Londres, Inglaterra. 28 de octubre de 1898. Mostrando una naciente calvicie y una postura rígida -a causa de una espina dorsal débil-, el futuro virrey de la India, lord Curzon de Kedleston, refiriéndose a la dominación británica del Indostán se dirige a la congregación de exalumnos del elitista colegio de Eton, en los siguientes términos: “Por algún impenetrable designio de la Providencia la responsabilidad de gobernar la India ha sido depositada sobre los hombros de la raza británica”.
Londres, Inglaterra. 16 de enero de 2014. El mofletudo y canoso exsecretario de Defensa de la Unión Americana, Robert Gates, declara que los recortes militares británicos significan que “no tendrá la capacidad” de ser un socio completo en el aspecto bélico del país de las barras y las estrellas.
Las escenas arriba narradas son la introducción al presente artículo, el cual pretende explicar qué actores podrían influir en el futuro gobierno británico y cómo esto afectaría la postura internacional del Reino Unido (RU).
La Revolución Industrial, una poderosa marina de guerra y su sistema financiero, hicieron que el Reino Unido emergiera como la potencia hegemónica al final de las Guerras Napoleónicas en 1815. Durante la siguiente centuria, los británicos construyeron el mayor imperio que haya visto la humanidad, el cual hizo de Londres la capital del universo.
Sin embargo, las dos guerras mundiales y el subsecuente desmantelamiento del andamiaje imperial hicieron del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte una potencia europea. En tiempos recientes, los liderazgos enérgicos de Margaret Thatcher, y en menor grado de Tony Blair, junto con su desempeño económico y su atractiva cultura lograron que los británicos ejercieran una influencia desproporcionada en los asuntos mundiales.
Dos siglos después del inicio de su apogeo, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte se encuentra ante su elección más dividida desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Todos los sondeos publicados indican un “empate técnico” entre el Partido Conservador del primer ministro David Cameron y el Partido Laborista de Ed Miliband.
Es precisamente esta indefinición la cual podría dar lugar a un “parlamento colgado” -expresión de la jerga política británica que significa que ningún partido tendría la mayoría para imponerse y por lo tanto tendría que formar alianzas. Esta eventualidad daría lugar a la aparición de los kingmakers (hacedores de reyes) para formar el siguiente gobierno.
¿Quiénes serían estos kingmakers? El Partido Nacionalista Escocés de Nicola Sturgeon, cuyo principal objetivo es lograr la independencia para Escocia -hecho que fue rechazado en septiembre próximo pasado- y el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), una agrupación política cuya metafísica está basada en el liberalismo y en un rabioso euroescepticismo.
Ambas fuerzas, el nacionalismo escocés y la postura antieuropea, amenazan el lugar del Reino Unido en el escenario mundial. El primero, porque los británicos verían mermada su posición en el mundo, ya que probablemente renunciarían a su asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Además, perderían el derecho a estacionar su arsenal nuclear en Escocia, pues los nacionalistas no lo permitirían. Finalmente, las fuerzas armadas británicas serían fraccionadas.
Los euroescépticos forzarían un referéndum en el año 2017, el cual decidiría la permanencia o no de Gran Bretaña en la Unión Europea. Una ulterior salida de la Europa unida sería un desastre mayúsculo en términos económicos y geopolíticos.
Por otra parte, en el 2010 el gobierno de David Cameron implementó una política de austeridad para salir de la crisis financiera de 2007-2009. En general, la apuesta ha sido relativamente exitosa, pues se han creado dos millones de empleos en un lustro, pero ha afectado la calidad de los servicios médicos, el icónico National Health Service. Para lograr este objetivo, las fuerzas armadas sufrieron recortes draconianos que afectaron la influencia británica en el mundo.
Esta política pública enfureció a los estadounidenses: tanto el presidente Barack Obama como el jefe del Estado Mayor, general Ray Odierno, se mostraron “muy preocupados” por la rebaja al presupuesto de defensa británico. Asimismo, dos hechos parecieron confirmar los temores norteamericanos: las incursiones de bombarderos estratégicos rusos cerca del espacio aéreo británico y las amenazas argentinas a la posesión inglesa de las islas Malvinas/Falklands.
El próximo 7 de mayo los electores británicos decidirán entre dos alternativas: primero, la opción Orwell. Después del fin de la Segunda Gran Guerra, el literato inglés George Orwell, autor de 1984 y Rebelión en la Granja, escribió sobre la ínsula: “Si algún día el Imperio Británico desapareciera, Inglaterra sería reducida a una islita fría y sin importancia donde todos tendríamos que trabajar muy duro y comer arenques y papas”. Este escenario ocurriría en el caso de la secesión de Escocia y la salida de que lo que reste del Reino Unido de la Unión Europea.
La segunda fue proclamada por el semanario The Economist, el cual urgió mantener el estado de bienestar con un aumento al presupuesto castrense. Aquí Gran Bretaña sería “Suiza con armas nucleares”.
Cualquier rumbo que seleccionen los británicos será “largo y sinuoso”, tal y como lo expresaron esos cuatro genios salidos de Liverpool: The Beatles.
Aide-Mémoire.- ¿Salvar o redefinir a México? He ahí el dilema.




