Si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio, no lo digas, suelen usar ese proverbio árabe como advertencia para detener el impulso primero, en especial en redes sociales, no es una censura, es una admonición que intenta prevenir sobre las consecuencias que se pueden tener al externar una opinión que pudiera ser considerada negativa, un comentario que podrá ser visto por todo mundo e interpretado por cualquiera, lo que deja al emisor totalmente expuesto.
De un tiempo a la fecha, la mecánica misma con que la mayoría de las redes sociales alientan la participación, no dejan mucho espacio para los comentarios, se alienta la participación en la comunidad simplificando el método a una sola reacción, y la respuesta tiene que ser positiva. Tenemos los corazones y los dedos arriba, simplificaciones del pensamiento.
Da igual si es un tuit revelador, un comentario esclarecedor o una imagen que merece la recompensa del comentario, la dinámica de las redes sociales obliga a participar de forma inmediata, no hay espacio para la reflexión, si uno se lo piensa demasiado ya aparecieron otra decena o centena de publicaciones con las que nos sentimos obligados a interactuar, porque para eso estamos en esa red social, es nuestro deber comentar, ante la velocidad de las cosas, reducimos la reacción a un Me gusta o Corazón, y listo, ya nos comunicamos, ya formamos parte de la comunidad.
Es un círculo vicioso del que parece imposible escapar, todo indica que la manera adecuada de pertenecer sólo se mide por el éxito que tenemos al comunicarnos con los otros, y ese logró se cuantifica en el número de likes; por un lado, si quieres formar parte tienes que compartir contenido (muy diferente a escribir lo que se piensa o siente o aquello que está ocurriendo) y este debe pasar por el juicio de los otros, esos que en una regla no escrita sólo te visibilizan si antes interactuaste con ellos (te sigo si me sigues; te comento si me comentas). La indiferencia no es una opción y a la conversación se le hace a un lado porque no hay tiempo para ella.
Nos obsesiona pertenecer a toda costa, que nos vean, sin propósito nos arrojamos y presumimos que las redes sociales son una comunidad, pero no hay comunicación entre sus participantes, tampoco objetivo, sólo el propósito de ver y ser vistos, de calificar y ser aceptados.
Necesitados de aceptación no importa reducirlo todo a un gesto hueco.
Coda. Deleuze describe su política del silencio así: “La dificultad hoy en día no estriba en expresar libremente nuestra opinión, sino en generar espacios libres de soledad y silencio en los que encontremos algo que decir. Fuerzas represivas ya no nos impiden expresar nuestra opinión. Por el contrario, nos coaccionan a ello. Qué liberación es por una vez no tener que decir nada y poder callar, pues solo entonces tenemos la posibilidad de crear algo singular: algo que realmente vale la pena ser dicho”, algo tan hermoso como el silencio, sobre todo, algo que merece ser escuchado.
@aldan




