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viernes, diciembre 5, 2025

Natividad de una esperanza | Opciones y decisiones por Francisco Javier Chávez Santillán

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Allá en los prolegómenos de la campaña presidencial del 2006, estaba claramente instalado como candidato Andrés Manuel López Obrador que blandía banderas “anti-sistema”, tanto de la formación política como económica, contra quien apenas era emergente desde el flanco derecho “si no como el mejor, sí como el más idóneo”, Felipe Calderón Hinojosa. Su contienda fue aguerrida y extremadamente cerrada, “al punto que hubo de ser judicializada, para resolverla; se erigía aquello del reconteo “voto por voto, casilla por casilla” que se hizo mantra, tan dogmático como cansino de parte de la coalición opositora. Al final, se hizo con el triunfo el que ‘no era el mejor, pero sí el más idóneo’. Y de allí se alza emergente “la guerra contra el narco”, como pecado capital que supuestamente prohijó la pan-violencia que desde entonces asedia a México. La sin razón antecedente de la mentada militarización del país. 

El proceso electoral consecutivo, del 2012, reedita la tendencia de una polarización protagónica, entre el infatigable andarín del territorio nacional y el tenido como exitoso ex-gobernador del Estado de México, personalidad con fuertes timbres del llamado omnipresente Grupo Atlacomulco, Enrique Peña Nieto. Confrontación entre protagonistas de formaciones políticas antitéticas, cuyas prendas personales dominaron la escena y la conversación política; de lo que ahora es llamado un desfase del mercado electoral del lado de “la oferta”, con menoscabo de “la demanda”. Esta no fue invisible, hasta que se hizo bien ostensible gracias al surgimiento inédito de un grupo estudiantil de una renombrada universidad privada, que se autodenominó #YoSoy132, al haber manifestado su inconformidad y posición en contrario al candidato Peña Nieto. 

Precisamente, debido al tratamiento con desdén hacia este, en apariencia pequeño grupo contestatario, al que se le trató de minimizar y restar importancia. Sin embargo, su irrupción emocionada y asertiva, prendió el timbre de alarma, para aquellos equipos de campaña, war-rooms y estrategas electorales que continuaban impasibles acentuando el lado de la oferta política y ésta en las personalidades de liderazgo; pero dejaban en el silencio el lado de la demanda del mercado electoral, exactamente conformado por las aspiraciones, ideales y necesidades de los electores; esos cuya cualidad específica es no tanto la de ser “anti’s”, sino más bien selectivos “switchers”. La modalidad de la ‘polarización protagónica’ mostraba ya su fatiga funcional, cargada además con el sesgo de la oferta del mercado. 

El triunfo subsecuente en 2018, de Andrés Manuel López Obrador, obedeció más al hartazgo de una gran mayoría del electorado mexicano, que había ya visitado la cumbre de la corrupción económica desde la política, el ascenso de la violencia en el país, la insatisfacción de las demandas ciudadanas y el constante deterioro de los auténticos factores del bienestar: el salario remunerador, la aspiración válida a la mejora en todos los órdenes socio-económicos y culturales que garantizan una calidad de vida, el cada vez más lento y bajo alcance del crecimiento de la economía (remember: del “maldito” 4%), la patente desigualdad de estratos y clases sociales, y su creciente polarización entre ricos más ricos y pobres más pobres; en suma, la curva decreciente de oportunidades para el desarrollo justo e integral. Amén del deterioro imparable del medio ambiente y el fixismo económico en las energías con base en la explotación de recursos fósiles, en México convergían todos estos factores restringentes, acicateados además por las pésimas políticas públicas.

Estamos de cara ante el 2024, una masiva y profunda renovación de los aparatos funcionales y operadores del sistema político mexicano. En este renuevo institucional el huésped de Palacio Nacional se oferta como continuador de su proyecto de supuesta “renovación” nacional y se muestra cada vez más categórico e intransigente en la defensa de sus planes renovadores ya no tan sólo del Poder Ejecutivo que preside, sino ostentando una obsena cooptación del Poder Legislativo y, ahora, con mayor rabia y connatos iracundos en contra del Poder Judicial que aún le planta acotamientos a su desbocado afán de poder totalitario, manteniendo como diana principal a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En claro intervencionismo sobre los contrapesos institucionales, instaurados desde los principios Constitucionales vigentes en nuestro Derecho Positivo Mexicano.

