Al momento en que usted lea estas líneas, el general de división en retiro y exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, estará gozando de su libertad, en su casa, seguramente rodeado de los suyos y en espera, con el único deseo de limpiar su nombre. El general fue detenido en los Estados Unidos y enfrentó cargos por narcotráfico y lavado de dinero ante una corte de Nueva York; el juicio no llegó, las autoridades estadounidenses desestimaron los cargos y hoy se encuentra de regreso en su país, en espera de ser investigado y procesado por las autoridades mexicanas.
Diplomacia y seguridad nacional se mezclan en la historia de la liberación del general Cienfuegos, es posible que nunca se conozcan los detalles por los que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos decidió pedir a la jueza que desestimara los cargos penales y que fuera entregado a las autoridades mexicanas para que la Fiscalía General de la República sea la encargada de procesarlo de acuerdo a nuestras leyes.
Los Estados Unidos indicaron que compartirán todas las pruebas que se tenían en contra del titular de la Defensa Nacional en el gobierno de Enrique Peña Nieto, mismas que deberán ser incluidas en la carpeta de investigación que, se supone, ya abrió la FGR y de la que el general ya fue notificado. De acuerdo a un comunicado de la FGR, Cienfuegos Zepeda se dio por enterado de esta investigación y colaboró de inmediato con la autoridad proporcionando su información personal y de contacto, incluyendo domicilio y teléfono celular donde puede ser localizado y citado para las diligencias que ordene el Ministerio Público de la Federación, en todo momento el general manifestó su disposición a colaborar; ante este gesto, es necesario considerar las condiciones en que Salvador Cienfuegos fue detenido y su reacción, la de declararse inocente, por supuesto, la presunción de inocencia.
Quienes se han apurado a considerar la liberación de Salvador Cienfuegos como un triunfo de la Cuarta Transformación sólo se fijan en el relajamiento de las relaciones entre México y Estados Unidos, sin tomar en cuenta que dejan en manos de la administración de Andrés Manuel López Obrador una bomba de tiempo que puede dañar su trato con el Ejército mexicano. En los medios de Estados Unidos se pone en duda la honorabilidad del sistema judicial nacional, se asegura desde ya que se le dejará libre y, en general, desconfían del gobierno lopezobradorista.
Acostumbrados como estamos a que los casos de corrupción se olviden, para los mexicanos no pasaría nada si el Gobierno Federal se hace de la vista gorda y permite que se disuelva en el tiempo este asunto, la novedad a considerar es la fascinación que López Obrador siente por delegar el poder en manos de los militares, con la idea fija de un poder centralizado y que obedezca sin reparos, el presidente ha cedido al Ejército múltiples tareas que no tienen que ver con las que constitucionalmente debe realizar. Basta señalar la militarización de la seguridad pública, a eso agregue, la entrega de las aduanas y el encargo de las múltiples obras en manos del Ejército.
La relación que López Obrador ha desarrollado con el Ejército mexicano está poniendo a prueba de manera constante las características que distinguen a los militares en el país, además ha expuesto a sus miembros a la corrupción y las tentaciones del crimen organizado.
El affaire Cienfuegos acaba de iniciar, no sólo el nombre del general ha sido manchado, también el de la institución que dirigió, pocos conocen los detalles de la investigación que motivó su detención, eso ha bastado para ya declararlo culpable, para deshonrar también al Ejército con la sospecha; hay un nuevo balance de fuerzas entre el poder civil y los militares, la mayoría desconocemos cuáles son los tratos, sin embargo, está claro que esa relación requiere un equilibrio para el que no se sabe si el presidente está preparado.
Coda. En la biografía de Madero, Enrique Krauze cita un pasaje de Los últimos días del presidente Madero, del ministro cubano Manuel Márquez Sterling para relatar la detención de Gustavo Madero: “Gustavo y el intendente Bassó, en un automóvil del Ministerio de la Guerra, van a la Ciudadela, postas de carne a la jauría. Burlas, injurias, rugidos, anuncian la llegada. Un individuo llamado Cecilio Ocan es el juez que interroga a los reos. Gustavo rechaza las imputaciones que le hacen sus enemigos e invoca sus fueros de diputado. Pero, Ocón, después de condenarlo, con Bassó, al cadalso, abofetea brutalmente a Gustavo: ‘Así respetamos nosotros tu fuero…’, le dijo, Intervino Félix Díaz y fueron llevados los presos a otro departamento de la Ciudadela. Pero la soldadesca, envalentonada, los persiguió en comparsa frenética y rugiente”… en esas escenas pienso cuando menciono los frágiles equilibrios.
@aldan




