Si la memoria no me engaña, cosa más que probable, fue durante la administración del gobernador J. Refugio Esparza Reyes (1974-80) cuando, con motivo de las fiestas del IV Centenario de la fundación de Aguascalientes, se llevaron a cabo trabajos de restauración y remodelación de algunos monumentos de la ciudad, muy principalmente templos. Al de San Antonio, por ejemplo, se le quitaron los obstáculos visuales que impedían la vista que hoy tenemos de esta obra, la balaustrada y un jardín con dos grandes palmeras.
Y así comenzó una labor que excepcionalmente se ha interrumpido, y que dura hasta nuestros días. Cada gobierno “adopta” algunas calles y /o edificios, y las restaura y/o remodela, y nos entrega espacios que nos invitan a observar y apreciar este entorno en el que hacemos nuestra vida. Por eso son valiosos estos esfuerzos: aquí vivimos y es justo que el paisaje urbano sea agradable.
Pero señora, señor: colocar armatostes como el de la imagen, en la esquina de Primo Verdad e Hidalgo, es como renegar de lo hecho, afear lo que se había embellecido. Es como pintar un cuadro y al terminar hacerle un agujero, algo así. Si de por sí semejantes artilugios están horribles -¡y han llenado la ciudad con ellos!-, peor aún resultan en espacios como este. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com.




