Tendencias/ Bajo presión  - LJA Aguascalientes
16/06/2024

Uno de los placeres mayores de la reflexión solitaria se produce cuando en la contemplación de la belleza se genera la sinapsis que permite unir los puntos, generar conocimiento, reconocer una pauta, descifrar un misterio, el otro placer es comunicarlo. Informarse para desarrollar el criterio requiere de esa reflexión solitaria, esa lectura en silencio y ausente del mundo para volver a él con las herramientas necesarias que permitan actuar en consecuencia de lo que afuera ocurre. El número de fuentes consultados es proporcional a la capacidad de tomar una determinación que nos acerque a la verdad y que sea benéfica para uno.

De un tiempo a esta parte, cedimos a las redes sociales todo el poder de ser nuestras fuentes de información, no necesariamente a los libros, especialistas o artistas, sino al conjunto de coincidencias de la comunidad de internautas, no a una mayoría de personas que puedan interesarse en lo mismo que nosotros, sino a lo que el algoritmo decide que nos puede interesar. Desconfío profundamente de esas tendencias, no creo que esa disposición de muchos, generada a través de múltiples cálculos matemáticos, sea la guía mejor para acceder al conocimiento; el problema no es el sistema, es la gente, la masa, a la que le gusta hacer famosa a gente estúpida.

Masificación no es democracia, de ahí la paradoja, cuando contamos con la posibilidad de acceder a un número infinito de fuentes de información que permitirían dar relevancia a los temas que nos permitirían resolver mejor nuestras dudas, tomar mejores decisiones, al mismo tiempo, hay más interesados en la banalidad, lo que genera una enorme cantidad de basura que resta importancia a los hechos que deberíamos conocer para actuar mejor.

Las tendencias en Twitter, esa red que tiene como propósito que sepamos qué está ocurriendo, por ejemplo, pueden tener por un par de horas con trending topic asuntos relacionados sobre las protestas por la violencia asesina de las policías en múltiples ciudades y, en el mismo nivel de importancia, chismes sobre una actriz zopenca que dijo prieta o la fotografía de un conductor de espectáculos que revela que lo acompaña un hombre en calzones.

Mi desconfianza no es hacia el entretenimiento, es contra la banalización porque suele mostrar la poca congruencia de la masa, la ignorancia inmensa que saca a flote nuestros prejuicios. Antes de relacionar qué implica y cómo nos afecta a todos el Black Lives Matter, el racismo y la histórica brutalidad policiaca, preferimos la vulgaridad del insulto y se expone como racista a la actriz por una tontería que dijo; antes de la reflexión necesaria acerca de la diversidad sexual y cómo continuamos vulnerando sus derechos, se prefiere la exhibición grosera de la vida privada, el calificativo que desprecia, la acusación moralina y conservadora que discrimina.

La masificación, la banalización, afectan de forma terrible la capacidad de reflexión solitaria porque hundidos en la inmediatez y la necesidad de reconocimiento (me retuiteó una celebridad, coloqué un hashtag, conseguí más seguidores) cedemos a comentar la tendencia, no a provocar una conversación. Rendimos el diálogo a la réplica ciega, una que no genera intercambio enriquecedor, una que define la nimiedad de acumular corazoncitos.

Mientras nuestra forma de leer lo que ocurre a nuestro alrededor sean las tendencias, estamos condenados a protestar y gritar perra policía, sólo eso, sin otros efectos porque antes que discutir sobre el origen del racismo, de la brutalidad policiaca y la naturaleza de la represión, preferimos el chiflido y el insulto que nos otorgan una efímera notoriedad; de seguir comentando esos trending topic con el pretexto de que son divertidos seguirán los crímenes de odio, la indiferencia ante el otro, el reconocimiento de que todos somos iguales, pero eso sí, se acumularán corazoncitos virtuales en el tablero público en que hemos convertido nuestra opinión.

Coda. De los Primeros escritos de Octavio Paz: “El arte de escribir, como el arte de leer, son artes de solitarios, de seres que viven en soledad. A solas leemos y a solas escribimos. Y leemos y escribimos, cuando estamos solos, para romper esa soledad, para poblar esa soledad con un diálogo silencioso. Escribo para ese solitario que me lee. Y ese solitario que me lee, al hacerlo rompe su soledad y rompe esta soledad mía, esta soledad que ya lo presiente y en la que escribo algunas pocas cosas, sin gran substancia ni fundamento, no para asombrar a nadie, ni para instruir o aconsejar, sino para sentirme menos solo, para sentirlo a él en mi soledad.”

 


@aldan


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