El pasado viernes mi amigo el médico Pepechuy Ornelas fue asesinado. Lo supe minutos después de que ocurriera porque escuché la noticia en la radio. Hubiera querido enterarme de otra manera, o hubiera querido enterarme no sé de que manera, aunque en realidad lo que hubiese querido es nunca enterarme de esa noticia. Hubiera deseado que nunca sucediera. Sólo que la realidad tiene esa impactante característica, es verdad. Pepechuy fue mi alumno en la escuela de medicina de la UAA. Después tuvo la confianza de poner en mis manos la salud de su esposa y sus hijos. Cuando yo iniciaba Agua Clara se acercó a mí y me pidió asesoría para iniciar un proyecto similar en su querida tierra Jesús María. Y lo hizo, consiguió apoyo de la presidencia municipal y creó el primer centro de salud mental de una manera muy modesta y al mismo tiempo muy eficiente. Un médico general con sensibilidad suficiente para darse cuenta de que ahí hacía falta mejorar la salud mental. Después llegó a ser el director médico del DIF municipal y con más entusiasmo creó el Departamento de Salud Mental. Tuvo a su cargo un grupo de bien calificadas psicólogas que iniciaron esa labor por primera vez en la historia del municipio. Posteriormente fue un hábil y enérgico director municipal de Salud, cargo que a la postre le costaría la vida. Durante su ejercicio hizo lo que tenía que hacer, insistir con los vendedores de alimentos para que tuvieran un manejo higiénico de sus productos, que usaran cofia, agua limpia, utensilios aseados y en general todas las medidas establecidas en el código sanitario, lo que le ocasionó innumerables confrontaciones con los comerciantes fijos y ambulantes. Uno de ellos en particular se sintió agredido y generó una animadversión contra la persona de Pepechuy, no contra el cargo o contra la Dirección de Salud. Desconozco y por lo mismo no juzgo como fue trascendiendo esta rivalidad personal, hasta el grado de que persistiera más allá del tiempo en el que el doctor Ornelas dejó el cargo. El viernes 3 de julio tuvieron uno más de sus encuentros, el vendedor de alimentos lo empujó y el médico cayó de espaldas. El traumatismo le ocasionó la muerte inmediata. Un homicidio inexplicable. Porque resulta inexplicable que un médico sea agredido por cumplir con su deber. Es incomprensible que una persona guarde rencor contra la persona y no contra el reglamento, lo cual tampoco tiene lógica. Inaudito que alguna autoridad no haya logrado detener las agresiones, cuando todo el mundo sabía que estaban ocurriendo. El mismo accidente sale de lo común, miles de personas tropiezan y caen en la calle, se lesionan pero no mueren ¿Por qué al médico le habría de tocar una mala caída de consecuencias letales? Ahora tenemos víctimas para quienes todo resulta inexplicable. El médico deja una esposa amorosa y comprensiva, tres hijos jóvenes para quienes el padre seguirá siendo un faltante inexplicable. ¿Quién puede explicar que un profesionista honrado, bueno y fiel cumplidor de la ley haya perdido la vida precisamente por haber ejercido su profesión con honestidad? Ahora hay un homicida tal vez culpable, tal vez imprudente, tal vez casual, pero que de cualquier manera irá a prisión. Y que quizás deja una familia en indefensión. Probablemente resulte muy difícil encontrar un culpable, pero las víctimas si están bien identificadas. El mismo Pepechuy es ahora una víctima de su trabajo, de las circunstancias, de la impunidad o del destino. No faltará quien diga que el doctor se la buscó. Que no debió haber seguido el pleito. Ésa no es ninguna justificación. No existe ninguna razón válida para que nosotros como sociedad perdamos a un valioso elemento que amó a su ciudad y buscó para ella lo mejor. El doctor José de Jesús Ornelas es el iniciador de la Salud Mental en el municipio de Jesús María. Y ahora incluso, con categoría de mártir. Bien por ti, querido amigo.
