Opciones y decisiones
Tras el estruendo, un minúsculo ratón
¡Ora’, eso sí enchila! El comedido, atildado y mesurado estilo de comunicación inicial de la presidenta, antes y luego de tomar posesión del cargo, este sábado 15 de noviembre dio un repentino giro hacia la crítica agria, descarnada y revanchista para desacreditar la marcha de protesta convocada por la recientemente célebre Generación Z; bajo el argumento de que “atrás” de sus jóvenes organizadores estaba, la ahora innombrable, marca del PAN e “impresentables” liderazgos sempiternos de “la derecha”. En pocas palabras, ni la marcha estaba siendo mayoritariamente integrada por jóvenes, ni sus liderazgos podían ser considerados genuinos… Se trataba de meras figuras instrumentadas y manejadas por amañados empresarios y rancios políticos de derechas. O sea, nada nuevo bajo el sol, un contingente cuya manifestación era meramente “política”, para desacreditar al gobierno de Morena.
¡Ajá! Y de inmediato sale Luisa María Alcalde, dirigente nacional de Morena, para acusar que: “Edson Andrade, a quien señaló como principal impulsor de la marcha de la Generación Z el pasado 15 de noviembre, fue contratado por el Partido Acción Nacional (PAN) para el servicio de Estrategia digital y gestión de redes para el blanquiazul en la CDMX” (Fuente: El Universal. Nación. Luisa Alcalde exhibe contrato de Edson Andrade, impulsor de la marcha Generación Z; PAN le habría pagado más de 2 mdp. 18/11/2025). La nota periodística expone que el joven, quien en redes sociales comentó ser “apartidista”, fue uno de los impulsores de la marcha de la Generación Z que se realizó en calles de la capital del país y que dejó un saldo de 100 policías y 20 civiles lesionados, así como destrozos en las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El texto de que la marcha “dejó un saldo de….”, así escrito y leído de corrido pareciera complementar la intención general de la oficina de la Presidencia y el círculo rojo de Morena, atribuyendo tal infundio al contingente -así en genérico- de los manifestantes llegados a la explanada del Zócalo, fuertemente custodiada por policía antimotines, esmeradamente pertrechados y resguardados tras murallas de hierro.
Y aquí, como ya dije, sí enchila la mentira y desbocada acusación oficialista. Gracias al testimonio de grabación de audio y video digitales de medios de comunicación, en tiempo real, que dieron cobertura al evento, aparece de manera francamente ostensible que tales supuestos sediciosos marchistas, no eran sino un abigarrado tumulto de colectivos -ya previamente bien descritos en estas mismas páginas- de ciudadanos independientes conformados en grupos familiares de niños, jóvenes, papás adultos, y abuelitas-os que pacíficamente deambulaban, hasta empujando carriolas y sillas de ruedas. ¿En dónde está tal ferocidad, violento acometimiento y capacidad de choque?
Quienes estuvimos en solidaridad con esta marcha de la Generación Z, a distancia desde Aguascalientes, en el corazón de la Plaza Patria, allí merito en la Exedra de la columna monumental del Águila Real y bella fuente dedicada a Manuel M. Ponce, conformamos ese mismo abigarrado contingente de jóvenes, niños, adultos y personas mayores de la tercera edad; portando una buena mayoría el simbólico sombrero campesino, porque así lo propusieron los organizadores, para mostrar solidaridad con nuestros ciudadanos hermanos de Michoacán, que están sufriendo en carne propia una violencia inusitada y persistente, honrando así a sus líderes asesinados por el crimen organizado. ¡Claro que hubo consignas anti-régimen morenista! ¡Claro que había indignación y hartazgo contra la impunidad y la violencia irrefrenable de esos sicariatos deleznables!
Aquí, el emblema del escudo de armas del Estado de Aguascalientes, enarbola el brillantemente sintético latin del Imperio Romano: Aqua Clara, Clarum Coellum / Agua Clara, Cielo Claro... y cierra con Bona Terra, Bona Gens / Tierra Buena, Buena Gente. Pues, claro que hay que transparentar la intención y verdad de los hechos públicos, al igual que el tipo de régimen público que nos gobierna. Si no fuera tan doloroso el efecto letal y traumático del uso de las armas de la muerte que utiliza el crimen contra la población indefensa, sería irrisoria la falaz apostilla de las autoridades contra la población civil inerme y puesta como corderos ante los inhumanos verdugos. Claro está -diríamos con Luis de Góngora y Argote- “que al servir el chocolate, no nos dicen agua va”.
En mi percepción, la Generación Z no ha hecho más que aquello que hacían los ahora regentes en el Gobierno Federal, protestar con gran esmero y convicción frente a lo que consideraban afrenta o limitación a sus legítimos derechos. Hoy, sin retruécanos ni figuras de lenguaje sofisticadas, estos jóvenes a sus erizados de ira detractores, no les están dando más que “una sopa de su propio chocolate”. El autor se refería con untuoso sarcasmo, a la comedida anfitrionía de las monjas Clarisas: “Madre Clara, claro está que al servir el chocolate no nos dice: “agua va”!
