Si no aprendemos de los errores, si no conocemos los caminos oscuros de la historia, volveremos a caer en ellos. Joseph Goebels, encargado del Ministerio de Propaganda de la Alemania Nazi, tenía la función de controlar las formas en que la comunicación llegaba al pueblo, lo cual incluía promover sentimientos de orgullo, pero también de odio, y para eso en ocasiones era necesario mentir para convencer de cosas alejadas a la realidad: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Su principio de “vulgarización” implica que toda propaganda o información debe ser popular, es decir adaptada de tal manera que pueda ser recibida y entendida hasta por la menos capaz de las personas a la que se dirige; entre más grande la masa popular, más sencilla debe ser la información. El principio de “transposición” es atribuirle a otro (generalmente un adversario) los propios errores o defectos, es decir, defenderte a través del ataque, pues si no puedes ocultar las malas noticias, lo mejor es inventar otras que ayuden a olvidar las primeras.
La “verdad histórica” fue un término que se utilizaba en los modelos procesales inquisitivos, para dar sustento a todas las atrocidades y violaciones de derechos en la investigación de hechos delictivos. Como el fin del proceso era “reconstruir” el hecho “tal y cómo ocurrió”, y saber exactamente cómo fue, cualquier medio se justificaba para llegar a ese fin. Al concluir el proceso, la autoridad construía una versión acorde a sus intereses, pero la vendía como si así fuera el evento, y ella sólo era instrumento auxiliar para mostrarle a las y los jueces “la verdad”. Los tribunales, de manera cómoda, validaban todo lo que había hecho la autoridad, y miles de inocentes eran declaradas culpables en procesos corrompidos y llenos de impunidad. Hoy, tristemente sigue siendo así en muchos procedimientos penales acusatorios creados para separarse de la “verdad histórica” y resolver el conflicto entre la supuesta víctima y el supuesto autor, ya que lo que sigue importando es construir una verdad, encontrar quien la pague y no a quien la hizo.
Por ello, las “verdades históricas” forman parte de esas selectas mentiras elegidas para hacer creer algo como si de esa manera hubiera ocurrido, y archivar las realidades incómodas que evidenciarían a más de una autoridad en apoyo a la delincuencia o, incluso, administrándola. Así, seguiremos recibiendo información en la que se ataca a contrarios, o que busca responsabilizar al propio pueblo de los errores que se cometen por las autoridades.
Si algo no gusta, pues hay que decir que el Poder Judicial “es corrupto y genera impunidad e indignación”, y “libera a delincuentes valiéndose de tecnicismos legaloides”. Si se quiere distraer, se maneja la información de forma recortada y popular, para dar una aparente sensación de seguridad, en el sentido de que ciertos actores públicos cumplen con sus funciones, pero quienes tienen la función de proteger y garantizar derechos “están mal”.
Pero, ¿por qué no se informa que los tribunales existen, no para cumplir los caprichos de la administración o de los legisladores en turno, sino para proteger a las personas de las arbitrariedades de las autoridades, respetando y haciendo valer sus derechos? ¿Por qué no se informa que los hechos deben ser valorados, y no puede tacharse o estigmatizar a una persona ante la sociedad, si aún no ha sido siquiera juzgada y escuchada en defensa? ¿Por qué no informan que las libertades no son “tecnicismos legaloides” o “errores de interpretación”, sino derechos esenciales de toda la sociedad, que el propio pueblo instituyó para defenderse de los abusos autoritarios?
¿Cuál es la finalidad de mostrar a quienes protegen y exigen sus derechos como equivocados o “coludidos” con la delincuencia? ¿El león cree que todos son de su condición? ¿O es producto de la proyección de la protodecisión de esos informadores?; ¿Por qué repetir constantemente esa mentira? ¿Será que es necesario alegarlo para justificar las violaciones a los derechos humanos, la restricción de garantías, las actuaciones autoritarias, y lograr que el pueblo crea que esto es lo que importa, y finalmente pida que se le de seguridad a toda costa, aunque eso implique ceder sus derechos para controlar la inseguridad?
¿Todo eso es para no reconocer que no se están realizando las actividades necesarias para disminuir la violencia, como la satisfacción de necesidades, la implementación de valores, la eliminación de la discriminación y el fortalecimiento de la fraternidad y solidaridad humana, la adecuada distribución de los recursos, etc.?; ¿por eso se da esa información, en vez de reconocer los propios errores, y no atribuírselos a otro?
El mensaje proyectado es que las personas no tienen derechos, y no pueden existir instituciones que los protejan; todos son enemigos del Estado y deben ser tratados como tales. La comunicación que recibimos es que las únicas verdades históricas son las de la impunidad para los de arriba, y que los de abajo sean la carne de cañón para mostrar que el Estado de derecho “funciona”. Olvidar implica repetir: si no conocemos esa historia, nunca nos daremos cuenta de que las mentiras que históricamente se han dicho, actualmente se han ido repitiendo, al grado que las vemos como verdades y con eso construimos nuestras realidades.
Hay que abrir los ojos, de lo contrario, muy pronto será demasiado tarde.




