En la primera elección judicial abierta al voto ciudadano, el Instituto Nacional Electoral (INE) decidió validar los resultados pese a las irregularidades señaladas en 818 casillas —apenas el 0.97% del total—, en una sesión que duró casi cuatro horas, se llevó a cabo entre tensiones y culminó con aplausos y entrega de constancias. ¿El protagonista inesperado? Los famosos “acordeones”.
El consejero Arturo Castillo insistió en que el uso de estos instrumentos —listados impresos o digitales con nombres de candidatos recomendados para votar— representa una “práctica profundamente antidemocrática que creíamos desterrada”. Su propuesta no fue menor: entregar constancias de mayoría a los candidatos ganadores, pero sin declarar la validez de la elección, al menos mientras no se disiparan dudas razonables sobre el proceso.
Los señalamientos de Castillo no fueron anecdóticos. En más de 800 casillas se detectaron “boletas planchadas”, participación del 100% o más del padrón, tiempos de votación insólitamente largos y sumatorias de votos que superaban la lista nominal. Aun así, su moción fue desestimada por la mayoría del Consejo General, encabezada por la presidenta Guadalupe Taddei, quien calificó de “excesiva y lamentable” la idea de poner en duda todo el proceso por esas anomalías.
Para Taddei, el INE cumplió. Con firmeza, defendió la organización de esta inédita elección judicial, alegando que no puede desprestigiarse el esfuerzo de miles de funcionarios electorales por irregularidades que no rebasan el 1% de las casillas instaladas. “Tuvimos un proceso electoral excelente”, sentenció ante sus colegas.
La decisión fue clara: el INE validó la elección y entregó las constancias de mayoría a los ganadores que ocuparán cargos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y otras instancias del Poder Judicial. Eso sí, con la instrucción de remitir los resultados a la Sala Superior del TEPJF, que deberá resolver las posibles impugnaciones.
Pese a que el acuerdo aprobado reconoce formalmente las irregularidades, también las encapsula en un margen “estadísticamente tolerable”. Desde la perspectiva institucional, los acordeones y las casillas cuestionadas no alcanzaron a contaminar el conjunto del proceso. Pero en los márgenes del Consejo General persiste una duda que, más allá de lo técnico, roza el dilema ético: ¿puede considerarse limpio un proceso donde el voto fue inducido, aunque haya sido solo en una de cada cien casillas?
Aunque no se declaró inválido el proceso, tampoco se enterraron del todo las preocupaciones. La frase de Castillo sigue flotando: “Todos estos elementos me generan una duda razonable sobre la validez de estas elecciones”. El tiempo dirá si la Sala Superior del TEPJF coincide… o si los acordeones se convierten en un nuevo capítulo de las campañas electorales “a la mexicana”.




