Cuando los manifestantes de los hechos de Ayotzinapa acusan al estado por los crímenes, no sé si lo hacen con pleno conocimiento de causa sobre los elementos que lo integran, o si resulta una irónica coincidencia, en la más clásica teoría política, el estado está integrado por la población, el gobierno y el territorio, y entonces los culpables somos todos; parafraseando de forma dolorosa a Lope de Vega: “¿Quién mató a los 43? México, señor. ¿Quién es México? Todo el pueblo a una”.
Mi postura es de alguna forma que sí, en sus justas causas, la sociedad somos en parte culpable de lo que sucedió en Guerrero, por nuestro yerro se han exacerbado el narco estado y la corrupción, las dos causas fundamentales en la desaparición de los 43 normalistas. No significa esto que el principal responsable no sea el gobierno, pues en su papel detentador de la violencia legitimada debería ser el motor que termine con ambos factores y que por supuesto entregue de manera expedita y eficaz a los culpables. No significa tampoco mi postura que, como lo afirma Luis Estrada en su tetralogía cinematográfica, este país sea corrupto por sí mismo y no tenga salida.
Ya en otras ocasiones he repudiado el cine de Estrada por su simplona forma de retratar a nuestro país, en cualquiera de las cintas de él que analicemos, aparecerá que las causas de la corrupción permean en todo el sistema, desde el ciudadano común hasta el más alto funcionario. Y esta no es la excepción para su nueva sátira política La dictadura perfecta, lo mismo el presidente, el gobernador, la televisora, los papás de una niña secuestrada, o las familias o personas que se reúnen en las noches a ver un noticiero (son frecuentes las tomas a ellas) todos son corruptos, unos por actividad otros por inactividad. Vaya, hasta La jornada y Milenio, que supongo los señalan por ser identificados una con la izquierda, el otro con la derecha, son medios que se dejan llevar por las triquiñuelas del poder.
Y precisamente por su forma rasera de ver a nuestro país es por lo que critico al también director de La ley de Herodes ¿no hay salida para sacar de su crisis nuestro México? Digo, si su postura es que una televisora puede poner a un presidente y en suma hacer lo que quiera, entonces quiere decir que los mexicanos somos una especie de discapacitados, que no podemos ejercer libremente el derecho del voto ¿Y entonces? ¿Qué hacemos con nuestra democracia? Y a veces, ciertas marchas y manifestaciones (que no todas) que he visto en estos días, sobre todo de los activistas tuiteros y facebookeros, me parece que son igual a esta postura, sólo crítica, sin propuesta y peor aún, destruyendo, como vimos el fin de semana los grafitis y la quema de una puerta en el palacio presidencial. Desde el punto de vista cinematográfico La dictadura perfecta no tiene mucho que aportar, parodia fácil, ni siquiera llega al ingenio que tenía por ejemplo la revista Mad en los años ochenta y está a años luz de otras joyas del género como Calzonzin inspector (1974).
Termino reafirmando por qué creo que la sociedad tiene cierta culpa, y es que el estudiante que protesta no yendo a la escuela, quien fuma mariguana o consume cualquier otro tipo de droga, el que soborna a un funcionario, el académico que utiliza su tiempo de clases para hacer ciberactivismo en lugar de producir, la ama de casa que escucha y tolera que su familia escuche narcocorridos, la radiodifusora que se atreve a tocarlos, los periodistas que hacen apología del narco o contribuyen a engrandecerlos y así podría seguir la lista al infinito, todos suman a esos dos graves problemas de nuestro país: el narco y la corrupción.
Lo único divertido en la cinta de Estrada es que es el ejemplo perfecto de la dictadura perfecta, recordemos que el concepto fue acuñado por Mario Vargas Llosa haciendo una crítica al intelectualismo mexicano que recibía un incentivo a cambio de una actitud crítica que de alguna forma legitimaba el poder. Tal parece que Estrada encontró en esta posición sátira el mejor medio para recibir recursos del estado por un cine que ni siquiera se acerca a otras cintas en las que tal vez sería mejor distribuir los recursos gubernamentales.




