Opciones y decisiones
Entre balar y aullar
El o la ciudadano-a visto como observador común es receptor de múltiples fuentes de ruido humano, y a partir de esas señales sonoras, es decir, de palabras reconocibles, puede identificarse con ellas o bien diferenciarse de ellas; al hacerlo descubre su pertenencia o no al grupo social específico que las emite. Este fenómeno acústico que ocurre en sociedad es capaz de introducir distinciones entre unos pobladores de otros. Gracias a observadores muy sagaces para captar la forma diferente de escuchar ese “ruido social”, e identificarse o distinguirse del grupo social que lo emite, estamos en posibilidad de entender mejor el tipo de comunidad humana con la que nos identificamos, o bien nos distinguimos.
Un observador de este fenómeno acústico que permea en la sociedad, y ha adquirido gran relevancia como su analista, es el sociólogo francés Pierre Bourdieu. En efecto, a él debemos la teoría de la distinción social, pues en su obra maestra La Distinción (1979) revolucionó el estudio de las clases sociales al demostrar cómo los gustos y estilos de vida funcionan como marcadores de posición social y mecanismos de exclusión simbólica. Bourdieu desplaza el análisis desde las dimensiones puramente económicas de la desigualdad hacia el terreno cultural, mostrando cómo las preferencias aparentemente personales en alimentación, música, arte o deporte están profundamente estructuradas por el origen de clase y funcionan como sistemas de clasificación social. (…) Él introduce los conceptos de habitus y capital cultural como mediadores entre posición social y prácticas cotidianas.
La originalidad de Bourdieu radica en revelar que lo que se presenta como elecciones estéticas individuales son en realidad disposiciones socialmente condicionadas que contribuyen activamente a reproducir las jerarquías sociales (Fuente: Pierre Bourdieu: Clase, Gusto y Poder Simbólico. Publicado el 4 abril de 2025 en Sociología. https://shorturl.at/OAmSU).
Lo anteriormente dicho nos hace reconocer lo que pudiera llamarse “la voz del rebaño”. Expresión que a lo mejor nos disgusta por su tono despectivo o menospreciativo, pero lo rescatable es que ese ruido “familiar” nos ayuda a reconocer a nuestro grupo de pertenencia, o bien del que queremos marcar fuertemente nuestra distinción.
En el México de hoy, este ruido humano es particularmente sonoro, sobre todo a partir del arribo al poder de la sedicente Cuarta Transformación de la Nación (a una con la Independencia, la Guerra de Reforma, la Revolución) y ahora, con el ascenso al Poder Ejecutivo del Gobierno Federal, sobre todo a partir de “su continuidad”, a partir de las Elecciones Generales de Junio 2/2024, por votación a favor del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, primero en persona de Andrés Manuel López Obrador (2018) y ahora su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Cuyo ruido de distinción de grupo ha sido más sonoro y aún más estridente para la sociedad mexicana, debido al lenguaje enfáticamente polarizador que le imprimió de origen su líder mesiánico a una con su círculo rojo en el poder. Y ahora reproduce el círculo rojo presidencial, que amplifican los liderazgos notables de “su movimiento” bajo la infamante y espuria “mayoría calificada constitucional”, que gritan a coro su instauración de un “cambio de régimen”; bajo destrucción de las instituciones públicas nacionales nacidas precisamente desde la Independencia del Estado Mexicano.
El análisis de este fenómeno ruido-fónico dominante en el país, encuentra en la citada teoría de la distinción que se articula con otros conceptos clave del pensamiento bourdieusiano, particularmente con la noción de violencia simbólica. Al presentar las diferencias de gusto como naturales e innatas en lugar de socialmente producidas, el sistema de distinciones culturales logra que los propios dominados reconozcan y legitimen la superioridad de los gustos dominantes. Enfatizo el renglón de violencia simbólica, porque ahora se enquista en el espacio de la cultura fonética que con desfachatez divulga Morena, a manera del “nuevo gusto cultural” que tratan de consolidar en el “2º Piso” de transformación.
En palabras más afines al análisis marxiano histórico dialéctico (entiéndase Antonio Gramsci et all, sobre todo en sus Cuadernos de la cárcel, Edición crítica del Instituto Gramsci, A cargo de Valentino Gerratana. Editorial Era), se trata de una estereotipada y estridente alienación pedagógica de su sometido paternalista “pueblo bueno”, que exhiben como conquista histórica, a pesar del ruido cacofónico que producen sus contradicciones internas que ahora mismo están llevando a gran tensión… Guachicol fiscal y filiación narco-criminal. Ruidos políticos distintos que afloran y son patentes en la formulación diferente y aun contradictoria de la “nueva sintaxis constitucional”, sea enfáticamente dicho, de la pretendida “Supremacía Constitucional” del excluyente grupo en el poder.