En la escena política del país, prevalece un aire de permanencia ahora sí del statu quo del régimen actual, como predictivo de su casi imparable continuidad, dictada desde los más altos buróes de la burocracia federal, hasta los escritorios más encumbrados de los mass media predominantes en la esfera comunicativa; a los que muy recientemente se suman las poderosas mesas de trabajo de la o las élites económicas del país, que se habían mantenido en silenciosa reserva, guardando una cuidadosa presencia “low key”/bajo perfil. Curiosamente mostrando aquel sutil rostro que desnudó la cinematografía en El Discreto Encanto de la Burguesía. 

Y, la razón no es para menos. A los iniciales acercamientos respetuosos y comedidos que, al inicio de la Administración López Obradorista, manifestaron importantes organizaciones empresariales de nivel tres, como el CCE, Consejo Coordinador Empresarial y otras del propio sector empresarial, el gobierno federal en la persona del Ejecutivo respondió con desdén e inflamatorios discursos polarizantes como el de “oligarquía rapaz”, corruptos, ladrones del Erario público, entre otras linduras; eso en contradicción con el trato salamero y obsequioso hacia magnates específicos de la casta empresarial más encumbrada, a quienes ha venido colmando de jugosos contratos, concesiones y otros “pacta non sancta”, tan secretos como opacos, y por tanto, abscónditos en “su real pecho”. Por un lado fustiga a los que no pagan masivos impuestos, y por otro regala son superabundancia de tiempos, modos e instrumentos financieros. 

Pues bien, el punto claro y concreto es que, como obra virtuosa de un prestidigitador, durante los seis ejercicios fiscales que ha venido conduciendo el Ejecutivo Federal ha tenido a bien no juntarse, no negociar con el sector empresarial de la IP, ni siquiera para producir de manera conjunta un arreglo de Reforma Fiscal fehaciente. El orgullo del Ejecutivo ha consistido en fustigar a esa oligarquía rapaz desdeñando su real e importante aporte al enriquecimiento de la Nación, digamos en términos llanos a la formación eficiente y creciente del Capital de la Nación, o del Tesoro Nacional, mediante la puesta en práctica de lo más ordinario a un sistema capitalista: el pacto de una Política Fiscal, correctamente planteada, estratégicamente visionada, consensualmente pactada y acatada por las partes, instrumentalmente modalizada por las tecnologías y mejores prácticas mundiales al uso. Nada de esto se ha hecho en este que se quiere pintar “glorioso régimen de la cuarta transformación”.

Actitudes y prácticas que sin duda han de tener más que perplejos a los grandes actores decisorios del poder central de los Países Dirigentes del Capital a nivel Global, ya que tal práctica y talante contradicen frontalmente las más elementales normas de la “formación de Capital” en el mundo globalizado. Ah! Pero aquí en México se presume por la fracción dominante en el Congreso de la Unión que no ha sido “necesaria” la aportación inversora de los capitanes de la clase empresarial dominante, porque la sola contribución esforzada de las clases medias y trabajadores cooptadas funcionalmente por el SAT, más la conversión del mercado laboral informal en una vertiente del inserto en la formalidad ya contribuyente, e integrando la frontal lucha contra la corrupción -per longum et latum/por larga y ancha que sea-, afianzado todo por el contrafuerte de la No-Impunidad… Es suficiente para mantener las finanzas del país a flote y aun integrando progresivos rendimientos positivos. Por ello, bendita sea la austeridad republicana, y más aún la humilde y dignificante pobreza franciscana parabien del “pueblo bueno”. Podemos amputar el brazo rico de la IP. ¡Ajá!

Ya hemos entendido en otras conversaciones que esa pregonada precariedad no es más que el vicioso sofisma de un totalitarismo faccioso. Lo hemos corroborado en la excepcional fenomenología de las esferas capaces de propiciar la vida, conservarla, acrecentarla, y reeditarla en nuevas modalidades de vitalidad y desarrollo, sic dixit Peter Sloterdijk. Su contraparte, desde el mismo pregonero y predicador del régimen tetra-transformista es la consabida ideología de la beatitud-Fáustica, es decir, de vivir en el paraíso del mimo gratuito, gozar de la saciedad, el lujo y la total ausencia del dolor bajo el cobijo de un astuto y todopoderoso mediador, Mefistófeles, garantía de perpetua felicidad. ¿Malo? Malo para los que quedan fuera, los lanzados a la penuria del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio, de la solidaridad personal y de clase.

