La incertidumbre provocada por la fallida estrategia de vacunación del Gobierno Federal ha derivado en miles de historias que sólo alimentan el miedo en la población, todos los días los medios reproducen noticias que se refieren a la efectividad de las vacunas, señalan aquellas que no han cumplido con los protocolos, destacan la efectividad de unas sobre otras y aportan elementos para que, de la noche a la mañana, todos seamos unos expertos en inmunización.
A nuestra conversación diaria hemos incorporado nociones novedosas como la aprobación de la Cofepris o la FDA, duración de la inmunidad, anticuerpos neutralizantes y memoria inmunitaria; la pandemia obliga a que aprendamos rápido, no necesariamente a que lo hagamos bien. Todos los días las agencias periodísticas producen notas informativas sobre los efectos de las vacunas y muy pocas de ellas basan sus datos en los descubrimientos científicos, regularmente son historias que reproducen lo que alguien dijo que leyó en alguna parte, comienzan a abundar las referencias a estudios realizados por universidades de nombres prestigiosos, pero existencia dudable; y con la seguridad que nos otorga el miedo, reproducimos esas historias como si hubiéramos sido testigos y no escuchas de segunda mano.
Preferimos no atender la oportunidad que se nos brinda de construir una nueva normalidad y nos arrojamos con fe ciega a la reproducción de la duda y la sospecha, al grado que permitimos que los funcionarios gubernamentales salgan a declarar sobre asuntos de los que no tienen ningún conocimiento, como el titular de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, quien en comparecencia con un grupo de legisladores, aseguró que México no adquiría vacunas de segunda; ¿a qué se refería el secretario?, ¿qué es una vacuna de segunda?, ¿se relaciona con la efectividad o con el costo?
La efectividad de la vacuna contra la influenza reduce el riesgo de contraer esa enfermedad en un rango de 40 % a 60 % en la población general y, hasta antes de la pandemia, nadie podría calificar de poco efectiva esa vacuna, sin embargo, ante el escenario de la escasa producción de la vacuna contra el covid-19, sí se critica el porcentaje de inmunidad que pueda ofrecer cada una de las versiones.
Los medios de comunicación están obligados a dar elementos para que la sociedad se forme un criterio propio en relación a los asuntos públicos, a proveer de la información suficiente para analizar eso que se considera de interés público, en cambio, se ha elegido un enfoque superficial en esta materia y abundan los relatos que alimentan el sospechosismo o aquellos que se relacionan con los errores de los famosos, desde el informe que se basa en un reporte de una revista desconocida hasta la exhibición de la estulticia de un conductor que viajó a Estados Unidos para vacunarse.
Los medios tenemos un compromiso con la didáctica y lo hemos hecho a un lado para, antes de enriquecer el debate público, alimentar el morbo, con la pandemia nos está ocurriendo lo mismo que con la nota roja, que se ha alejado de su propósito original y ahora es la tribuna desde la cual se discrimina, descalifica y juzga a quienes no son como nosotros.
Los cambios a los que nos obliga la pandemia sólo pueden ser decididos desde la manera en que contamos las historias personales, tenemos la obligación de exigir a los medios que asuman la responsabilidad que tienen en darnos elementos veraces, verificados, para poder hacer la crónica colectiva de estos días, una que nos represente como lo que podemos ser, lejos de la estigmatización y los rumores.
Coda. “Tanto si las combatimos como si sucumbimos a ellas, las enfermedades nos suministran una historia. Algunas nos marginan, otras nos arrojan a una sociedad clandestina con sus ritos y tradiciones. Pero en todos los casos dan fe de nuestra capacidad de sacarle partido a la enfermedad cuando no podemos librarnos de ella, de convertir nuestras flaquezas en una experiencia creativa. Incluso herida, la vida puede generar un mundo, desplegarse, dirigir sus propias imperfecciones. Este pequeño campo de acción es todo un universo en sí mismo”. De La euforia perpetua de Pascal Bruckner.
@aldan
