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lunes, diciembre 22, 2025

La culpa no es de quien denuncia/Sobre hombros de gigantes

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Algunos dicen que existen tres clases de victimización; la primera que se da cuando la víctima sufre el delito; la segunda, cuando a la víctima se le culpabiliza por el hecho y se le maltrata por las autoridades; y la tercera, cuando la víctima es etiquetada y afectada por la sociedad en la que se desenvuelve.

Cuando una persona es afectada por una conducta delictiva, cargará durante el resto de su vida con el shock emocional y físico sufrido, el cual, con tratamiento especializado, podrá ser disminuido hasta un promedio tolerable, pero nunca erradicado; pero también, vivirá y recordará la forma en que fue atendida y tratada por las autoridades encargadas de apoyarla en reestablecer sus derechos, y con mayor pesar, tratará de rehabilitarse y reintegrase a la sociedad en la que se desenvolverá de ahí en adelante.

Así es, estamos muy acostumbrados de escuchar sobre “reinserción, readaptación, resocialización, rehabilitación” para el autor del hecho delictivo, pero rara vez nos ponemos a pensar que las propias víctimas, y las familias de ambos intervinientes en el hecho, también deben ser rehabilitadas en sociedad. La rehabilitación es darles las capacidades y herramientas para que vuelvan a ejercer sus derechos como antes del delito los ejercían, La rehabilitación no es hacer un lavado de cerebro a la víctima o al autor, para que se conviertan en personas de “bien”, y puedan regresar a la sociedad como si nada hubiera pasado. La rehabilitación social principal es la de que nadie los estigmatice, etiquete, menosprecie, humille o denigre por haber sido víctima o autor de un hecho delictivo; y esa rehabilitación es justo la que no se da, y menos si desde que ocurrió el caso, la víctima es tratada como la culpable de lo que ha vivido.

Por ejemplo, eso de que los medios manejen que una “influencer” fue detenida, se le vinculó a proceso y está privada de su libertad ya que “fue denunciada” por la víctima, es una forma de victimizar a la afectada, pues la (des)información que fluye, no es que existan datos de la posible existencia de un delito y de que cierta persona probablemente lo cometió, sino de que el proceso inició por que la víctima denunció. Es decir, si la víctima no denuncia, no hay proceso, y entonces no hay delito. La víctima es la culpable de que la “influencer” sufra de la detención, no que ésta sea la culpable de la afectación de la víctima.

El poder de la palabra crea ecos en el universo. A los “influencers” se les llama así ya que tienen el poder de influir e inducir los comportamientos y visiones de las personas que ciegamente los siguen, en un mundo de baja autoestima y de querer ser quien no se es. Por eso se venera y aplaude el éxito de alguien que no es “igual a uno”, y en cambio se trata de pisotear, denigrar y despreciar al “igual” que tiene éxito. Esa es una de las formas modernas de revictimizar a las víctimas, y de provocar que las demás víctimas se inhiban y prefieran esconderse y quedarse con su dolor, al ver a lo que se exponen si quieren exigir justicia.

La libertad de expresión no es un escudo contra la difamación, la injuria y los delincuentes de closet. Y guste o no, si alguien utiliza el poder de la palabra, y además lo proyecta a través de la red de información, para destruir una vida o insultar a un ser humano, ningún Estado Constitucional de Derecho los protege en la actualidad. Las palabras hacen ecos en el universo, y los ecos generan consecuencias. Y si no lo creen, pregúntenles a los que siguen despotricando a través de las redes sociales con argumentos de que la libertad de expresión ampara su derecho a denigrar, discriminar y generar odio. Vean las consecuencias que ellos llevan y llevarán a lo largo de sus tristes y solitarias existencias, donde ni siquiera se han dado cuenta que la “aceptación” que tienen es por el temor que infunden, pero esto no es porque estén destinados a ser líderes, sino porque fueron creados para que todas y todos los demás que tenemos la desdicha de que se crucen en nuestras vidas, podamos llegar a la mejor versión de nosotr@s mism@s. In Lak Ech- Hala Ken.

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