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viernes, diciembre 5, 2025

Apuestas indecorosas / Opciones y decisiones

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La semana que estamos a punto de concluir nos ha traído presagios nada halagüeños y que no debemos barrer abajo del tapete. El dólar ha alcanzando máximos históricos frente al peso, registró una cotización de 15.96 pesos en bancos (“El peso en picada; se cotiza en 15.96 en bancos”. Reuters – 8:27 – 10/03/2015). Eduardo Medina Mora ya es “ministro al vapor” de la Suprema Corte de la Nación (Proceso 12 de marzo de 2015, http://goo.gl/ylfChS), sin que cincuenta y dos mil firmas en contra hubieran hecho mella en las comisiones del Senado para someter su propuesta a votación del Pleno, en la que apenas logró pasar la línea roja de una mayoría calificada de 83 votos bajo la conspicua ausencia de cuatro senadores de la izquierda: “Mario Delgado y Rabindranath Salazar, ambos ya fuera del sol azteca, además de los perredistas Armando Ríos Piter y Luz María Beristáin” (La Jornada, Política 4. Andrea Becerril y Victor Ballinas, miércoles 11/03/2015), con cuyos votos no hubiera logrado pasar.

Y el implacable análisis de coyuntura electoral ante la elección federal que viene el próximo 7 de junio, en que 83.5 millones de mexicanos están registrados en la lista nominal con derecho a emitir su voto. Escrutinio prospectivo que en la versión del académico y periodista José Antonio Crespo adquiere un tono dramático: “El voto nulo -y ahora el emitido por los candidatos independientes- equivale a proferir un “¡Ya basta!”. Epígrafe que sustenta y al que da sustancia razonada cuando expresa: “Dicen los ciudadanos inconformes -la gran mayoría- no sentirse representados por ningún partido, pero al votar por alguno de ellos establece esa representación legal, formal y políticamente, lo que implica otorgar a los partidos permiso para que en su nombre sigan haciendo todo lo que hacen. Habría que preguntar a esos ciudadanos: “Si no te sientes representado por ningún partido, ¿por qué le diste tu visto bueno a uno de ellos, tu permiso con el cual tomará cualquier decisión en tu nombre sin que después puedas hacer nada para evitarlo o aplicar una sanción?” (El Siglo de Torreón, Editorial. José Antonio Crespo, sábado 7/03/2015. 9:07 am. http://goo.gl/1SgVO3). Concluye su argumentación diciendo: “En esas circunstancias, y a falta de mecanismos eficaces de rendición de cuentas, nuestra cultura se asemeja más a la del súbdito que a la del ciudadano; una cultura de la sumisión, más que la de la protesta; la resignación más que la exigencia ante los evidentes privilegios y abusos de poder que la clase política practica de manera cotidiana”. Y cierra haciendo una modelización de su epígrafe: “El voto nulo (…)” -actúa “de manera clara e inequívoca, civilizada, legal y pacíficamente”.

Notaciones que sí son relevantes y dignas de consideración, ya que la simple y llana abstención del voto cae al vacío y no tiene contenido ni significación alguna posible, pudiendo significar todo, en los hechos no pinta para nada, equivale a un silencio ciudadano ambivalente, porque pudiendo expresar un sí o un no se queda en la indefinición práctica; es absurdamente equívoco, porque aun cuando se note su ausencia en la contabilidad de las urnas, en verdad no cuenta más que para medir el volumen de la abstención respecto de la lista nominal, pero queda fatalmente fuera de los datos duros que sí se suman y se restan del conjunto de los votos válidos emitidos, que al final producen candidatos electos.

En cambio, el voto intencionalmente nulo -es decir, el que es anulado en la secrecía del cubículo para votar-, ése sí se emite de manera clara e inequívoca, al decir de Crespo, porque comporta la voluntad expresa del votante respecto de la nómina completa de candidatos, de los que de manera inequívoca califica su ostensible no-representatividad. El mismo autor modeliza su propuesta de anulación con el epíteto de “civilizada”, porque dicho votante actúa de manera formal y puntual, al concretar su opción de elegir una alternativa dentro del sistema mismo electoral, que es acudir a la manifestación explícita de su voluntad en  que observa el secreto de la votación y procede conforme a lo previsto en anular su propio voto, al que tiene derecho; sin mediar agresión ni violencia alguna, incluso verbal, ni mucho menos pacto vergonzoso alguno, más bien conservando la dignidad personal al emitir comedidamente su voto y depositarlo en la urna, como está mandado, para su debida contabilidad.

