Aviones sobrevolando un monstruo del escritor mexicano Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984) es un libro híbrido, a medio camino entre la crónica y el ensayo y la autobiografía, el libro nos cuenta los viajes y las mudanzas realizadas a lo largo de los años. De Cuernavaca a Madrid, pasando por Montreal y La Habana, Saldaña París realiza un periplo emocional, que nos recuerda los libros, ciudades, calles, amores, soledades, pero que sobre todo nos lleva a las reflexiones personales sobre la literatura y la escritura.
Saldaña París realiza en este libro publicado por la editorial española Anagrama, un periplo por la memoria, para contarnos de sus múltiples mudanzas y lo que estas han significado para su formación como escritor y como lector. Cuernavaca como epicentro de sus primeras lecturas, pero también de sus primeras experiencias como observador de una naturaleza que aún parecía salvaje. Cuernavaca como la ciudad del escritor Malcolm Lowry, que marcaría varias generaciones de lectores y escritores que se pierden aún en los recovecos laberínticos de una ciudad fantasmal, surgida de la imaginación etílica del Cónsul. O la Ciudad de México convertida en una ciudad de ida y vuelta, la ciudad monstruo del título, una ciudad que es epicentro y es huida, una ciudad que se convierte en una ciudad fragmentaria, una ciudad que se transforma a cada ida y vuelta que el autor realiza hacia otros destinos. O La Habana que es una ciudad memoria, una ciudad que el autor descubre a partir de los recuerdos de sus padres, que la visitaron encantados, encandilados con la Revolución y que el escritor (e hijo) recorrerá tratando de seguir los pasos perdidos de sus padres, en una ciudad que parece detenida en el tiempo, pero que aún así se transforma. Montreal como el epicentro del invierno personal del autor, de su caída en los abismos del uso (y abuso) de sustancias, de la soledad de los escritores, del silencio que rodea a la labor de la escritura.
Porque los nueve textos que conforman Aviones sobrevolando un monstruo están cruzados por el dolor, la soledad, pero también por la figura de los escritores que obsesionan al autor. Empezando por Malcolm Lowry, genio y figura, duende que se esconde en los recovecos de las calles de Cuernavaca, pero también en la memoria del autor. Pasando por autores como Dostoievski o el escritor quebequense Rejeán Ducharme, por mencionar solo un par.
Conversamos con el autor de libros como La máquina autobiográfica, del proyecto transmedia Método Universal de Poesía Derivada, y de las novelas En medio de extrañas víctimas y El nervio principal.
Javier Moro Hernández (JMH): Aviones sobrevolando un monstruo es un libro que tuvo un proceso de escritura no lineal, con textos que se escribieron en diferentes momentos, hasta que terminaron conformando este nuevo libro.
Daniel Saldaña París (DSP): Siempre he escrito ensayos y cuando empecé a publicar, casi siempre eran poesía y ensayos, de manera simultánea. Pero nunca me sentí lo suficientemente cómodo como para reunirlos en un libro, hasta ahora, que se publican estos textos que son más recientes, y que tuve suficiente material, para organizarlo y entrever un libro. Hay algunos textos en el libro que fueron escritos exclusivamente para el libro, porque sentí que redondearon el volumen.
JMH: Uno de los temas del libro es por supuesto el tema de las ciudades, pero quería detenerme en el ensayo de la colonia Narvarte y de los aviones.
DSP: Viví muchos años en la Narvarte, en un par de departamentos distintos, y además tengo muchos amigos que viven ahí todavía, es una colonia que se fue gentrificado la colonia, y siempre me llamó mucho la atención el paso de los aviones, porque desde cierta hora tenías los aviones al lado, encima tuyo. Todavía recuerdo esa experiencia de estar en la azotea y sentir que los aviones prácticamente te peinaban. Yo creo que no pasa tanto en otras ciudades, porque los aeropuertos casi siempre tienden a estar lejos de la ciudad, en las afueras, y no se da tanto ese fenómeno como en la Ciudad de México de escuchar y sentir el paso de los aviones. Eso fue algo que al principio me molestaba, me perturbaba el sonido, y ahora creo que hasta lo disfrutó, creo que es algo que le da su personalidad, su identidad a la ciudad.
JMH: Este primer ensayo nos da cuenta de tu regreso a la Ciudad de México, después de vivir varios años en Madrid. Me parece muy interesante, porque has vivido fuera del país, varios años, y a tu regreso describes a la Ciudad de México como un monstruo que amas y odias al mismo tiempo, pero al que regresas con nostalgia.
