, entra dentro de los espacios públicos, es por algo más. Y ahora, sin poder afirmarlo, creo que va en la mercantilización de las maternidades en todos los espacios posibles: congelar óvulos, maternidades subrogadas, etc. 

Ahora, ante la pregunta podría decirte que lo interesante es observar, es la primera herramienta que tenemos como escritoras, observar, el mundo está ahí, esperando a que lo cuentes. 

JMH: La segunda protagonista es una mujer que desea ser madre a toda costa. Pero este deseo nos habla de procesos sociales y familiares dolorosos. Me gustó este personaje por la carga de símbolos y dudas que lleva consigo. Un personaje fuerte, pero al mismo tiempo muy solitario. ¿Cómo lo trabajaste, qué mirada te llevó a construirlo? 

BN: Es un poco lo mismo que con la primera, se trata de observar y esta segunda voz, se siente tan rica, porque al contrario de la primera voz, que es más reflexiva, más intelectual, esta se la vive de acción en acción, no para. Todo le pasa, a todo tiene que estar reaccionando. No tiene paz, pero esto es un reflejo de lo que sucede con las mujeres que viven en entornos de pobreza, nunca paran, siempre están trabajando, cuidando a alguien más, sobreviviendo. Y de esto hay que hablar porque a mí me harta que me hablen de Virginia Wolf y la habitación propia, cuando hay millones de mujeres en este país que no sólo no tienen una habitación propia, es que simplemente no tienen nada propio y esto me interesa mucho. ¿Cómo podemos vivir en un mundo con tanta pobreza y creer que nuestro mayor problema es individual? 

JMH: Un poco he toca el tema en las preguntas anteriores, pero quería ahondar en el tema de la presión social y familiar para ser madre, y no solo eso, sino que además cuando ya lo eres, tengas que ser una madre perfecta. ¿Cuánto de ese peso cargan las mujeres? ¿Cuánto lastima esa presión a las mujeres? 

BN: Todo el peso que genera crear acumulación de capital recae directamente sobre las mujeres. La macroeconomía, esa que está relacionada con hombres corriendo en Wall Street, la sostienen las mujeres, porque somos nosotras las que limpiamos, cuidamos, sostenemos todo ese sistema que permite que unos cuantos hombres se den la buena vida. Hay numerosos estudios que demuestran que el PIB sin el trabajo reproductivo, los trabajos domésticos y de cuidados a hijos, hijas, abuelas y abuelos, enfermos, etc.; no existiría. Tema aparte, pero también importante, es el del trabajo voluntario que se hace en organizaciones que buscan generar desarrollo en los países de incidencia porque hay ausencia de Estado. Todo ese trabajo no agradable, ese trabajo que mucha gente dice es un trabajo de mierda, recae en las mujeres. Dime entonces, ¿cómo no somos las mujeres, que además no somos dueñas ni del 1% del capital mundial, las que cargamos con esa presión? ¡Y todo eso lo hacemos siendo madres!

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