Bajo presión
Derrota
El ingenio nacional para sobrellevar el fracaso con sentido del humor es excepcional, aplicado al análisis político es condenarse a la ceguera y repetir los errores que llevaron a la derrota.
Desde la conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum estableció al morenaje el discurso con que deben analizar las derrotas sufridas en las elecciones locales de Durango
y Veracruz, antes que señalar el número de municipios perdidos, destacó el apoyo a la Cuarta Transformación, comparó los resultados de la coalición contra los de los partidos de oposición para sentenciar: “Así que digan, qué mal le fue a la coalición Morena, Verde y PT en Durango y Veracruz, pues no tanto, ya que gobiernan a una mayor parte de la población”.
Otro momento lamentable de este gobierno, la presidenta usando la conferencia para analizar con un sesgo evidente los resultados de elecciones locales, burlándose de los partidos de oposición y minimizando sus logros.
Horas más tarde, en una ronda de entrevistas a varios medios, Luisa María Alcalde, la dirigente de Morena hizo suyo el análisis de las elecciones de Claudia Sheinbaum, subrayando que señalar que a Morena le fue mal en Durango y Veracruz es una falsa narrativa que quiere implantar la derecha.
La dirigente morenita refirió que en Durango se pasó de gobernar el 15.14 por ciento de la población al 33.05 por ciento; mientras que en Veracruz, se pasó de gobernar del 60 al 65 por ciento de la población.
Lo que no parece entender Morena -o se niega a aceptar por conveniencia narrativa- es que este tipo de lectura aritmética de los comicios no sólo impide una autocrítica seria, sino que pone en riesgo su consolidación como partido. Las elecciones no se diseñan para medir el número de personas que se gobiernan, sino para saber cuántos espacios de poder se ganan o se pierden. Y en este caso, la cuenta fue desfavorable.
Ganar más población gobernada a costa de perder municipios no es un logro, es una distracción. Es como festejar que uno se ahogó en un río que, en promedio, tenía un metro de profundidad. Porque en política territorial, importa tanto el volumen como la distribución. ¿De qué sirve gobernar municipios más poblados si se va perdiendo presencia territorial, si se abandonan zonas clave donde se construyó el músculo electoral? ¿De qué sirve aumentar el número de gobernados si eso no se traduce en mayor organización, liderazgo local o capital político a mediano plazo?
El problema no es sólo el enfoque cuantitativo, sino la actitud frente al fracaso. Lo que hacen Sheinbaum y Alcalde es negarlo, disfrazarlo, empacarlo bonito para el consumo interno. Pero en términos reales, lo que se perdió fue presencia, fue estructura, fue cancha. Y eso pesa más que cualquier suma que maquille la derrota. Este tipo de explicaciones quizá sirvan para mitigar el malestar en las filas morenistas o para seguir alimentando la narrativa de la 4T como un movimiento invencible, pero no ayuda en lo absoluto a la tarea de volverse un partido sólido, crítico y con capacidad de adaptación.
A las elecciones se va a ganar, no a hacer control de daños. La política no se ejerce en promedio, ni se celebra en términos relativos. La lógica de “gobernamos más gente aunque tengamos menos gobiernos” puede sonar atractiva para el informe presidencial, pero en la realidad significa retroceso, pérdida de base, desgaste de imagen y, sobre todo, complacencia. Y la complacencia, como bien lo saben los partidos que hoy están en ruinas, es el primer síntoma de decadencia.
Si Morena quiere consolidarse como partido tiene que aprender a leer sus derrotas sin eufemismos. Tiene que dejar de ver cada pérdida como una victoria con otra forma. Porque cuando todo se presenta como éxito, no hay margen para mejorar, ni voluntad para corregir. Y entonces, el fracaso deja de ser circunstancial para volverse estructural.
Pero claro, siempre queda el consuelo estadístico: quizá mañana, si pierden más municipios, alguien en la dirigencia de Morena saldrá a celebrar que ahora gobiernan menos territorio pero con mayor densidad poblacional, y que eso es una muestra de “eficiencia transformadora”. Tal vez hasta inauguren una nueva doctrina: el triunfo proporcionalmente adverso. O funden una escuela de análisis electoral donde enseñen que perder es ganar un poco, y que entre más te rechacen en las urnas, más fuerte es tu vínculo con el pueblo.
Mientras tanto, los opositores -esos que “no existen”, “no tienen propuesta” y “sólo quieren regresar al pasado”- ganan terreno real. Pero no importa, dirán los morenitas, porque el pueblo bueno ya decidió… aunque de vez en cuando, en algunos municipios, el pueblo decida otra cosa.
Morena tiene dos opciones: volverse un partido que aprende o un club de autoayuda que se consuela con porcentajes. Y por cómo van las cosas, parece que ya tienen listo el nombre del taller: “Derrotas útiles para la transformación: cómo perder sin que se note”.
Coda. También hay propuesta de lema bordado en la bandera: “¡Vamos bien, aunque vayamos menos!”.
@aldan