DSP: A lo largo del libro regresó muchas veces a la Ciudad de México, como que todo el tiempo reaparece esa escena, que es algo muy natural, porque ha sido un ir y venir toda mi vida, desde chiquito que me fui a vivir a Cuernavaca, y luego me fui a Madrid, a Montreal, y entonces pareciera que siempre he estado regresando, entonces mientras vivo fuera vengo de visita y experimentó esa especie de extrañeza de visitar tu propia ciudad como si fueras turista, o con esa mirada |que extraña y que tiene un punto de nostalgia y también un punto de no reconocerla, que es algo que me interesa mucho, que es como nos desacostumbramos a un lugar, y lo empezamos a ver distintos cuando lo empezamos a ver de lejos, y quería que esa extrañeza, se repitiera varias veces a lo largo del libro.
JMH: El desconocimiento de tu espacio natal, también nos puede fracturar un poco, sobre cuál es nuestra ciudad, cuál es nuestro lugar de origen. Ese es un tema al que tu libro también regresas varias veces.
DSP: Creo que una de las cosas que me pasan respecto a la experiencia del tiempo es que a veces tengo una sensación de discontinuidad, como que no me reconozco en los otros “yos” que he sido a lo largo del tiempo. Quizás tiene que ver con eso, con esa experiencia de mudarse muchas veces, incluso dentro de la misma ciudad, mis padres también se mudaron y se siguen mudando todo el tiempo, es como no tener una especie de ancla demasiada clara, lo cual me da esta sensación de desconocerme a mí mismo, no solo a los espacios, y solamente en la escritura y a través de la escritura y en retrospectiva y viendo las cosas que he escrito a lo largo de los últimos años, como que entiendo cuáles son mis afinidades, mis intereses recurrentes, las cosas que más o menos me hilvanan, como personaje, por lo menos, y no tanto como persona.
JMH: En ese sentido, están los ensayos sobre La Habana, que es un ensayo que nos remite a un periodo previo que es el viaje de tus padres a la capital de Cuba, fascinados por la Revolución, y el ensayo sobre tu biblioteca. Son ensayos que se conectan con el tema de la mudanza, pero también con el tema de la memoria, porque finalmente las bibliotecas guardan el recuerdo de quiénes somos
DSP: La construcción de mi biografía como lector, también, que es algo que me gusta mucho de Ricardo Piglia, por ejemplo, en los Diarios de Emilio Renzi, que lo hace muy explícito, que su biografía lectora inicia con un viaje que realizó cuando era pequeño, porque la familia se muda, me parece a Mar del Plata, y a partir de ahí él identificó ese primer viaje como el nacimiento de su identidad lectora, y por lo tanto también como su biografía como escritor. Creo que algo parecido me pasa, y me interesaba mucho escribir una especie de autobiografía fragmentaria, en donde no hubiera tanta distinción entre la experiencia directa y la experiencia como lector, porque creo que muchas veces se traslapan, son como lo mismo, porque mi experiencia del mundo también es a través de los libros, por eso sentí que necesitaba ese último texto del libro, que es el de la biblioteca, como para dar cuenta de esa dimensión lectora, porque yo no sería el que soy sino hubiera leído los libros que he leído.
JMH: ¿Los libros perdidos como parte integral de esa memoria y de esa biografía?
DSP: Los termina uno incorporando, incluso a veces a través de malentendidos, posiblemente el recuerdo de mi lectura de alguno de esos libros importantes, por ejemplo El llamado de la selva de Jack London, que leí a los nueve años, pues sea un recuerdo bastante difuso sobre el tema real del libro, pero conservó una atmósfera, una sensación de lo que trata y una historia que me conté tiempo después de porque ese libro es importante, y creo que esos termina sustituyendo al libro original, es casi como un libro que me inventé.
JMH: Quería regresar al ensayo de Cuernavaca y Malcolm Lowry, como una figura central, seminal, también un autor que obsesiona a los lectores, con un personaje que vive en los bordes, fascinado con la destrucción.
