La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó una nueva vacuna contra el COVID-19 desarrollada por Moderna: mNexspike. A diferencia de su antecesora Spikevax, esta vacuna representa un avance hacia formulaciones de próxima generación, al ofrecer una dosis cinco veces menor sin sacrificar eficacia. Sin embargo, su aprobación se limita exclusivamente a personas mayores de 65 años o a quienes, entre los 12 y 64 años, presentan alguna condición médica de riesgo.
La decisión de la FDA se sustenta en un estudio clínico realizado con 11,400 personas, en el que se comparó mNexspike con la vacuna existente de la compañía. Los resultados indicaron que la nueva fórmula es segura y tan efectiva como la original, e incluso más en ciertos indicadores, según reportes de CBS News y comunicados de la propia farmacéutica. Su desarrollo busca optimizar la respuesta inmunitaria con menor carga antigénica, lo cual podría facilitar una mayor eficiencia en su producción y distribución futuras.
El anuncio fue recibido con entusiasmo por Stephane Bancel, CEO de Moderna, quien calificó la vacuna como “una herramienta importante” para proteger a los sectores más vulnerables. La empresa planea distribuir mNexspike junto con Spikevax este otoño, permitiendo al público elegir entre ambas opciones, aunque bajo criterios distintos de elegibilidad.
Pero más allá de los avances científicos, la decisión de aprobar mNexspike con criterios tan estrictos ilustra una nueva lógica política en torno a la vacunación en Estados Unidos. Como señalan múltiples medios como CBS News y El Financiero, estas restricciones contrastan con la estrategia anterior del país, que promovía la inmunización universal sin importar edad o condición médica. Ahora, tanto Moderna como su competidora Novavax enfrentan limitaciones regulatorias similares.
Este viraje es, en parte, resultado de las posturas del nuevo secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., y otros funcionarios del gobierno del presidente Donald Trump, quienes han expresado abiertamente su escepticismo hacia las vacunas basadas en ARN mensajero. El escepticismo no se ha quedado en palabras: recientemente, el gobierno federal canceló la financiación destinada a que Moderna desarrollara vacunas contra amenazas virales emergentes como la gripe aviar H5N1, pese a los buenos resultados preliminares obtenidos por la farmacéutica.
El cambio de rumbo también se ha extendido al ámbito pediátrico. Bajo la directiva de Kennedy Jr., el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) modificó su guía, retirando la recomendación de vacunación universal para menores sanos. Ahora, sólo los niños inmunocomprometidos o con condiciones graves son considerados aptos para recibir la vacuna. El documento que respalda esta medida cita la “falta de datos de alta calidad” sobre la seguridad de las vacunas de ARN mensajero durante el embarazo, así como incertidumbre en los beneficios para madres gestantes y sus hijos.
En conjunto, la llegada de mNexspike simboliza tanto una evolución técnica como una inflexión política en la manera en que Estados Unidos aborda el COVID-19. La ciencia ha dado pasos hacia adelante con vacunas más eficientes, pero la política sanitaria parece haber tomado un camino más restrictivo, desconfiado y fragmentado. No es sólo una cuestión de dosis o efectividad, sino de un rediseño completo del mapa de acceso y confianza en la inmunización pública.