La nota de “legal” acerca del voto-nulo, no por accidente sino por lucidez y rectitud de conciencia, es efectivamente realizado con apego al código electoral porque está contemplado como un tipo tanto de escritura como de interpretación electora sujeta a validación, que tiene que ver con la manera concreta de utilizar la simbología de marca del voto, mediante una “x” o “tache” en que, si excede el espacio de un símbolo determinado, o es ambiguo o cruza varios símbolos partidistas a la vez, debe ser cantado como “nulo” a la hora del escrutinio por los funcionarios de casilla. Esta modelización es entonces legal porque se ajusta a las reglas de la gramática simbólica electoral, tal como está tipificada en la ley.

José Antonio Crespo añade la nota de “pacíficamente”, porque al optar por la modalidad de anular voluntariamente el voto se actúa observando el debido orden y respeto del entorno social y político. No se está violentando persona o voluntad alguna, ni se está quebrantando el orden armonioso de la sociedad local, ni se está faltando respecto a ordenamiento o autoridad alguna. Simplemente se está ejerciendo un derecho cívico en completa observancia de la paz pública y ciudadana, acudiendo con diligencia a cumplir el derecho civil de votar en una jornada electoral que es equiparable a una fiesta popular de participación democrática. En que también cabe el signo lingüístico ciudadano sin rodeos de: “¡Ya basta!”

Todo el razonamiento anterior nos avisa, muy oportunamente, respecto de la actitud cínica y, a fuerza de ello mismo sinvergüenza, de aquellos miembros de partidos políticos que ya se hacen cruces y persignan ominosamente con el “seguro triunfo” que habrán de obtener en la elección por venir, debido al poder de su maquinaria electoral habida que es puesta en marcha durante la jornada electoral y/o debido a la arrolladora estructura electoral con que sus bases militantes les tienen asegurado un triunfo electoral, activando sus muy vivientes y palpitantes “votos válidos a favor”. En esto es en lo que cada uno de los partidos contendientes funda su cuasi certeza de asegurarse una posición irrebatible dentro del proceso electoral que viene. Con gran desdén hacia los abstencionistas y alzándose con un pretendido triunfo ante quienes están a favor de anular intencionalmente el voto.

Pero, a pesar de ello, el voto nulo sí implica e impone una diferencia y, recordemos que en el proceso y prácticas sociales, el criterio de distinción es fundamental. El cinismo electorero de que echan mano y presumen los partidos mayoritarios contendientes es una transgresión de orden intelectual que supone un refinamiento del engaño -que el sutil espíritu inteligente francés designa como “raisonneur-euse/razonador-a”, cuyo personaje dramatiza deliciosamente en sus comedias con fino humor Molière; y se aplica al individuo que objeta con razones para no obedecer, es decir una argumentación construida con falacias, ilógica, tramposa.

Nuestra pomposa “clase política” partidista así lanza sus apuestas indecorosas de triunfo, argumentando tener una nómina ganadora de candidatos garantizada por su estructura territorial y su muy bien aceitada -con muchos miles de millones de pesos- maquinaria electoral. A ella apuestan sumas verdaderamente indecorosas, sobre todo en estos tiempos de austeridad para millones de familias mexicanas, con todo y los ominosos presagios económicos y los embates monetaristas del Capital global, sobre todo el dirigente bajo el signo del Dólar. Circunstancia tal que amerita como cortafuegos una argucia ciudadana, también de orden intelectual, pero saludable y legítima versus la posición cínica, cuya virtud es desenmascarar la naturaleza viciada de su pretendida justificación de “elección formal y jurídicamente correcta”, pero sin la esencia de la auténtica representatividad ciudadana y, por ende, carente de legitimidad política.

franvier2013@gmail.com

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