DSP: Es curioso que muchos autores de Cuernavaca y personas que hemos vivido en Cuernavaca y escribimos, nos buscamos en esas miradas de los artistas que pasaron, que estuvieron ahí antes que nosotros, es una ciudad en donde la mirada extranjera tiene un peso grande, tuvo una época de esplendor internacional, que es más o menos la época de Lowry, y la década posterior. Lowry es un autor que en Cuernavaca se lee casi como local, se lee con orgullo de Debajo el volcán, lo cual al mismo tiempo es raro, porque no es una novela sobre Cuernavaca, es una novela sobre un lugar fantástico, imaginario, que es Cuauhnáhuac, que tiene elementos de Cuernavaca, pero también de Oaxaca, pero sobre todo tiene elementos del delirio en el que vivía Lowry. Pero es un personaje que obsesiona y hay un montón de acercamientos biográficos de Lowry, a partir de sus experiencias y sus viajes a México. Yo traté de leer estos acercamientos biográficos, además de leer Bajo el volcán, como empaparme un poco de esas investigaciones, aunque mi experiencia de Cuernavaca está atravesada por otras lecturas después de Lowry.
JMH: Quería preguntarte, en se sentido del esplendor artístico e internacional de Cuernavaca, lo que nos cuentas de la casa en la que vivió tu madre, que fue la casa de María Asúnsolo. Porque Cuernavaca era un lugar que tiene algo misterioso, fantasmal.
DSP: Fantasmal, porque no solo llegó a vivir mucha gente, sino que sobre todo varias personas llegaron a morir en realidad a Cuernavaca. Pienso por ejemplo en Manuel Puig o Elena Garro, cuya historia con la ciudad es mucho más larga. Pero sí hubo muchos personajes, como Charles Mingus, que en los últimos años de su vida decidieron mudarse a Cuernavaca, y vivieron muy recluidos, de puertas adentro, en casas de los que se sabe muy pocos, porque en realidad la tradición de la Casa-Museo existe muy poco en Cuernavaca, hay un par, la de Brady, la Casona Spencer, pero no hay mucha tradición al respecto, y eso genera mucha incógnita, y para mí descubrir a este personaje de María Asúnsolo, que fue una modelo de pintores de la época del muralismo, pero además galerista, intelectual, fue fascinante, fue un descubrimiento paulatino, de ir encontrado a lo largo de los años cada vez más textos en donde se hacía referencia a ella, cuadros en donde aparece retratada, su colección personal que está en el Munal, fue todo un descubrimiento con el mundo del arte de aquellos años. Son personajes que aparecen y nos van obsesionando. Hay varios de ellos en el libro, por ejemplo, en el ensayo sobre Montreal aparece mucho Réjean Ducharme, que también tiene una especie de vida misteriosa, porque desapareció muy pronto de la vida pública, y me obsesionó un poco en el mismo sentido. Creo que me gusta vivir en ese espacio liminal entre la ficción, la historia y la ciudad. La ciudad como una especie de palimpsesto en donde coinciden todas estas historias, entre reales, ficticias, históricas.
JMH: Es un libro que tiene algo de laberíntico, de ciudades, hay escenas que parecen límites, es un libro que bordea ciertos espacios fantasmales.
DSP: Hay mucho de experiencia personal, real, cosas que fui apuntando en mi diario y que eventualmente se fueron convirtiendo en ensayos o en crónicas, pero que muchas de ellas en la reescritura y en el recuerdo adquieren ese rasgo fantasmal.
JMH: El ensayo de Un invierno bajo tierra tiene esa cualidad, de desprendimiento, de alejamiento entre la ciudad y el personaje. Hay razones personales, pero justo el invierno, el frío, nos da una sensación de enclaustramiento en la personalidad.
DSP: Me interesaba retratar esa experiencia de Montreal, traté de reproducir en el texto la sensación de emborronamiento de la realidad, que existe con las tormentas de nieve, que no te permiten ver nada, no te permiten ver en dónde estás caminando, todo está difuminado. Quería que el texto reprodujera esa sensación de extravío y de soledad que da el blanco total, que da esa especie de abismo del blanco, más el paisaje post industrial de Montreal, que es muy característico, hay muchas fábricas abandonadas, es una ciudad que tuvo un boom, y tiene una parte decadente, a pesar de que es una ciudad con una economía sólida, pero si tiene muchos escenarios abandonados, personajes marginales, hay mucha drogadicción, muchas personas que están en el límite de la enfermedad mental, y me interesaba reproducir esa parte de la ciudad menos glamorosa pero más cercana a lo que yo viví realmente.