Por ello, la doctrina invariable e incontradecible de la pertenencia al grupo de los elegidos, los leales de la Cuarta Transformación. Los otros. los de fuera, son los condenados debido a su inferioridad moral, los derrotados moralmente in saecula seculorum. Es la cosmogonía de los hijos de oro de la madre Patria, lejos de la postración de los hijos de plata y bronce, que al final buscarán con dolor su arrepentimiento, por el que serán sojuzgados por la superioridad de los hijos de oro. En eso se resume la Ilusión-Fáustica que pregonan los doctrinarios de Morena. 

Viniendo a temas más terrenos, somos capaces de ganar en perspectiva y horizonte de futuro, frente a una contienda electoral ya en ciernes, al instruirnos más en los conceptos de verdadera ruptura paradigmática, como ya lo iniciamos con el autor Gabriel González-Molina, (Gabriel González-Molina, Switchers S2, El segmento de la orfandad. Entre el Resentimiento y Salir Adelante. Electores para ganar en 2024. Global Talent University Press. 2023).

Uno de cuyos conceptos centrales es el de La polarización Estética. Que describe como la opción para trascender a otro nivel. (Cfr. O. Cit., ibidem, p. 69) – La tesis primera de este enfoque radica en afirmar que los switchers definen el triunfo electoral. Y la segunda en que para cautivar a los electores switchers hay que construir una “lógica de voto” a partir de sus necesidades y aspiraciones más apremiantes. De lo que se infiere que en 2024, la lógica predominante de voto debe estar fincada en este tipo de polarización, (Ibid., p. 24). 

Dispensándome, por ahora, de doctas citas bibliográficas, apelo a la comprensión de lo que el escritor Jorge Luis Borges nos evoca con su Funes el memorioso, descansar en la memoria complejos conceptos de la técnica y teoría electorales. Para sintetizar como sigue: 

A la pre-candidata del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, desde su espectacular surgimiento como líder de este colectivo social mexicano, se le ha exigido en demasía; se quería que “galvanizara” las masas de ciudadanos inconformes con el régimen López-obradorista, que aglutinara a las clases medias del país y las condujera hasta lograr el triunfo electoral en el 2024. Se le quiere ver a diario con la explosiva enjundia del primer día en la calle acompañada de un gran conjunto de ciudadanos aclamando su liderazgo imbatible. La comentocracia es implacable y argumenta que ha bajado su intensidad, que le falta ponche, que su campaña ha venido a menos; y del campo contrario se hace creer que el triunfo es un hecho consumado, ‘un arroz que ya coció’. A lo que yo opino que no es el caso. es como pretender que a toda emoción intensa, siguiera un eterno e interminable clímax, un orgasmo permanente, un paroxismo inacabable. Todo lo cual, sabemos, es pura ficción. Algún antropólogo sexual ya definió la respuesta sexual humana como un asunto bio-psico-fisiológico de carga y descarga, en curva sucesiva, nada más. A una carga corresponde una descarga, no hay más. Algo así pasa con el proceso electoral. 

Y, si nos atenemos a lo que el autor Gabriel González-Molina propone como su teoría de los Switchers S2, podemos constatar que Xóchitl Gálvez propone cuatro puntos cardinales en su agenda que sí embonan con tal imperativo: Seguridad, Salud, El Campo, la Educación. 

Esta “rosa de los vientos” resume de la forma más coincidente con los anhelos, necesidades y alientos de futuro de los electores que esperan a la toma de una decisión definitoria de su voto; los switchers por venir este 2024. Más adelante habremos de ir substanciando el perfil de esta propuesta que podrá demostrar su decisiva eficacia. Por lo pronto reavivemos la esperanza, revitalicemos nuestro ánimo vital y de familia. ¡Feliz Navidad! 

franvier2013@gmail.com

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