Mi familia no corre peligro; si las personas con diferentes preferencias sexuales se casan, si deambulan en la calle libremente, si convivimos en reuniones familiares, en fiestas, días de campo, si en la calle se besan o se toman de la mano, la Biblia y los textos religiosos son eso, religión, la cual definitivamente debe ser respetada en esa libertad de credo que todos, por el simple hecho de nacer humanos, poseemos.
Mi familia no corre peligro; dice la Biblia en San Mateo 22:21 “Dad pues al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, la ley es de este mundo, luego lo son las jurisprudencias, reformas o cualquier manifestación del poder público; todo ello parte de una sana separación entre la iglesia y el estado, tan sabía que el propio texto sagrado la reconoce en la interesante respuesta de Jesús a los escribas y principales sacerdotes. Entonces el matrimonio civil no es un asunto de credo, así se ha entendido en esta revolución de los derechos humanos impulsada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación: MATRIMONIO. LA LEY DE CUALQUIER ENTIDAD FEDERATIVA QUE, POR UN LADO, CONSIDERE QUE LA FINALIDAD DE AQUÉL ES LA PROCREACIÓN Y/O QUE LO DEFINA COMO EL QUE SE CELEBRA ENTRE UN HOMBRE Y UNA MUJER, ES INCONSTITUCIONAL. Nuestro estado debe y tiene que abrirse a estos nuevos paradigmas en materia de respeto a las garantías básicas en la familia, ahora sí, que se case quien quiera casarse con quien quiera y como pueda hacerlo.
Mi familia no corre peligro si hay un divorcio incausado o exprés, porque lo que hace a un núcleo afectivo, a un hogar, no es la fuerza, lo indisoluble, la violencia de la no separación, cuando uno emite sus votos en el sacramento del matrimonio, la unión es el amor. También la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya señaló claramente que es un derecho humano la disolución matrimonial como expresión de la libertad y el libre desarrollo de la personalidad.
Mi familia no corre peligro; porque se ha formado en el seno de una Iglesia cuya base filosofal, su estructura y todo el desarrollo se cimienta en el amor hacia nuestros semejantes, en el Nuevo Testamento la frase más emblemática es la idea de otredad, de ver en el otro a mí mismo: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado” (Juan 15:12), “Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,” (Mateo 5:44); “El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley” (Romanos 13:10).
Mi familia sí corre peligro; cuando se promueven actitudes que pudieran derivar en odio hacia un semejante que es diferente a mí, cuando dentro de mi religión, la católica, lejos de promover el amor y la tolerancia, se provocan connatos de división donde no debe haberla, cuando se muestra a mi Iglesia como intolerante, cuando algunos de los líderes se encierran en fundamentalismos y no saben conducirla hacia un buen puerto, cuando crean sofismas tan estúpidos como el vincular la destrucción de la familia con la autorización de derechos humanos fundamentales; cuando llevan a seudomanifestaciones a niños esgrimiendo pancartas (sin comprender lo que se discute) cual comunistas de un régimen totalitario, aclamando la verdad de unos cuantos.
Mi familia sí corre peligro; cuando algunos ciudadanos creen que aún vivimos en el Aguascalientes campirano, de provincia, cerrado de ideologías, como el que retrata estupendamente el director hidrocálido Jaime Humberto Hermosillo en La pasión según Berenice (1976) donde una joven y guapa mujer viuda que vive en nuestra ciudad es reducida a cuidar a su madrina, a estar segregada por su estado civil, a vivir la monotonía que la sociedad le impone. Y aún en aquella cinta que usa Aguascalientes como el ejemplo del conservadurismo, hay puerta para que Berenice viva su vida, para que se libere, incluso para que queme ese pasado que la obliga a ser como no quiere.
Nuestras familias no corren peligro; estoy seguro que somos muchos los católicos -laicos y clero- que creemos lo mismo, que ante las palabras insulsas de unos pocos (se cuentan con los dedos) predicamos con el ejemplo de tolerancia y amor que nuestra Iglesia nos ha enseñado.




