El domingo 24 de enero pasado, el presidente López publicó en su cuenta de Twitter que lamentaba informar que estaba contagiado de covid-19, que los síntomas eran leves, pero que ya estaba en tratamiento médico. A partir de ese momento, el mediático mandatario desapareció del radar de los medios y las redes sociales. El gobierno de la 4T parecía estar preparado para el inconveniente, el propio López Obrador, designó a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, como la funcionaria que lo reemplazaría en las mañaneras para no perder el hilo del acontecer público y, en alguna medida, de la agenda nacional.
Han sido días aciagos para la 4T, fue evidente para la opinión pública el gran esfuerzo realizado por la clase política morenista por sobrellevar la ausencia del presidente. Las mañaneras se contrajeron a sesiones informativas generales con promedio de una hora, contra las casi tres que el titular le asigna día a día. Sin embargo, la tónica de las ruedas de prensa, seguían el libreto tradicional. “Todo bien”, “ya vamos controlando la pandemia”, “el empleo va recuperándose”, y así, parecía que en el país el tiempo debía ralentizarse en espera del regreso de López Obrador.
Durante seis días, que han de haber sido agotadores y eternos para doña Olga, el presidente se guardó muy bien del escrutinio público, no sin antes darle la oportunidad a su vocero de la pandemia, también resguardado por el posible contagio del coronavirus, López-Gatell, de salir al paso de la curiosidad natural de saber acerca de la salud presidencial, y dar argumentos de su negativa de información, debido “al respeto a la privacidad” del hombre más público del país. Finalmente, el sábado 30 pasado, el presidente, a través de un video de poco más de trece minutos, hizo su aparición en un paseo por los pasillos de su casa, el Palacio Nacional, para calmar el interés y la curiosidad de los mexicanos, acerca de su estado de salud, y por supuesto, de su capacidad de gobierno y conducción del país en los críticos momentos por los que atravesamos los más de 128 millones de nacionales.
Pausado y bien abrigado, recorrió salones de la sede de su gobierno, explicando acerca de la evolución de su contagio. Además, se explayó respecto a la adquisición de millones de vacunas que están a punto de arribar a México. Recitó con mucha precisión los nombres de las diversas vacunas que destacan en el mercado mundial, así como los laboratorios responsables de su elaboración. Millones y millones de vacunas que coinciden con las promesas de la 4T para inmunizar a la población médica de primera línea, a los adultos mayores, a sus siervos (de la nación), y muy probablemente, a sus otros allegados. No era un presidente, digámoslo así, entero. Se mostraba diezmado en sus capacidades físicas, seguramente resultado de los efectos de la enfermedad. La reaparición no dejó del todo satisfechos a buena parte de los mexicanos, ha mentido tanto, ha simulado tanto, que la desconfianza es patente. Su restablecimiento pronto y completo, lo debemos esperar todos. Alguien debe ser responsable del curso del país.
Pero la ausencia del gobierno no se remite exclusivamente al contagio de López. Los resultados del desempeño del país en diversos aspectos críticos estaban señalando que los principios no eran de una semana para acá. El viernes 22 de enero, con todo y sus reservas, el presidente de México se vio en la necesidad de pedir ayuda a su homólogo norteamericano, Joe Biden, para que interviniera a favor de nuestro país para el envío de las vacunas comprometidas por Pfizer, a lo que disculpó el presidente estadounidense, ya que su prioridad es la población de su nación, así es que “sorry”.
Según nuestro gobierno ya estaba todo arreglado en materia de la adquisición de las dosis de los biológicos para la campaña de vacunación nacional. De eso, nadie puede estar seguro, ya que los documentos que soportan tales dichos han sido reservados en aras de algo, quizá de la propia seguridad de la 4T. La portada de la revista Proceso de esta semana es elocuente: REBASADOS, sobre una fotografía de los López.
El Inegi, por su parte, publicó en la madrugada del viernes 29 los datos de sus ejercicios estadísticos relativos al comportamiento de la economía nacional en el año de la pandemia. La caída del PIB fue del orden del 8.5%, superando significativamente, la caída del famoso Error de Diciembre, del 94-95, siendo la más grave desde la Gran Recesión de 1932 en el país. La primera plana del diario Reforma del mismo sábado 30, caracterizó la crisis económica como la peor crisis.
El empleo no alcanza a recuperarse, la economía está al garete, la secretaria, doña Tatiana Clouthier, no ha alcanzado a dimensionar, ni comprender, las acciones relativas a la contención de la crisis, ya no digamos su recuperación. El país requiere capacidad de gobierno al 100%, la lealtad no basta.
Es patente también, la ausencia de efectivas acciones de gobierno en materia sanitaria, el país va en retroceso, la pandemia aceleradamente va retomando su imperio. Se acabaron los estados en semáforo verde. En la semana el promedio diario de contagios se acercaba mucho a los 20 mil casos, y las muertes rebasaban con amplio margen los mil decesos. Casi dos millones de contagios confirmados y más de 158 mil mexicanos fallecidos. Los números y las políticas de salud del país han orillado a países como Canadá y Cuba, a suspender sus vuelos a territorio nacional, con los efectos económicos negativos en el sector turismo, ya de por sí mermado.
Sí el gobierno de la 4T no se asume como tal y se hace presente en la conducción del desarrollo del país, en cuestiones menos espirituales como las que le preocupan al presidente López, y si no logra recuperar la confianza de los mexicanos en lo inmediato, el 2021 competirá de tú a tú con el año de la pandemia.
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