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viernes, diciembre 5, 2025

Principios/ Bajo presión

Edilberto Aldán
Edilberto Aldánhttp://edilbertoaldan.blogspot.com/
Ex Director Editorial LJA.MX (2012 - 2024)

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El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene todo el derecho, como cualquier mexicano, de desear cambios en la Constitución, el problema es que él no es cualquier mexicano y tiene a cientos de legisladores para quienes su palabra es la ley, así que si las cosas no le salen al líder de la Cuarta Transformación como quiere, basta que con que lance un “fuchi caca” para que sus mascotas se muevan al son que él quiera.

“¿A quién la va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”, dice Chico Marx disfrazado de Groucho Marx en la película Duck Soup, y esa es la premisa de López Obrador desde el púlpito de la mañanera. “Yo estoy seguro que no es inconstitucional la reforma, pero si así lo determinan jueces, magistrados, ministros, enviaría una iniciativa de reforma a la Constitución, porque no puedo ser cómplice del robo, del atraco, no puedo aceptar que particulares dañen a la Hacienda Pública”, el marxista López Obrador sólo ve la realidad que se vive en la República de los Otros Datos, ¿a quién le vamos a creer?

Los cambios que exige el presidente a la Constitución representan la oportunidad de discutir sobre la Constitución, sus alcances y sus límites, al momento ya varios expertos en derecho han descartado que la exigencia de López Obrador pueda llegar a buenos términos, es decir, a donde quiere él, porque junto a la Constitución están los tratados internacionales que México ha firmado, y como la contrarreforma que propuso para la industria eléctrica afecta varios de esos tratados, pues no va a pasar. Así que contamos con alguien que sí sepa de leyes para ponerle freno a quienes desde el Congreso se someten a la voluntad presidencial.

Es posible que el presidente sepa que no va a prosperar su deseo de modificar la Constitución a la medida de sus personalísimos deseos, por eso en la misma misa matinal, agregó que para las modificaciones constitucionales requiere el apoyo de las dos terceras partes tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores y apuntó “entonces que lo decida el pueblo. Además, qué bien que vienen elecciones porque por eso ellos están apostando a que no tengamos mayoría, para seguir manteniendo privilegios”, refiriéndose con “ellos” a los jueces que apoyan los amparos.

Las reformas que desea López Obrador parecen responder a otra frase de Groucho Marx: “Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros”, así que, tengamos otra Constitución; sin embargo, al insistir en que será el pueblo el que decida, lo que el presidente está haciendo es un acto de campaña, sabe que estamos en tiempos electorales, sabe que sin él Morena no lo va a lograr en muchas elecciones locales, así que emplea el viejo recurso de estigmatizar a sus adversarios para que los tetratransformistas le otorguen, de nueva cuenta, su apoyo.

Los embates del titular del Ejecutivo federal contra el Poder Judicial plantan la idea en el pueblo, de que los malos son los jueces, argumento que tiene suelo fértil en una sociedad acostumbrada a la impunidad, ya que la idea más cercana que tenemos de quienes se encargan de estudiar las leyes creadas por el Poder Legislativo y juzgar a quienes cometen una falta, no necesariamente es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para muchos de nosotros el Poder Judicial son las salas administrativas, civil y penal, los juzgados, donde todo mundo tiene una historia de injusticia cometida.

Cuando López Obrador ataca a los magistrados ladinamente los llama jueces para compartir la idea de que quienes nos juzgan, los licenciados, están intentando detener la transformación de cuarta propuesta por el de Morena. Con esa imagen en mente, básicamente a nadie le va a importar que se cambie la Constitución, pues tenemos una idea de que las leyes las aplican los corruptos porque no nos benefician siempre, y sobre la justicia contamos con una idea tan pobre que se asemeja a la venganza.

Polarizar, hacerse la víctima, ese es el discurso de López Obrador, su forma de hacer política, al más puro estilo de la definición de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Coda. No puedo cerrar más que con otra cita que se atribuye a Groucho Marx: “Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente”.

 

@aldan

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