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viernes, diciembre 5, 2025

Ciclos de poder, un cuento casi realidad/ La columna J 

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 “El poder no se hereda, el poder se arrebata”

Erase una vez en la tierra de la gente buena, la historia de un rey que había tenido un reinado de 20 años, al principio de su mandato tuvo mucha aceptación, la gente le quería, su equipo de consejeros le eran fiel, su círculo de amigos le eran sinceros y sus escuderos sabían los momentos exactos para defender la causa común. El rey tuvo grandes batallas, en donde contó con una gran cantidad de personas que defendían la bandera azul, sus principales aliados mostraron tener capacidad y lealtad. Incluso sus milicias juveniles destacaban en la proposición y en el modo de abordar cada batalla, su energía y su ropaje era blanco y azul rey, sus jornadas interminables, pero su mejor recompensa era el secreto cumplido de haber conquistado de las batallas de la democracia, que conforme fueron pasando los años se convirtieron en los juegos del hambre.

Los reinados siempre pasan, pero como bien se dice “el poder sin autoridad no es nada”. Una vez que llegó al trono mayor, algo comenzó a cambiar en él, ya no tenía la mirada que alguna vez tuvo, incluso su cabello cambió, seguía montando sus caballos, pero aparentemente pesaba más, pues como bien se sabe, el poder pesa y pesa mucho, no cualquiera tiene poder de saber manejar el poder, porque sucede lo contrario, el poder entonces empieza a manejar a la persona. En los puestos reales comenzó a dar nombramientos con muchas personas desconocidas para el ejército azul, las caballerizas le parecían flacas, y optó por considerar a personas con banderas de otros lados, los arqueómetros y los escudos ondeaban otras causas.

En la tierra de la gente buena hay ciclos de poder, como los hay en todas las latitudes de esta tierra, una joven princesa comenzó a hacer cosas distintas, todo lo hacía con el corazón, pues ella entendía que el mejor modo de lograr una conquista es hacerlo con la convicción, comenzó enfrentado batallas que nadie pensaba que podía ganar, pero la determinación le hizo avanzar, logró llegar a los lugares donde los sabios senectus se concentraban, el lugar de donde emana el poder para toda la tierra que es regida por el escudo blanco y azul, la princesa empezó a trazar el camino de la victoria. Pero como todo proceso de lucha de poder, ese ciclo de poder generó furia y rencor sobre el rey. El resentimiento fue tan grande que afectó a uno de sus más grandes guerreros, quien fuese su ducado, se convirtió poco a poco en un enano bufón, quien comenzó a lanzar todo tipo de desechos deleznables sobre el campo de batalla, los escuderos de la princesa pensaron que el bufón enano había quedado completamente loco, había perdido el juicio, pero eso era la reseña de lo que está pasando en aquellos que algún día defendieron y lucharon por la causa común.

El rencor y la soberbia comenzaron a construir un ambiente cárdeno y gris, los habitantes se dieron cuenta de que algo muy grave estaba sucediendo, y no precisamente la sucesión de un ciclo de poder era el ocaso de un rey que ganó todo y que a lo lejos se vislumbraba que pronto iba a perderlo todo. La bandera de su castillo tenía destellos rosas porque la princesa y su bandera hacían más que sombra a los vestigios de su reinado. Su ciclo de poder se avecinaba, y sus consejeros le mintieron, le mintieron a más no poder, le decían que todo lo que hacía, lo hacía bien, trataron de construir puentes de arena, todos se derrumbaron, las voces de las serpientes incrustaron temor, y el temor lleva al odio, sus escuderos se transformaron en ominosos mercenarios, portadores de la venganza, incluso en su máxima desesperación consideraron cambiar su identidad, se les ocurrió modificar el escudo azul con blanco para tratar de asumir un símbolo naranja, el color que refería venganza, pero no la transición. El viejo adagio dice “No importa la causa y la lucha que tengas, siempre debes de cuidar en no convertirte en aquello que tanto odiaste”. El ejército de rey se encontraba en la desidia y ellos eran los principales responsables del derrumbe del reino, él cumplió con llegar, pero ellos y ella no entendieron el ciclo del poder, no pudieron con la princesa, y eso los llevó a devorarse unos a otros, como hienas traicioneras que desconocen a su propia manada. El final del rey nunca se sabrá en esta historia, porque la historia es para volverse a contar, es para construir el presente y el futuro, en toda guerra en donde hay reyes, lacayos, esbirros, princesas, futuras reinas, también hay esperanza presente en trazar un horizonte donde el final entendió que en la historia se debe de saber heredar el poder y con eso ser recordado con respeto, pues al final de toda historia es lo único que cuenta.

In silentio mei verba, la palabra es poder.

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