En este punto, encaja y se complementa con gran oportunidad la aportación del autor que he venido siguiendo, a manera de un marco teórico para emitir Políticas Públicas, Peter Sloterdijk, sobre todo cuando construye sus máximas categorías analíticas, de las que tomo su llamado: El Fonotopo (literalmente, el lugar del sonido). Del que expresa: También Heidegger destaca la importancia de que, gracias a la voz, el ser humano es capaz de comunicar una “inquietud” (Sorge: preocupación, solicitud, cuidado, atención. Alemán. explicativa (Cfr. Esferas III, Capítulo 1. Insulamientos -Para una teoría de las cápsulas, islas e invernaderos-. Loc. 7167). La pertinencia de esta cita consiste en enfocar nuestra atención en que la voz que compartimos como grupo de origen, expresa un especial cuidado, una preocupación, “sorge” en alemán, gracias a la cual expresamos una necesidad a satisfacer o un muy caro objetivo por alcanzar, y ella resuena para llamar a la escucha, a la solidaridad, a la cohesión de equipo para conseguir un objetivo de alto nivel significativo para todo el conjunto.
Afirma Sloterdijk: El lugar suena a sus habitantes. La isla del ser está siempre emitiendo y recibiendo acústicamente (Esferas III. Op. Cit. Loc. 5268). El grupo vive en una instalación sonora de implicitud absoluta; en él es efectivo el escuchar-se, como medio de pertenecer-a-él (Loc. 5274). Ejemplo de ello es la música popular. De manera que este “ruido” comunal es significativo y tiene sentido para enlazar a sus miembros en torno a una “sorge”, preocupación, y más positivamente a un “cariño de fondo” -como diríamos en México-, capaz de unirnos en torno a un fin común, o un valor intensamente buscado. En este sentido, su significación es profundamente axiológica, o de valores compartidos.
Pero también se hace necesario lanzar una precaución: “En el actual populismo auditivo (muy en contra de las expectativas pascuales de McLuhan, afirma Sloterdijk) se dedica a un único ejercicio regresivo, decidido a taponar los oídos del colectivo y hacerlos sordos a la información, a la novedad, a lo que suena de otro modo” (Loc. 5287). Este efecto resulta ser aislante o “insulante” del colectivo de la Cuarta Transformación en México; queda patente en su sorda actitud de no escuchar más que su propio discurso; y, por ende, configura un punto de crucial importancia, como barrera o zanja para impedir el trazo de “políticas públicas” de auténtico interés nacional. Y lógicamente, imponer las propias de interés de grupo, y desde luego para consolidar la hegemonía de su “grupo histórico”, o prevalencia a toda costa de su proyecto de dominación sobre el resto del todo social, sin solución de continuidad.
De esta inédita y poderosa reflexión, podemos convenir con el autor en que: “La sociedad es la suma de sus cantos recitativos” (Loc. 5307). Sólo hace falta identificarlos con precisión e inferir el sentido y repercusión que tienen para el conjunto social, visto como un todo; no sólo lo correspondiente a una parte interesada.
Y desde aquí podemos concluir que: “La aparición del político no ruidoso se hace esperar hasta hoy. Se trataría de una contradictio in adiecto, porque la política, como arte de lo posible en el ruido, queda subordinada al lado ruidoso de fonotopo” (Loc. 5373).
Valiosa lección que nos deja esta conversación, ya que observamos con sobrada evidencia cómo los actores destacados del Morenismo, destacan por su palabrería con la que cascabelean su personal o individual afán de protagonismo y captura de liderazgo. Batalla de gritos, voces en cuello y alardes que se exhiben en la escena política para hacerse presentes y vigentes ante sus bases. Y, de paso, indicar a los opositores con quién tienen que vérselas, si aspiran a ganar un espacio de escucha en el medio social que ellos sienten dominar. Los alardes de “reformas”, sobre todo constitucionales, son gritos ahogados por demostrar que su poder y vigencia en la conciencia social, no es compartida con sus adversarios; por el contrario, debieran éstos someterse calladamente a su voz mando incondicional. Sí, ni duda cabe, el fonotopo es el tono dominante de la hegemonía por imponerse, incluso aen contradicción con la historia. ¿Murmuras o ruges?