Y viene a cuenta lo del “chocolate” -que ya es alimento del Bienestar-, porque lo que la Generación Z expresa en sus manifestaciones es el hartazgo de la violencia y la impunidad, sí; pero más aún lo es del futuro que a ellos pertenece y que ven con agonía que, condiciones como las presentes en el país, les coartan de su potencial de desarrollo. Esta causa ciudadana válida en toda su extensión y significación, es de pleno derecho a manifestar su inconformidad y protesta contra el “statu quo” del impasse, en que flagrantemente se estaciona la autoridad gubernamental, ¿por qué?
La prisa de Luisa Alcalde por desacreditar a uno de los principales impulsores de la marcha de la Generación Z, Edson Andrade, no oculta sino que exhibe un gran gazapo, expone: “Fue contratado por el Partido Acción Nacional, en febrero de 2025 por $2,106,810.00, dividido en 12 pagos que sigue recibiendo por $175,577.50. Cuyos servicios terminan en enero de 2026”. Como corolario, la dirigencia del PAN en la capital del país, lamentó la “arbitrariedad y uso de fuerza excesiva” en contra de jóvenes que participaron en la protesta y acusó que la demanda principal era seguridad y alto a la violencia.
Dije gazapo porque dicha dirigente, en su comedida diligencia, exhibe de cuerpo entero su violación constitucional al publicitar datos e información de particulares, a cuya reserva tiene pleno derecho el afectado; además de que desnuda el recurso al espionaje personal de ciudadanos protegidos por ley en su vida privada. Esta diligencia de notables servidores públicos nos remite a aquel nuevo estilo de comunicación social que implantaba ya la candidata a la Presidencia de la República, cuando impuso un elegante estilo versallesco de ser y comportarse, en su novísimo círculo rojo al poder. Aquellas presentaciones públicas de campaña son rescatables por su pundonor de etiqueta y modales públicos, que yo atiné a llamar precisamente “versallescos”. Bueno, pues ahora, como que vuelven a ser parte del estilo y circunstancia frente al centralizado Ejecutivo Nacional, sólo que ahora adquieren una clara postura actancial: la genuflexión. En efecto, a la voz de “¡Sí, señora presidenta!” se añade la flexión de la rodilla, para demostrar plena obediencia y acatamiento. ¡Cosas veredes!
El otro grave gazapo de la “arbitrariedad y uso de fuerza excesiva” está encarnado en la organización y presencia activa del llamado Bloque Negro. Ese enigmático e indescifrado colectivo de hombres y mujeres, que literalmente se ha venido manifestando en la historia, para vandalizar, romper manifestaciones políticas, y exhibir poder de impunidad y autonomía. Hace todavía muy pocos ayeres, en sus violentas apariciones, en pleno régimen López-obradorista, se autodefinían como de línea e ideología en el anarquismo.
Últimamente, aparecen estratégicamente para provocar la confrontación policial y su potencial represión; objetivos que son celosamente dejados en silencio por las autoridades en activo. Retomando la clásica expresión romana del latin, en el ágora, ante situaciones ominosas: “Non est pretereundo silentio” / “No se debe ignorar el silencio”. Frase de Cicerón que resalta la necesidad de ser conscientes de nuestras palabras y acciones, especialmente en contextos donde la comunicación es crucial para el entendimiento y la toma de decisiones (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Durante la marcha cívica del sábado, apareció este bloque orquestando una dramática aparición actancial, embozados con atuendos negros, de ahí su denominación. Fueron portadores de instrumentos para escalar, atar, derrumbar, contundir, etc., y así causar daño al equipamiento urbano de defensa de los edificios públicos y pertrecho de los policías. Conducta violenta, agresión explícita a policías, poniendo en riesgo el patrimonio de la ciudad y de particulares. Todas éstas acciones como antivalores… Efectivamente provocan la intervención de la policía para disolver lo que es considerado así un motín. Al lanzar gases lacrimógenos, lo hacen indiscriminadamente contra toda persona que esté presente en el lugar, pero curiosamente que no ha tomado parte en este saqueo violento.
Los afectados son los transeúntes o la multitud indiscriminada que está allí en adhesión a la convocatoria de manifestación, pero no actúan en dicha agresión. ¿De verdad son violentos y belicosos actores como chicas menores de edad, señoras en sillas de ruedas, niños y adolescentes pasmados? El resultado es el prendimiento policial de cualquier circunstante, pretextando su participación activa; o para coincidir con aquel dicho revolucionario: “¡Ajustíciese y después averiguamos!”.
Esta ocasión, sí hubo aprehendidos y presentados ante el Ministerio Público, pero curiosamente ningún detenido del Bloque Negro. Su “servicio” ya fue consumado, al ser disuelta la marcha o manifestación pacífica ciudadana, pero contraria al interés político del gobierno en turno. A lo que se añade, después de ya varios quinquenios de sus apariciones, “¿no saben quiénes son?”. ¿Dónde queda la ostentación y uso de inteligencia digital? Ya ni siquiera se dirigen a este colectivo como “anarquistas”, más sí les otorgan total impunidad. No los reprimen, no los someten las autoridades (ojo, esto a pesar de que la ley es explícita en los grados permisibles de intervención de la fuerza pública: Disuasión, negociación, conciliación, disolución, represión). Lo que da lugar a una sospechosa impunidad. De la cual sugiere y surge un auténtico antisemema: “utilizados para gestionar los intereses de la autoridad pública”.




