Los datos son demoledores, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las defunciones por covid-19, de enero a agosto de 2020, fueron 108 mil 658 y ocupan la segunda causa de muerte en México; ¿qué otra información nos haría falta para dimensionar el tamaño de la catástrofe de esta pandemia?
Esta información aparece en el Registro de Defunciones que hace el Inegi, organismo autónomo que año con año demuestra el valor que tiene para la toma de decisiones, y que el presidente Andrés Manuel López Obrador desdeña porque él tiene otros datos.
Con Julio Santaella Castell al frente del Inegi, el instituto ha tenido que enfrentar el desprecio presidencial y, hasta el momento, lo ha hecho de manera magnífica, antes que la confrontación con López Obrador, el Inegi ha encontrado la forma de proporcionar las herramientas estadísticas que mantienen contento al presidente y, al mismo tiempo, continuar conformando la estadística que se requiere para la toma de decisiones.
Viene a cuento porque la difusión de la información sobre el número de muertes a causa de covid-19 se supone que contradice las cifras que Hugo López-Gatell proporciona diariamente acerca de las consecuencias fatídicas de la pandemia. Así han leído en los medios la información del Inegi, lo que resulta sumamente peligroso porque se puede volver un arma que emplee el Gobierno Federal en contra del instituto.
El registro de defunciones del Inegi difiere de las cifras de López-Gatell porque proviene de fuentes distintas y está mejor elaborado que el de la Secretaría de Salud, el recuento de las muertes del que se informa todos los días, sólo contabiliza los fallecimientos que ocurren en los hospitales, mientras que el del Instituto proviene de los registros administrativos generados a partir de los certificados de defunción suministrados por las oficialías del Registro Civil, los Servicios Médicos Forenses y de los cuadernos estadísticos suministrados por las Agencias del Ministerio Público, es evidente que será mucho más detallado.
El problema con esta información es que antes de analizarse se quiere usar para beneficio de alguno de los extremos en que la Cuarta Transformación ha polarizado a la opinión pública. Todos intuimos que hay un subregistro de los fallecimientos, todos, esa percepción se contrapone con la insistencia en la mentira diaria de López-Gatell.
Para presumir el adecuado manejo de la pandemia, atenuar los efectos del coronavirus y complacer al presidente, el rock star de la pandemia no ha dudado en manipular la información para evitar cuestionamiento alguno sobre sus contradicciones y predicciones; por eso Hugo López-Gatell no tuvo empacho alguno en calificar sus propias cifras sobre fallecimientos como “incompletas”, así desestimó los ataques que vendrán cuando se le confronte con los datos del Inegi.
Los opositores de la Cuarta Transformación no dudarán en emplear la información del Inegi como ariete para demostrar las mentiras y contradicciones del gobierno, retomando de manera superficial los datos sólo con el fin de alimentar el sospechosismo. Es un juego en el que nadie gana, del que nadie va a obtener nada y puede ser usado como pretexto para, de nueva cuenta, López Obrador incline la percepción de sus huestes para que considere inútil la información oficial.
Antes de emplear el registro de defunciones para pegarle al Gobierno Federal habría que considerar el daño que se le puede hacer a los organismos autónomos, en especial al Inegi, por el mal uso de esta información.
Antes que cualquier cosa, antes que emplear la estadística para ganar el debate, quizá habría que considerar lo que le hacemos a las víctimas al convertirlas en un número en nuestro argumento.
Coda. “Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”, escribió Dostoyevski, deshumanizar la catástrofe comienza con el uso de la información sin considerar a las víctimas.
@aldan
