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viernes, diciembre 5, 2025

El más underground de toda la Velvet / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento

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A veces pienso en Doug Yule.

Doug Yule: un tipo que tocó,

cuando todo estaba acabado, en la Velvet Underground

 

Para y con Manuel Vilas.

 

Lou Reed era el drogadicto talentoso, talentoso no, genial, especializado en literatura inglesa y apasionado del rock’n’roll. John Cale, el galés culto que había estudiado composición con Xenakis y La Monte Young. Maureen Tucker, una mujer con pinta de camionero que podía cargar su propia batería sin ayuda de los chicos. Sterling Morrison, un amigo de los tres. Nico, que sólo cantó en tres canciones, una alemana de voz gélida y madre de un hijo de Alain Delon. Andy Warhol, el productor, era Warhol. Juntos grabaron el disco más seminal de toda la historia, The Velvet Underground & Nico, de, claro, The Velvet Underground, “un grupo celebre,/ años sesenta, Warhol y todo eso, / la sonrisa plutónica de Manhattan, y todo eso” donde también tocó, por un tiempo, Doug Yule, alguien del que ya sólo se acuerdan, entre pocos, Ignacio Juliá (Feed-back: la leyenda de la Velvet Underground.), Ritchie Unterberger (White Light/White Heat: The Velvet Underground Day-By-Day), Eric y Sal (que lo entrevistaron para el fanzine The Velvet Undergound en 1994), John Bla Bla, Agustín Delgado y Manuel Vilas, éste al extremo de dedicarle todo un poema del que están sacados casi todos los entrecomillados.

“¿Qué es el talento? Yo te lo diré: es una puta suerte que yo no tuve” resume perfectamente la trayectoria de un músico, no tan malo, al que le tocó ser el líder, casi póstumo, de una banda demasiado grande en su fama, el líder de una banda tan mala, según algunos, que al compararla con la de la formación original los fans la llamaban The Velveteen Underground.

A Yule le tocaron todas las malas suertes posibles combinadas: ser contemporáneo de un gran músico, Cale, al que tuvo que sustituir, grabar un disco, Squeeze, siendo él ya el líder de la Velvet Underground que no se editaría en condiciones decentes hasta el 2012, no ser invitado, a pesar de haber estado en tres de los cuatro discos de la banda, a su inducción al Rock’n’roll Hall of Fame y no ser tampoco invitado a la gira europea de reunión, con motivo de la exposición sobre Warhol en el museo de la fundación Cartier, que hizo que muchos de sus seguidores pudieran verlos por primera vez.

A esa mala suerte (“Peor le fue a Nico, que se cayó de una bicicleta y se murió, / tú aún pareces estar vivo, también la palmó el bueno de Sterling, / así que de poco le sirvió que le llamara para lo de Europa”) se unió también el desprecio del miembro más conocido de la banda, Lou Reed. “Muerto, espero” fue la respuesta que éste, que lo presentaba en directo, como puede escucharse en un directo de 1969, cómo “mi hermano Doug” le dijo a un periodista radiofónico en los setenta cuando le preguntaron si sabía donde estaba el bajista. Y, si no muerto, sí desaparecido, tanto que la mayoría de los documentales sobre la Velvet (y hay alrededor de una treintena de ellos) apenas, o ni siquiera, lo mencionan. Por ese desconocimiento en el poema Vilas le hace decir “y la policía no sabe quién soy, un loco más, un jodido viejo / aporreando una guitarra monstruosamente vieja”.

Mala suerte y olvido difícilmente explicables cuando Steve Wilson, la persona que más veces vio y ha visto a la Velvet Underground en directo, comentó en una entrevista que “Yule trajo una musicalidad que no tenía antes. Podía cantar y crear armonías, podía tocar varios instrumentos. Doug tenía una sensibilidad más pop”. Y él mismo concluye afirmando que “no creo que haya tenido el suficiente crédito por lo que hizo”.

Tan desconocido y tan olvidado es que ni siquiera los diferentes expertos en la Velvet Underground logran ponerse de acuerdo en cómo llegó al grupo. Unos proponen que Sterling Morrison fue quien lo llevó, otros que Hans Onsager, hijo del premio Nobel de Química de 1968 y encargado de las giras de la Velvet. Sin embargo, sea cierta o no, la mejor explicación es la que daba el propio Doug en 1995 a un periodista cuando le dijo que entró a la banda “en parte porque yo soy piscis y necesitaban un piscis para mantener el equilibrio astrológico de la banda”.

Sea cual sea el motivo por el que entró en la banda, la historia de ésta, sin Lou, sin Cale, sin Maureen, sin Nico, sin Sterling, sin Warhol, sólo con Doug Yule y otros músicos, terminó un 27 de abril de 1973 en el club Olivier de Cambridge donde la Velvet Underground, o lo poquísimo que quedaba de ella, se presentó por última vez en directo.

The Argonauts, The Grass Menagerie, los dos grupos en que estuvo Yule antes de la Velvet, y American Flyer, el que tuvo después, son notas a pie de página de una nota a pie de página.

¿Por qué un monumento para Doug Yule? Porque, en contra de la mala suerte, del desprecio y el olvido, todavía tiene “grandes emociones para los demás miembros de la Velvet Underground. Sterling, Maureen e, incluso, Lou, a quien me acercaría con cautela en caso de que nos encontráramos, tienen un lugar en mi corazón”. Y también porque su vida enseña que el tiempo, el paso del tiempo, el envejecer, están más allá, mucho más allá de la fama y lo gloria. “Tú envejeces y todos alaban tus arrugas, son arrugas sagradas las tuyas; / las mías son las arrugas de un viejo nada más; / y dime qué diferencia puede haber en esas arrugas, / si somos viejos los dos”.

 

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