Me remonto a la excepcional entrevista que Umberto Eco le concede a Thomas Laisné, para el diario Le Monde, (Suplemento “Europa”), el 26 de enero de 2012. En ocasión de sus recientes condecoraciones recibidas. La primera, de la Gran Cruz del Dodecaneso, por el gobierno de Grecia, ocasión en la cual regocijadamente expresaba el célebre semiólogo: “La entrega de la insignia tuvo lugar en la gruta de Patmos donde San Juan escribió El Apocalipsis”. La segunda, entregada en persona por el presidente Sarkozy, gesto que dice apreciar el autor, como Comendador de la Legión de Honor, en Tercer Grado de esta Orden. En tales circunstancias, desde su estudio de Milán, y privando la grave incertidumbre europea respecto de la crisis de la deuda, expresaba lo siguiente:
“De cara a la crisis de la deuda europea, y hablo en tanto que persona que no conoce nada de la Economía, debemos recordar que sólo la cultura, más allá de la guerra, constituye nuestra identidad. Por siglos enteros, franceses, italianos, alemanes, españoles e ingleses se están reencontrando. Estamos en paz después de más de 70 años y no hay persona alguna que destaque esta obra maestra; imaginar hoy que estallara un conflicto entre España y Francia o Italia y Alemania no provocaría otra cosa que risa. Los Estados Unidos tuvieron necesidad de una guerra civil para unirse verdaderamente, yo espero que la cultura y el mercado nos serán suficientes”.
El punto crítico a discutir, para ambos conversadores, reside en una identidad europea todavía superficial, de bajo fondo, según declara Umberto Eco: “En 2012, la identidad europea se ha extendido, pero ‘shallow’ -utilizo a propósito esta palabra inglesa, que no corresponde completamente a la italiana “superficial” y que se encuentra a medio camino entre ‘superficie’/‘surface’ y ‘deep’/‘profundo’. Nosotros debemos arraigarla antes de que la crisis nos la destruya enteramente. Los periódicos económicos evocan muy poco el programa de intercambios universitarios Erasmo, a pesar de que Erasmo ha creado la primera generación de jóvenes Europeos. Para mí, esta es una revolución sexual… Un joven Catalán encuentra a una joven Flamenca (Bélgica), se enamoran, se casan y se convierten en europeos, así como sus hijos. Este programa debiera ser obligatorio no solamente para los estudiantes, sino también para los taxistas, los plomeros, los obreros, quien pudieran pasar también un cierto tiempo en los países de la Unión Europea, para integrarse”.
El segundo punto a considerar es que, esos síntomas de una identidad frágil diagnosticados por Umberto Eco, ya se hacían ostensibles antes de la crisis de la deuda. Cosa que ocurrió: “Cuando la Constitución fue rechazada por el referéndum sobre ese texto -escrito por políticos y sobre el cual ningún hombre de cultura fue autorizado para ayudar- abstracto, jamás discutido por los ciudadanos. O también, debido a que los billetes del Euro no fueron impresos bajo la efigie de grandes hombres o mujeres, sino con imágenes de panoramas tan desprovistos de emoción como un cuadro de De Chirico”.
Y abunda: “Habría que cuestionarse si el problema se remontaría al lugar que debiera ocupar ¿Dios? ¿A la religiosidad que se acrecienta en el siglo XXI en los Estados Unidos, en tanto que disminuye constantemente en Europa? Así es. En esa época, Juan Pablo II todavía en vida, cuestionó mucho el punto de ‘saber si no faltaba mencionar en la Constitución europea, las raíces cristianas del continente’. En donde, los laicos seculares lo habían asumido, pero no hicieron nada, a pesar de las protestas de la Iglesia. -Existía, por tanto, una tercera vía, ciertamente más difícil, pero que hoy nos daría fuerza: establecer positivamente en la Constitución todas nuestras raíces greco-romanas, judías y cristianas”.
Esta cuestión de la identidad por las raíces culturales se hace más profunda en la reflexión de Umberto Eco: “Detrás de nosotros, uno se encuentra tanto a Venus como el crucifijo, la Biblia como las mitologías nórdicas, y en donde nosotros celebramos la tradición del árbol de Navidad, o mediante las fiestas de Santa Lucía, San Nicolás y Santa Claus. Europa es un continente que ha sabido ser el crisol de identidades numerosas, y que las ha fundido, sin que por ello las confunda. Bajo esta particularidad, que yo calificaría de única, reside precisamente su porvenir. En cuanto a la religión, hay que poner atención. Muchos son los que ya no van a misa, pero que igualmente sucumben a las supersticiones. Y ¡cuántos no-practicantes incorporan en sus portafolios la imagen piadosa del Padre Pio!”
A pesar de estas tendencias, nuestro autor no se rinde ante el pesimismo: “A pesar de todos estos defectos, el mercado mundializado tiene el mérito de hacer la guerra más improbable, inclusive entre los Estados Unidos y China; no la habrá jamás dentro de los estados unidos de Europa, algo semejante al modelo americano de un solo país, una sola lengua (incluso a sabiendas de que en América el alemán ha amenazado por un tiempo la supremacía sobre el inglés, y que hoy es atacado por el español)”.
“Nosotros tenemos muchas lenguas y culturas, e incluso este suplemento (“Europa” está publicado por seis periódicos europeos) es una iniciativa meritoria justamente porque hablar de un diario europeo “único” es por el momento una utopía. La Web, sin embargo, nos confronta a los demás e incluso, aunque nosotros no leamos forzosamente el ruso, podemos ahora consultar los sitios rusos, nosotros tenemos conciencia de la existencia de otros. Yo continúo pensando que de Lisboa a Varsovia, no hay mayor distancia que entre San Francisco y Nueva York. Nosotros permaneceremos como una federación, pero indisoluble”.
El punto focal de esta reflexión se ubica en que, si nos cuestionamos acerca de: “¿Qué efigies debieran imprimirse sobre estos billetes, para recordar al mundo que nosotros no somos unos Europeos “shallow”, sino profundos, seguramente no aquellas de políticos y militares que nos han dividido, ni Cavour ni Radetzky, sino más bien aquellas de hombres de cultura que nos han unido, de Dante a Shakespeare, de Balzac a Rossellini. Dando por supuesto el hecho de que Pierre Bayard tiene razón acerca de que nosotros conocemos todos aquellos libros que no tenemos, ya no digamos que hayamos leído, y poseamos además reflejos de culturas que incluso ignoramos, es así como la identidad europea se hará, poco a poco más profunda”.
Perdón por las citas extensas. No sinteticé, tampoco me atreví. Pero me quedo con el pundonor de que es mi traducción libre. En América, nosotros mexicanos, tenemos razones económicas y políticas de sobra para dividirnos, la violencia e impunidad campean por el territorio. Nuestra Constitución está reformada por intereses políticos y económicos, tampoco hombres de cultura han intervenido en su redacción, somos pluriétnicos y multiculturales. Sólo algunos de nuestros billetes portan efigies de grandes mujeres y hombres que nos unen. Para ser verdaderamente profundos, hay que abrazar la identidad de nuestras raíces, mexicanas y europeas, por eso somos la raza cósmica.
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